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Maikel Chávez: Hijo ilustre en Caibarién y padre amado en Cuba

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«Yo sigo siendo de Caibarién, pero vivo en la capital porque mi trabajo me impone estar aquí, donde he desarrollado la mayoría de mi carrera, pero perder la esencia de donde soy nunca va a ocurrir»

Maikel Chávez García nació en 1983 en Caibarién, un pueblo de mar bendecido por los cantos de Manuel Corona y las esculturas de Florencio Gelabert. “Caibarién, un pueblo lleno de alegría, de cultura, sobre todo de una cultura radial hermosa porque justamente por allí, la radio comenzó con Manolín Alvarez su despliegue en la historia de la radiodifusión en Cuba”, expresa Chávez con una vehemencia cómplice del cariño que regresa a él desde ese lugar y la gente que lo habita.

En Radio Caibarién comenzó cuando joven su trayectoria profesional, para luego entrar con fuerza en los ámbitos literario, teatral, cinematográfico, televisivo… Y aunque su carrera en ascenso demandó distancias geográficas, cumple la condición de recordar siempre el espacio vital donde comenzó todo, y regresar. 

Vuelve entonces a sus raíces el padre de personajes tan populares como Federico Maldemar, el ratoncito que seduce a las infancias y que inauguró con una frecuencia mensual su peña en La Habana. Vuelve una y otra vez. Tanto así, que antes de concluir el 2023, la Asamblea Municipal del Poder Popular de Caibarién le otorgó la distinción de Hijo Ilustre.

Ese cálido abrazo lo recibió además, quien ostenta el Premio de Dramaturgia para Niños y Títeres «Dora Alonso Pérez», y los premios «Caricato», «Villanueva» de la crítica, «Caracol» y «José Jacinto Milanés». Reconocimiento especial para el Licenciado en Artes Teatrales, en la especialidad de Teatrología, por la Universidad de las Artes (ISA), en el año 2011. 

A la vida y obra del dramaturgo, actor, pedagogo y radialista apasionado que ha dejado su huella en instituciones como el Consejo Nacional de las Artes Escénicas (CNAE), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) nos acercamos en esta entrevista. Como es de suponer, se impone el regreso a La Villa Blanca, como también se conoce a esa porción de la provincia de Villa Clara, donde acunó sueños que hoy sustentan múltiples y gratificantes realidades. 

—¿Qué recuerdos tiene del Maikel niño?¿Desde la etapa de la niñez se propuso ser artista o hubo otras ideas para el futuro profesional? 

—Mi infancia en Caibarién transcurrió en una dicha de insistir en construir universos desde la imaginación porque había momentos en los que me aburría y lo que hacía era salir corriendo para la playa a recolectar caracoles. Yo siempre recolecté caracoles y piedras, de hecho, todavía de todos los lugares por donde paso, ya sea en Cuba o el extranjero, siempre guardo piedrecitas, caracoles o algo que sea de ese sitio. Recuerdo que con esos caracoles que recolectaba siendo un niño, me inventaba miles de historias. Recuerdo que incluso una vez, cuando estaba en la secundaria, convoqué a todo mi grupo e inventamos un espectáculo que presentamos en el cine. El espectáculo se llamaba «Diviértete y aprende», y aquel cine estaba repleto de nuestros amigos y familiares, o gente que iba al cine a vernos actuar. Después hicimos otra obra que se llamaba algo así como «El solar de quinta avenida», y fue también junto con mis colegas y compañeros. 

Desde muy joven sostuve vínculos con Radio Caibarién a través del programa «Aquí Estudio 1» que dirigía Toni Daniel Acevedo. Después comencé a trabajar con Rebeca Alvarez Ceballos en «La Ronda de Abuelo Pepe», hasta que ya logro entrar con más determinación a la emisora. Allí me formé como locutor, actor de los programas dramatizados, sobre todo para niños, y también como guionista, y lo hice desde la frescura, desde la juventud de un soñador que siempre quiere comerse el mundo, que cree que puede echarse el sol en un bolsillo y salir a caminar por las calles. 

Cuando entré por primera vez a Radio Caibarién, la Voz de La Villa Blanca, como se le conoce, yo quedé maravillado al ver cómo se podía hacer magia, construir magia con sonidos y silencios, porque para mí la radio no es más que eso: construir todo un universo desde los sonidos y silencios. Ahí llegué a hacer muchos programas como noticieros, revistas culturales, revistas informativas, programas para niños y dramatizados, de corte costumbrista, de participación. 

Llegué incluso a probar cómo funcionaban las máquinas. Siempre he sido muy curioso, y me gusta saber cómo se mueve el universo en el que estoy insertado, aunque en eso de las máquinas de sonido no me fue muy bien porque recuerdo que hubo un momento en que puse al aire las cuatro máquinas de cinta de aquel momento y el sonidista me dijo: ‘no, hasta aquí llegaste, aprendes en otra ocasión’. Pero sí fue una etapa de aprendizaje junto a personas que se han dedicado durante muchos años al universo de la radio como Julio Manejías, Freddy Espinosa Martínez, Antonio Daniel Acevedo, Carmen Moreno, Rebeca Alvarez, en fin, son muchos que introdujeron en mí ese germen de la curiosidad por el Arte, por el mundo de la Radio. 
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También tengo que agradecer a Marcelo de Armas en la Casa de Cultura del municipio, a María Elena Villegas, y a muchos que me dieron la posibilidad también de experimentar en el mundo de las Artes Escénicas y del Teatro, porque en Caibarién existe un Guiñol al que estuve vinculado. Incluso, participé en la conducción de concursos como «Cantándole al Sol». 

Fue una infancia hermosa, fue una infancia donde lo que prevalecía era justamente la imaginación y donde mi familia me estimuló esa imaginación, o sea, nunca tuve una limitación por ese lado, todo lo contrario. Me estimulaban, me ayudaban, me impulsaban y hasta eran parte en gran medida de todo ese universo soñador que había en mi cabeza. Hasta llegué a presentar en la cuadra donde vivía espectáculos que hacía con los mismos amigos del barrio, y nos disfrazábamos, y hacíamos espectáculos en el portal de mi casa. Primero viví donde está la actual Televisión de Caibarién: a mi abuelo Orlando García Gil que fue combatiente le dieron una casa en ese lugar. Luego nos mudamos a otra casa que es actualmente la Galería de Arte Leopoldo Romañach. El Arte siempre estuvo rondando mi existencia desde pequeño en ese pueblo pesquero lleno de tanta magia. 

—Algunos datos biográficos sobre usted precisan que trabajó en Radio Caibarién entre julio de 1998 y octubre de 2001. ¿Cuánto aprendió en esa etapa?

—Radio Caibarién formó, sin temor a excesos, algo fundamental en mi vida. Allí comprendí, sobre todo, que la Radio y el Arte en general es una cuestión de aprendizaje diario, de esfuerzo, de entrega. Llegué a tener una programación en Radio Caibarién donde podía estar desde por la mañana grabando los programas infantiles y quedarme todo el día dentro de la emisora, escribiendo. Recuerdo los sonidos: me encantaba que sonara la máquina de escribir, porque cuando aquello las máquinas de escribir eran mecánicas. 

Hice programas de madrugada. Había un programa que comenzaba en la medianoche y terminaba a las tres de la madrugada; y cuando no llegaba el locutor que tenía que relevarme, seguía hasta el amanecer. 

Radio Caibarién aportó en mí el deseo de construir universos imaginarios desde los sonidos y los silencios. Además, en Caibarién hay una cultura radial tan grande y tan bonita que creo que en pocos lugares existe todavía. En cada casa tienen puesta la estación de Radio Caibarién, y los oyentes te siguen, porque los locutores son como esa suerte de personas que todos admiran en cada casa de Caibarién. Creo que eso sembró indiscutiblemente en mí el germen de soñar, de insistir, de reinventarme, de equivocarme y volver a insistir, levantarme y seguir hacia delante. 

En gran medida esa es una de las claves del éxito en el Arte: no llegar sino escalar. Es el proceso justamente lo que más se disfruta. El proceso de construcción de un personaje, el proceso de construcción de un texto, el proceso de realización de un espectáculo; y luego ese proceso se ve dignificado y premiado con las reacciones de los públicos. Eso es fundamental. 

Hay algo que aprendí en Radio Caibarién y creo que ha formado parte de mi esencia como ser humano, y eso es el querer siempre preguntar. En Cuba, a veces tenemos esa mala costumbre de creernos que sabemos todo, y no es así porque cada día se aprende algo nuevo del que menos tú te esperas. Desde niño, cuando había algo que no sabía por qué era o por qué funcionaba, siempre preguntaba; y todavía a estas alturas del campeonato, cuando hay algo que no entiendo, yo pregunto, y siempre digo: no quiero perder la capacidad de preguntar. Hay personas que a veces ni preguntan por pena, porque dan por hecho que uno debe tener asumido ese conocimiento. A mí no me importa. De hecho, no le tengo miedo a la aventura, ni al fracaso ni al ridículo, o sea, si hago el ridículo, pues nada, en la próxima aventura, en la próxima película, en el próximo programa me quedará mejor y saldrá bien, pero yo creo que hay que insistir, hay que estudiar, hay que crecer, hay que preguntar, hay que soñar, y todo eso lo heredé de allí de mi etapa de trabajo en Radio Caibarién. 

—¿Por qué decide mudarse de Villa Clara a La Habana?¿Cómo asumió ese proceso?

—En el año 2000, Ariel Bouza, director de Teatro Pálpito pasa por Caibarién, visita la emisora y llega a la grabación de un programa donde yo hacía las voces de casi todos los personajes. Él me invita a formar parte de Teatro Pálpito, y como nunca le he tenido miedo a las aventuras, más bien le tengo miedo a estancarme, a quedarme encerrado en un círculo donde no pueda hacer más nada que lo que está en mi zona de confort, pues arranqué, me monté en un tren y llegué a La Habana. Al principio había mucho miedo, mucho temor en mí, pero realmente fue una salvación, una dicha formar parte de Teatro Pálpito, un grupo en el que he podido escribir mis obras de teatro, donde he podido ver esas obras sobre el escenario, y además, protagonizarlas. A partir de esa decisión pude estudiar en el Instituto Superior de Arte [hoy Universidad de las Artes (ISA)] y estudiar precisamente Teatrología para poder aprender cuáles son las herramientas desde un punto de vista analítico, desde otra posición. 

El tránsito de Caibarién a La Habana fue duro porque era adaptarme a una nueva dinámica de vida y no despojarme del guajirito del que creo que nunca me voy a despojar. A mí me encanta incluso que me reconozcan como un guajirito de Caibarién. No quiero adoptar posiciones ni personalidades que no me corresponden. Por la general, la gente cuando sale de su pueblo y viene a la capital, con el paso del tiempo ya siente que es de la capital y no de su pueblo. Yo sigo siendo de Caibarién, pero vivo en la capital porque mi trabajo me impone estar aquí, donde he desarrollado la mayoría de mi carrera, pero perder la esencia de donde soy nunca va a ocurrir. De hecho, yo me siento tan orgulloso que se puede describir en la geografía de mis textos, de mis obras: siempre hay un pedacito de Caibarién que es fácil reconocerlo, entre líneas siempre se ve esa geografía. 

Fue difícil, pero hermoso y necesario ese tránsito de Caibarién a La Habana, y todavía llevo un pedacito de ese pueblo de mar metido en la maleta, en mi mochila, en mi memoria, en un sitio privilegiado del alma que creo que es lo que me sostiene y me levanta cada día con deseos de seguir soñando. Como decía Federico Fellini: la vida hay que vivirla de manera circular, hacia varias direcciones y manteniendo siempre la alegría infantil porque solo así llegarán las oportunidades.

—¿La nueva experiencia en Teatro Pálpito a partir del 2002 consolidó su vocación por el Arte de las tablas?

—En Pálpito he podido hacer tantas cosas: limpiar un escenario, hacer la banda sonora de mis obras cuando no estoy actuando, escribir… Casi todas mis obras de teatro han subido a escena gracias a Teatro Pálpito. Maikel Chávez es el actor, gracias a Teatro Pálpito. Me formé también como actor al amparo de grandes maestros como Xiomara Palacios, Ariel Bouza, Corina Mestre. Al amparo también de Julio César Ramírez y Marilyn Garbey. Eran personas cercanas a mí que formaron indiscutiblemente parte de mi crecimiento artístico y personal. 

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Descripción: El director de Teatro Pálpito, Ariel Bouza habla sobre «Pedir la mano», obra de Maikel Chávez que se llevó a escena para celebrar en 2023 el aniversario 30 de la agrupación teatral. 
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En Teatro Pálpito he tenido la dicha de que mis obras funcionen también como una suerte de taller para mí mismo, porque incluso, cuando las escribía, luego, a la hora de interpretar los personajes me reeplanteaba los procesos y decía: ‘bueno, hay textos que no puedo decir como actor’, y me daba cuenta que a veces uno como escritor desde la soledad construye un universo para esa obra, pero que ese universo cobra vida real cuando ya está en manos del director y en el cuerpo de los actores. Teatro Pálpito para mí ha sido eso, ha sido una escuela sin temor a excesos. Además, puedo decir que es escuela porque su nómina siempre ha contado con maestros de la Escuela Nacional de Arte y del Instituto Superior de Arte. En Teatro Pálpito ha estado Elena Álvarez que es profesora de voz y dicción. Con ella aprendí muchos resortes y muchos mecanismos para el trabajo vocal, para lo que hago con los distintos resonadores, con las distintas voces que pongo a los dibujos animados o a los programas de radio. Por Pálpito también han pasado Corina Mestre y Ariel Bouza, ambos profesores de la ENA [Escuela Nacional de Arte] y el ISA, entre otros. Indiscutiblemente he tenido maestros cercanos a mí, por eso puedo decir poéticamente que Pálpito ha sido una escuela, porque he contado con ellos y porque también me ha dado la posibilidad de crecer y reeplantearme constantemente las herramientas creativas, y cada nueva obra ha sido un nuevo reto, porque además, los actores en Teatro Pálpito asumen la obra buscando interconexiones. 

—Después de su incursión en las Artes Escénicas llega a algunas aulas para compartir saberes y comienza a integrar el jurado de festivales nacionales como el de Teatro «Olga Alonso» en el 2005. ¿Cómo enfrentó los desafíos de enseñar a otras personas y emitir criterios sobre determinada obra? 

—Yo estudié Teatrología en el Instituto Superior de Arte, y fue gracias a Freddy Artiles que ya había sido anteriormente mi profesor en el Seminario de Dramaturgia del Centro de Investigaciones de las Artes Escénicas. Ahí tuve a Freddy Artiles, a Heberto García, a Osvaldo Cano, y a otros valiosos profesores. Fue un seminario que duró un año entero, y recuerdo que Freddy Artiles me dijo: ‘no puedes estudiar en el ISA ni Actuación ni Dramaturgia, lo ideal es que estudies Teatrología, para que hables el mismo idioma de los críticos, para que aprendas a ver lo que haces desde otra perspectiva’. Al principio no lo entendía, de hecho, hice las pruebas para dos especialidades: Dramaturgia y Teatrología, y él fue a sacarme del aula de Dramaturgia, porque insistía en que tenía que hacer en primera opción Teatrología, y realmente esa especialidad para mí ha sido muy buena porque me ha permitido analizar lo que hago o lo que hacen mis compañeros desde un punto de vista diferente. La Teatrología te enseña a observar, a ver la obra de Arte, a comprender. Funciona para dar luces a esos creadores o para ayudarlos a encaminar su trabajo, pero también te ayuda a ti a replantearte muchas herramientas creativas. 

Formar parte de los jurados para mí fue un compromiso extremadamente fuerte, y recuerdo que al inicio no lo aceptaba, lo vine a aceptar ya cuando tenía un currículum que pudiese avalar mi criterio. Eso también lo agradezco a Teatro Pálpito, agrupación con la que tuve la posibilidad de presentarme en los principales festivales de este país, desde el Festival de Camagüey que era el más importante con los Premios Avellaneda —que tengo la suerte de haber obtenido varios como actor, como escritor— pero también en los Premios Caricato, en los Premios Villanueva de la crítica. Cuando ya incluso había avanzado en mi carrera y había adquirido también herramientas cognitivas desde la escuela fue que acepté formar parte de los jurados, y han sido varios. He sido jurado incluso del mismo Festival de Camagüey, de importantes premios literarios como el «Dora Alonso» y el «José Jacinto Milanés».

Ser jurado es una responsabilidad. A propósito, recuerdo a Raquel Revuelta, a quien tuve la dicha de conocer, y a Vicente Revuelta que también lo conocí. Recuerdo que Raquel decía que ella no creía en los premios porque los premios dependían de la tendencia artística que tuviera el jurado, que los premios dependían incluso hasta del gusto y las relaciones que tuviera el jurado con los que estuvieran presentándose, y eso es real. Para ser jurado, primero hay que despojarse de toda esa carga personal. Despojarse de uno es muy complejo, pero tienes que tratar siempre de ser justo. Sé que incluso hay festivales en los que he sido jurado que hay obras que he premiado o he emitido mi voto a favor de ellas, y son obras diametralmente opuestas a mi estética, a mi poética, a mi forma de ver el Arte o de crearlo, y justamente las he premiado porque realmente desde su contrucción, desde su calidad, eran las que llevaban el premio. Creo que tus colegas te van a respetar cuando tú seas justo con tus decisiones. Es complicado porque el Arte es subjetivo. A veces lo que a mí me gusta no tiene por qué gustarte a ti, pero hay algo que nos va unir en una función de teatro, por ejemplo. Cada uno tiene una visión desde su particularidad. El fenómeno de la recepción funciona así: leemos la obra desde nuestras experiencias emotivas y cognitivas, pero hay un punto de contacto, hay un común denominador que nos une en esas salas y que nos hace levantarnos a aplaudir eufóricos desde la emoción con el contacto con esa obra de Arte. 

Ser jurado también me ha impuesto replantearme muchas cosas a mí mismo. Me ha enseñado incluso a leer los espectáculos, a leer las distintas poéticas de los distintos grupos ricos en matices y a la vez extravagantes y divertidos como la vida misma. Por ejemplo, cuando estoy de jurado de los premios literarios me he visto obligado a tratar de comprender desde el estilo y desde la escritura de ese autor. No como lo haría yo sino como lo está haciendo ese autor y como está construyendo esa obra, y sí te digo: es una responsabilidad muy grande y conlleva el compromiso de que tienes que superarte porque además, emitir ese criterio tiene que venir amparado y avalado por una carrera. Uno tiene que ir creciendo siempre y no quedarse en su zona de confort. 

—¿En qué circunstancias comienzas a trabajar en los Estudios de Animación del ICAIC?

—Siempre soñé con ponerle voces a los muñequitos. Precisamente, una de las curiosidades que siempre sentía como niño cuando me sentaba frente al televisor a ver los muñes era cómo hablaban. Yo entré a los Estudios de Animación del ICAIC aproximadamente en el año 2003, con la serie «Fernanda», y recuerdo que fue Xiomara Palacios la que me llevó porque Mario Rivas, el director de la serie, estaba buscando las voces de los personajes. Cuando Xiomara me dice que la acompañe para que me probaran haciendo voces fue muy gracioso, porque cuando íbamos llegando a los estudios ella paró en seco y dijo como siempre tan simpática y graciosa: [imita voz de dibujo animado] ‘espérate un momentico, capaz que te escuchen a ti que haces una pila de voces y me dejen fuera a mí’, y empezamos a reírnos los dos. Llegamos al estudio. Xiomara me presenta a Mario Rivas quien dijo: ‘está bien, no hay problemas, yo lo voy a probar, pero mira Xiomara, te llamamos para que hagas la voz de este niño’. Xiomara entra, hace la voz del niño y le quedó maravilloso. Y cuando me toca a mí, dice Mario: ‘ah, pero no hay ninguna voz de niño por hacer, lo que me queda aquí es una niña’; y yo tenía tantos deseos de entrar en los Estudios, de formar parte de ese universo tan maravilloso de los dibujos animados que respondí: ‘yo hago la niña’. Entré al lugar donde se hace la puesta de voz, hice los diálogos de Iti que es la niña, que es mi actual personaje, o sea, el personaje fijo que tengo en «Fernanda», y cuando salgo de la cabina todos estaban asombrados. Ahí estaba Rosa María Carreras, la editora, y todos estaban con los ojos abiertos así grandes como diciendo: ‘qué cosa más rara, un hombre haciendo la voz de una niña’; y recuerdo que Mario me dijo: ‘no estás bien en actuación, pero es la voz que yo quiero’, y desde ese momento hasta la fecha me quedé en «Fernanda». Rosa María Carreras también me aconsejó: ‘no te pongas nervioso, hasta al mismo Frank González, hay momentos en los que le ha costado la puesta de voz’. 

La gente piensa que Doblaje y Puesta de voz es lo mismo, y no, Puesta de voz es una especialidad extremadamente compleja, incluso, se les llama ‘actores de voz’ a quienes hacen la Puesta de voz para los dibujos animados. De hecho, el actor que hace la Puesta de voz, de cierta manera está también dirigiendo la animación de ese personaje porque tiene que jugar con las distintas inflexiones de la voz para que el dibujo animado después tenga movimiento, cuando el animador vaya a hacer su trabajo. Si la voz es plana, el dibujo animado no se mueve. 

En los Estudios de Animación del ICAIC he tenido la posibilidad de trabajar con los grandes Maestros. Pude hacer «Elpidio Valdés ordena Misión Especial» con Juan Padrón y para mí fue una fiesta innombrable. Al principio pensé que iba a hacer un personaje pequeño, uno de esos que pasan y solo dicen: ‘hey, ¿cómo están?’, y no. Cuando llego al estudio a donde me habían citado para las 8:30 de la mañana y veo a Juan Padrón delante de mí, comienzo a temblar porque estaba súper nervioso al tener a ese grande de la animación en Cuba delante de mí. Él se da cuenta que yo estaba nervioso y más nervioso me puse cuando me empieza a mostrar el History Board, a contar la historia del capítulo que era además en homenaje a los 45 años de Elpidio. Cuando veo que el protagonista del capítulo era yo me puse más nervioso. Sin embargo, Juan Padrón lo que hizo durante todo el tiempo fue hacerme chistes, hacerme cuentos de sus abuelos, hacerme reír y darme confianza. Terminé haciendo ese personaje que era El niño, se llamaba así, y cinco personajes más. Recuerdo además a Juan riendo, seguro para darme confianza, cuando estábamos escogiendo las tomas de voces. Él decía: ‘pero mira a este niño, es como Frank González, es de primera toma, este es un actor de primera toma’. Estoy seguro que lo hacía para darme confianza. Ahí aprendí que eso es fundamental en la dirección, o sea, que el actor se sienta que es importante y que es el centro de ese hecho creativo. 

En los Estudios trabajé mucho también con Jorge Oliver Medina. Con él comencé haciendo la serie «El Reino de la Ortografía», y después de eso trabajé siempre con él en sus proyectos, ya fueran dibujos animados, audiolibros, incluso hasta libros. Hicimos una serie de siete libros que se llama «Planeta Cachivache» que él me los ilustró y yo los escribí. Siempre trabajaba conmigo y ya decía que yo era su autor fetiche. Aprendí mucho con Jorge Oliver, pero he trabajado también con jóvenes directores como Alien Ma, Alexander Rodríguez, e Isis Chaviano. He trabajado también con José Martín Díaz en «Cuentos de Ñañaseré». Ha sido extraordinario, y todavía me mantengo trabajando en los Estudios de Animación del ICAIC. Estoy con mi serie «Cuentos para Federico», pero también trabajo en «Ciberdanz», en «Anita y Tareco», y en los que te mencioné como «Fernanda» y «Cuentos de Ñañaseré». Son muchos. Hice once capítulos de «Rui La Pestex», una serie de cortos animados que creó Jorge Oliver; y ya te digo: para mí es una fiesta innombrable trabajar en los Estudios de Animación del ICAIC, el sitio en donde siempre quise estar. 

—¿Cuál es la génesis de Federico, personaje al que usted da vida en muchos productos creados para niños, desde la literatura, el cine, el teatro, la radio y la televisión? ¿Cómo valora la evolución y crecimiento del popular ratoncito? 

—Federico surge en el año 2008. Fue resultado de la obra «Un mar para Tatillo» que obtuvo premio en la primera edición del Concurso «Dora Alonso» de la editorial Tablas-Alarcos. Federico en ese momento era el personaje negativo de la obra, el malvado. Esa obra la monta Teatro Pálpito y Federico siempre tuvo desde la interpretación, desde que asumo el personaje como actor, un nivel de simpatía tan grande, que conectaba inmediatamente con el público. Fíjate que el malo se robaba el show. En una ocasión me dijeron que la obra se convertía en el show de Federico, que era en la obra quien se robaba todo el show, y eso me obligó a mí como dramaturgo a ir cambiando y perfilado el carácter del personaje.

Cuando yo veo Federico, cuando lo siento, cuando lo interpreto, se parece tanto a los niños de la Cuba de aquí y ahora, o de la Cuba del momento en que lo estoy interpretando. Para mí Federico ya en la obra «Vida y Milagro de Federico Maldemar» se convierte en una suerte de niño terco, preguntón, gracioso, que comete errores. Es un héroe que se parece a la vida misma, que se ríe, que mete la pata todo el tiempo, que rectifica, pero que sobre todas las cosas tiene un excelente corazón y una metáfora de vida muy importante: ‘los sueños son tan frágiles como el aleteo de un zunzún, que pueden quebrase, pero la fuerza del soñador siempre los va a salvar’, y eso es lo que hago desde Federico, que por momentos lo utilizo como una suerte de alter ego que me permite canalizar energías y construir universos desde él. Federico saltó de la literatura dramática, del texto teatral publicado por Tablas-Alarcos en el 2008, saltó al teatro presencial, vivo, creado por Pálpito, pero también fue a la radio.

Durante los tiempos de pandemia habían desaparecido los programas para niños ya que los estudios se habían cerrado, y un amigo me dijo: ‘ya que haces tantas voces, ¿por qué no inventas un programa donde hagas todos los personajes?’, y me pareció una excelente idea. Comencé haciendo a las cinco de la tarde todos los días en vivo por Radio Progreso, cuentos en los que yo hacía todos los personajes, y ya para el verano, la directora de la emisora me dice: ‘¿por qué no hacemos un paquete donde tú hagas todos los personajes y lo hacemos para el verano ya más pensando, más elaborado?’, y de ahí, este amigo me vuelve a decir: ‘si existe Federico y es tan gracioso y conecta con los públicos, por qué en vez de hacer cuentos normales no haces cuentos para Federico para que interactúe todo el tiempo contigo, y meta la pata, y se ría del cuento, y le de la vuelta, y así surge Federico en la radio. 

De ese Federico en la radio se enamoran Alexander Rodríguez e Isis Chaviano, el productor Armando Alba y la psicóloga Nilsa González, porque estábamos trabajando también con spots animados. Eran spots que informaban sobre la Covid-19. Ahí estaba Fernanda, estaban los personajes de la serie «Equipo 009»; y ellos escuchan los programas de «Cuentos para Federico», se enamoran de esos programas, y lo ven ya como una serie para Animados ICAIC. Deciden presentar el proyecto de Federico en Animados ICAIC, como personaje animado, y también ahí mismo en el ICAIC creamos la Peña de Federico que justamente cumplió un año de fundada en octubre de 2023. Ahí es cuando Federico vuelve a los escenarios y a conectarse con sus públicos para que vean muñes cubanos en la pantalla grande del cine. 

Pero también Federico se convirtió en ese personaje que invita a que seamos mejores personas desde la inclusión porque llevamos a Federico a la escuela René Vilches, que es la de niños en situación de discapacidad auditiva. A esos niños también los llevamos a los Estudios de Animación del ICAIC. En todos los productos de Federico, ya sea en la peña o en la serie, tenemos una intérprete de Lengua de Señas para que todos nuestros públicos tengan acceso y podamos comunicarnos desde el único lenguaje que para mí tiene sentido, que es el lenguaje del Amor, el lenguaje del Afecto, el lenguaje del Cariño.

Federico está también en la televisión porque en el verano de 2023, durante los meses de julio y agosto, a las diez de la mañana salía al aire «Fede TV», una invitación a ver dibujos animados cubanos con inclusión de Lengua de Señas, y una provocación también para los televidentes oyentes, porque sacamos a la intérprete de Lengua de Señas del habitual cuadrado que tiene en la esquina de la pantalla y la pusimos al mismo nivel de los actores para que compartiera escenario. Asumimos también el proceso de creación de la segunda temporada de «Fede TV».

Federico es esa suerte de personaje que es capaz de saltar de un medio al otro, de reinventrase, de jugar y de conectar y de ser parte del imaginario de muchas personas. En esta última peña de Federico fue impresionante cómo se llenó el cine, y cómo además, cuando yo salí con Federico, los niños se levantaron de sus asientos en el cine y vinieron corriendo para el escenario a abrazarlo, a saludarlo, y yo decía: ‘ay, mi madre, me van a romper el títere’, y lo que estaban era abrazándolo; pero qué cosa tan hermosa. Y mientras exista una persona que crea en ese sueño, que crea que existe Federico, en que es real y que abrazarlo sea un bálsamo para su alma, voy a estar insistiendo con Federico en crear multiplicidad de discursos en multiplicidad de escenarios.

—En octubre de 2023 celebramos el primer aniversario de la Peña de Federico. En ese espacio son muchas las aventuras vividas con el público infantil, con el que mantienes comunicación incluso a través de plataformas digitales como WhatsApp. ¿Cómo funciona esa retroalimentación? ¿Cuáles son las principales anécdotas que atesoras de la Peña?

—La Peña de Federico es algo que incluso ha ido creciendo en consonancia con sus públicos. Yo tengo momentos que voy a atesorar en mi alma para siempre, e incluso a veces cuando me pongo triste —que es parte de la vida ponerse triste también, porque la gente piensa que en la vida todo tiene que ser alegría, y no, la vida cuenta con momentos tristes—, cuando los momentos tristes vienen a mi vida, lo primero que hago es recordar esos momentos vividos en la Peña de Federico, como cuando un niño llamado Alejandro, en Matanzas, es estimulado por un programa de radio, y tiene sus alarmas puestas a las cinco de la tarde para no perderse ni una sola emisión de «Cuentos para Federico». Cuando es estimulado a escribir, porque también ha escrito cuentos que los he usado y los he hecho en el programa de radio. Y a ese niño en Matanzas sus padres le dijeron que podían llevarlo el día de su cumpleaños a Varadero, que caía un 18 de diciembre, y ese niño vio que la Peña de Federico era el 18 de diciembre, y el dijo que no, que su mejor regalo era que lo trajeran a La Habana a la Peña de Federico. Entonces sus padres rápido se pusieron en contacto conmigo e hicimos un cumpleaños para Alejandro. Ellos compraron un cake, decoraron el camerino y todo quedó como que Federico le había preparado el cumpleaños. Yo recuerdo a ese niño temblando de alegría y besándole la naricita a Federico todo el tiempo. Esa imagen no se me va a borrar nunca. Como no se me va a borrar la imagen de Carmencita que vino desde Santiago de Cuba con su familia a conocer a Federico y le dimos todo un recorrido por los Estudios de Animación del ICAIC porque en ese momento no había peña, pero ella estaba emocionada de ver a Federico, de ver cómo se producen los muñequitos, y además, su mamá tuvo que construirle en su cuarto una casa, una casita de cartón que es donde vive para ella Federico. O cuando de repente, en Caibarién, el pueblo donde yo nací, entre todos los padres del proyecto «Colores del mar» —que reúne a niñas y niños que tienen inclinaciones por el Arte— recuadaron dinero, y ellos mismos pagaron la renta de una guagua y salieron de madrugada, a las 4:00 a.m. para viajar más de 300 kilómetros para sorprenderme en la Peña de Federico. 

Cada vez que yo recuerdo ese tipo de cosas digo que el Arte tiene un poder enorme para renovar los deseos de vivir. Cuando yo recuerdo esas cosas me dan deseos de vivir porque veo el valor real y tangible del Arte detrás de ese tipo de sucesos. O cuando los niños de la escuela René Vilches montaron con Lengua de Señas la canción de Federico y yo comencé a llorar en medio del escenario porque me emocioné al verlos interpretando con Lengua de Señas la canción de Federico. Básicamente la letra lo que dice es: ‘puedo cantar porque el aire limpio me despeina, canto porque vuelan mariposas, porque hay flores y un jardín, canto por la vida que me toca y porque puedo ser feliz’. Me emocioné también después que una de las niñas dijera que eso era muy importante para que los oyentes viéramos que los niños sordos también pueden cantar con sus manos. Eso para mí es extremadamente importante, como lo es ver a ese público que sigue la peña constantemente y que sienten que es un espacio en el que van a estar alrededor de tres horas prácticamente, viendo muñes cubanos en la gran pantalla pero también disfrutando con los invitados. Ese es el espacio donde celebramos cumpleaños, donde además, cantamos, bailamos, reímos. Es un espacio donde los niños son libres para hacer lo que entiendan. Ese es el espacio de los niños y las niñas, y de los padres y las madres, y de la familia. Y es importante que sientan que eso es de ellos. La peña para mí significa eso, una oportunidad de renovar los deseos de vivir, y yo agradezco al equipo de la peña, a Nilsa González mi codirectora, a Armando Alba, el productor y también el gestor de muchas de las cosas que suceden en la peña, y también a Isis Chaviano, a Amarilys Sánchez, por su rol de Pastosa, a la Compañía Cascabel, a todos los invitados que siempre van a compartir y a generar ese espacio de belleza. Un espacio de belleza que es como yo lo puedo catalogar. 

—Tanto en la Peña de Federico como en los productos audiovisuales destinados a la televisión y el cine ocupa un papel relevante la interpretación en Lengua de Señas Cubana. ¿En Cuba fuiste el primero en llevar a la práctica estas acciones inclusivas desde los espacios que mencioné o consideras que estás entre los primeros en hacerlo? ¿Cómo valoras esta oportunidad que ofreces a la comunidad sorda? 

—Realmente no puedo hablarte de estadísticas, de si soy el primero o el del medio o el último; y realmente tampoco me interesan esas estadísticas. Sí me interesa que acabemos de comprender que si la comunidad sorda, por ejemplo, ha hecho un esfuerzo enorme durante años para tratar de ser comprendida, y si nosotros aspiramos a ser una sociedad más inclusiva, ya es hora de que las personas oyentes tomemos cartas en el asunto y de verdad aprendamos a comunicarnos y aprendamos que existe la Lengua de Señas y que existen esa personas en situación de discapacidad, que están ahí y son un público necesitado de nuestra comprensión, de nuestra comunicación. Recuerdo que cuando pusimos los primero materiales en la escuela René Vilches, una profesora que es sorda se emocionó tanto que confesó que por primer vez entendía lo que decían los muñequitos, porque la voz de los dibujos animados es una aproximación, realmente no mueven la boca como lo hacemos nosotros los seres humanos, es una simulación, una aproximación. Ellos no pueden siquiera leerle la boca a los muñequitos. Yo creo que la Peña de Federico o la serie de Federico o el programa «Fede TV», a parte de incluirlos a ellos dentro de su entramado dramatúrgico también son una provocación para los oyentes. Yo siempre lo digo, el programa «Fede TV» es una provocación para que nos demos cuenta de que a veces pasamos por alto la importancia de aprender a comunicarnos con todas las personas que nos rodean, y me pregunto: ‘¿qué pasará con un juez, con un abogado que tenga que enfrentarse a una persona en situación de discapacidad auditiva o con otra discapacidad y no sepa cómo comunicarse?, ¿qué vamos a hacer?, ¿lo vamos a dejar todo así?’. Creo que es tiempo de crecer como seres humanos. La pandemia [de Covid-19] vino a hacernos mucho daño, tuvimos muchas pérdidas, y aún seguimos siendo, como decía Eliseo Diego: ‘los cubanos que tenemos la mano extendida para decir adiós’; y decir adiós duele mucho. Todo ese tipo de cosas yo creo que a veces no nos hace valorar y replantearnos quienes somos nosotros en este sociedad, que necesitamos de verdad sacar lo mejor de nosotros, que necesitamos ser más acertivos, más comprensivos, que necesitamos de verdad ponernos en el lugar del otro, pensar también en los otros más que en uno mismo, que no son tiempos de egoísmo que son tiempos de unirnos y esa es la máxima que yo sigo con Federico desde la inclusión, para ese público que lo necesita. 

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Me considero un ser que está provocando desde el Teatro, desde la pantalla de la televisión estoy provocando a esos oyentes que a veces son indolentes y que no se dan cuenta que esas personas también necesitan ser comprendidas, que necesitan que tendamos un diálogo, un puente comunicativo, que podamos todos hablar sin barreras, que podamos todos entendernos sin barreras comunicativas. Eso es lo que persigo. Incluso en la peña yo no llevo la cuenta de las personas en situación de discapacidad auditiva o con otras discapacidades que van. Se trata de un espacio abierto para todos, porque todos vivimos en esta gran casa que es Cuba y como todos vivimos en esta gran casa tenemos que aprender a convivir. Y cada día es un bonito pretexto para aprender, y por eso voy a seguir provocando. Desde la puesta en pantalla, desde la puesta en escena voy a provocar para llegar por lo menos al alma de algunas personas sensibles. Por ejemplo, hay una niña: Nicole que sintonizó todos los programas de «Fede TV». Es una niña oyente que tiene siete años y ya ella se aprendió todas las señas que nosotros mostramos en «Fede TV», que no es un clase de Lengua de Señas sino sencillamente una invitación para que aprendas a saludar en Lengua de Señas, para que aprendas a preguntar ‘¿cómo estás?’, para que aprendas a aplaudir. En la Peña de Federico aplaudimos también con Lengua de Señas y con los aplausos a los que estamos acostumbrados. Es una provocación para que te revises a ti mismo y te digas: ‘¿dónde estás?’, te sitúes aquí y ahora y aprendas a comunicarte con todos los que te rodean, tengan o no alguna situación de discapacidad. 

—¿Es el público infantil el destinatario principal de tu obra literaria? ¿Qué libros permiten el acercamiento a su quehacer como escritor y dramaturgo? 

—El público infantil me ha interesado siempre porque lo considero un público extremadamente complejo, porque a diferencia de muchas personas que piensan que en la práctica trabajar para niños es acudir a clichés, ñoñerías, a tratarlos de amiguita y amiguito, yo no. Creo que incluso, el niño con el que me comunico ahora en pleno siglo XXI es un niño que tiene acceso a tecnologías. Es un niño que ve materiales que no debería ver porque son materiales para adultos, pero los ve porque los padres se lo permiten. Son niños que tienen acceso a las redes sociales, algo que puede ser alarmante, escandalizante, pero que es una realidad que nos toca ahora asumir y que está ahí y que no podemos seguir viviendo con esa idea de que al niño hay que construirle el universo soñado, maravilloso, genial… No, no. El niño tiene acceso a películas de terror, el niño tiene acceso a videojuegos súper agresivos, súper violentos, entonces uno tiene que aprender a dialogar con ese público complejo y difícil. Un público que además estamos ganando un doble público porque yo siempre trato con mis obras y todo lo que hago para los niños es crear un doble canal de comunicación, porque el niño no va solo al teatro, va acompañado de su padre, de su madre, de una persona mayor que va a estar siempre regentando ese suceso en contacto con el Arte. Como mismo el niño no escucha solo el programa de radio, lo hace acompañado de un adulto. Como mismo no ve la película solo, siempre habrá una persona mayor regentando ese fenómeno de la comunicación, y por tanto, me interesa hablar tanto con el niño como con el padre y lanzar preguntas difíciles y complejas de vez en cuando. Tengo un cuento que habla incluso de la muerte, sobre una perrita que muere, y me interesa que el niño cuando lea sea capaz de preguntarle al papá ‘¿por qué ocurren estas cosas?’. 

También está mi obra «Con ropa de domingo», con la cual he podido viajar a muchos lugares del mundo y he podido presentarme en los principales teatros de mi país. Tengo muchos premios y reconocimientos con esa obra, habla justamente de la desintegración de la familia, de los deseos del protagonista, de irse a la capital a ser alguien y dejar el pueblo donde nació, donde creció, al amparo de su madre que era costurera y su padre que era el mejor cuentero del batey; y cuando ese niño llega a la adolescencia descubre que quiere ser titiritero o ‘titiritista’ como dice su mamá, y cuando esa obra termina, que llega el tren, porque todo ocurre en una estación de trenes mientras él está esperando el tren para irse a la capital, siempre recuerdo que dentro del público, a los adultos se les hace un nudo en el pecho y terminan llorando, y los niños terminan brincando y saltando, y muchos se han dado cuenta y preguntan: ‘¿mamá, por qué lloras?’, ‘¿papá, por qué lloras?’. Ahí se genera un fenómeno de comunicación que es el que me importa a mí como dramaturgo o como creador, generar en estos públicos. Tengo muchos referentes de autores, ya sean cubanos o extranjeros. Siempre voy a beber de la buena literatura. Ahí está Astrid Lindgren con «Ronja, la hija del bandolero». De los cubanos tengo por ejemplo a Sindo Pacheco, con su saga de María Virginia: «María Virginia está de vacaciones», «María Virginia, mi amor», «María Virginia y yo en la luna de Valencia»… Mencionarte ahora mismo autores de referencia es muy complejo porque además me gusta leer todo tipo de género, porque además, eso es lo que me alimenta el alma, y lo que me permite descubrir a veces frases que dan un destello de una posible historia.

—Su vida profesional inició en la Radio, en Villa Clara. ¿Qué emisoras de La Habana le han ofrecido la oportunidad de mantener esa relación con el medio y cuáles son las principales satisfacciones que le han brindado esas plantas radiales? 

—Cuando vengo a La Habana, la primera emisora que me abre sus puertas y en la que estuve trabajando durante nueve años fue Habana Radio, de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Ahí estuve trabajando con Corina Mestre, con Adriel Bouza, con Yanelis Mora, y era guionista, director y actor de mis programas. Tenía un programa diferente cada día: el lunes era un programa, el martes era otro, el miércoles tenía incluso hasta una radionovela que se llamaba «Pueblo chiflado» y que iba inventando mientras salía al aire. Ahí en Habana Radio pude hacer también teatro para adultos. Incluso llegué a impartir el curso de Guion en la titulación de Directores de Radio de esa emisora. Fue una emisora que me dio muchas alegrías y en la que pasé un tiempo extraordinario. 

Luego comienzo a trabajar en Radio Progreso. En Radio Progreso el primer programa que hice fue «La ronda de los audaces» que comencé como escritor, como guionista, pero también comencé actuando por casualidad, porque María Antonia Álvarez Albelo, la directora del espacio «Estudio 4» me descubre. Alguien le habló de mí parece. Me hizo una prueba para el programa «Campos y ciudades» que ella dirigía también, y cuando terminó de hacerlo me dice: ‘¿tienes disponibilidad de tiempo de trabajar conmigo en una novela el mes que viene?’, y le dije: ‘sí, puedo hacerlo’, y para sorpresa mía, algo que siempre le voy a agradecer: yo entré a Radio Progreso por la puerta grande, porque comencé protagonizando esa novela que se llamaba «La Catedral del Mar». En Progreso he tenido momentos hermosos: he sido director, guionista, actor. He tenido muchos reconocimientos. Premios Caracol con «El día grande de Hilario Canijo», de Joaquín Cuartas. He trabajado como locutor en un programa tan hermoso como lo era «Pensando en ti» que hacía con mi colega Arletty Roque Fuentes y que dirigía mi colega Yanixa Alvarez y que todos los días nos dábamos cita a las 6:30 de la tarde, y que teníamos tantos seguidores, tanto público, no solo en Cuba, sino también en el extranjero que recibíamos los reportes de sintonía ahí al momento porque se transmitía en audio real en internet. 

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También Radio Progreso es la casa que ampara «Cuentos para Federico» que recientemente en el Festival de Radio Progreso tuve la sorpresa de que fue el gran premio de ese Festival. Eso me alegra por la satisfacción que generan los premios pero sobre todo porque me da una cosa bonita de que un programa para niños sea el gran premio de una emisora que se está reinventando y que está proponiendo nuevos caminos para la cercanía con sus públicos. Y que «Cuentos para Federico» tenga tantos seguidores de edades tan diversas me parece algo fabuloso. Algo muy muy bonito.

También en Radio Arte trabajo y tengo algunos proyectos nuevos que ojalá se concreten. Ahí también he trabajado como director, actor, guionista… En fin, la radio ha sido para mí casa y camino al mismo tiempo. Y me han amparado básicamente estas tres emisoras en la capital: Radio Progreso, Radio Arte que es la casa productora de dramatizados en Cuba, y Habana Radio que es la emisora de la Oficina del Historiador de la Ciudad. 

—¿De qué forma su obra y su quehacer cómo profesor ha trascendido las fronteras cubanas?

—A mí me gusta mucho la pedagogía, me gusta mucho impartir clases porque me hace obligatoriamente estudiar y replantearme cosas. De hecho, a veces cuando los alumnos me hacen preguntas en el aula es como un susto, el mismo susto que uno siente cuando hace un programa en vivo, que pase lo que pase tiene que seguir o cuando estás actuando en vivo en el teatro que pase lo que pase tienes que seguir. Realmente para mí la pedagogía es algo fabuloso. Tanto en Cuba como el extranjero he tenido la posibilidad de impartir mi Taller de Dramaturgia, un taller que he ido versionando y modificando según los públicos, porque me gusta también estudiar a mis alumnos. De hecho, mi primera clase, la clase encuentro, siempre es para yo saber cuáles son los objetivos que persiguen mis estudiantes con el taller. ¿Qué quieren ellos? Por ejemplo, en Estados Unidos, todos los que se inscribieron a mi taller eran actores. Entonces no tenía sentido que yo impartiera un Taller de Dramaturgia para actores que no querían escribir, y lo que hice fue variar por completo el taller y crearlo como las herramientas de los actores para penetrar en el texto dramático, o sea, cómo entrar a un texto dramático, cuáles son las leyes de la dramaturgia, las leyes del tiempo, las leyes del conflicto. En Venezuela también he impartido ese mismo taller que ha sido todo lo contrario porque los alumnos que tenía allí eran de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) que sí estudiaban Arte Dramático. Me pasó también en México que el
INBAL, o sea, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura me invitó a impartir el taller y muchos de los que se inscribieron ya eran dramaturgos, ya tenían una carrera, y más bien lo que hice fue crear una especie de taller en el que yo escuchaba qué era lo que ellos creaban, cuáles eran sus dinámicas de creación. A mí como no me gusta que me impongan, no me gusta imponer nada, y yo creo que la pedagogía va de eso, de estudiar a tus estudiantes, de saber que quieren, hacia dónde van, y tú como profesor sencillamente darle luces, darle el impulso para que brillen. En la medida en que tus alumnos brillan tú vas a brillar también. 

—Locutor, escritor, guionista, dramaturgo, actor, director… Radio, Literatura, Teatro, Cine, Televisión… ¿Qué profesión priorizas, en cuál te sientes más cómodo y qué medio consideras que es el ideal para desarrollarte profesionalmente? 

—Yo priorizo por sobre todas las cosas a Maikel Chávez, el que sigue siendo el muchachito intranquilo que salió de Caibarién con deseo de comerse el mundo. Maikel Chávez el que cree en amaneceres y rocíos, en colores y olores que no caben dentro del pecho. En ese Maikel Chávez que tiene que obligatoriamente emocionarse con las cosas que hace, que creer en lo que hace. Ese mismo Maikel Chávez que es tan intranquilo, tan inquieto, tan ansioso. Creo que por eso es que me muevo en todos esos medios, porque no me concibo sin trabajar, sin hacer algo, y sobre todo, sin que ese algo aporte e importe a las personas que me rodean. A veces la gente piensa que el Arte es simple, que actuar es simple, que escribir es simple: ‘ah sí, mira, él es artista, míralo como se luce’. No, no, no. Esta es una profesión difícil, de muchos compromisos, esta es una profesión de mucha responsabilidad. Realmente me voy a sentir cómodo e identificado con todo aquello que me remueva el alma, con todo aquello que me haga creer, que me imponga derroteros, que me haga reír. Soy una persona que necesita reír todo el tiempo, incluso en los momentos más difíciles de mi vida me vas a ver con una carcajada y con una sonrisa de oreja a oreja. Me identifico con la Alegría y la Felicidad de poder cada día desde mi profesión reinventarme a mí mismo y construirme caminos hacia distintas direcciones. Ya te
mencionaba a Federico Fellini que decía que la vida hay que vivirla de manera circular, en muchas direcciones y manteniendo siempre la alegría infantil. A mí me gusta todo lo que hago, a mí me gusta actuar, a mí me gusta escribir, a mí me gusta dirigir. A mí me gusta también llegar al teatro y ayudar a vender las entradas, o limpiar el escenario si hay que hacerlo, a mí me gusta poner la música, me gusta ambientar. Los que han trabajado conmigo saben que soy riguroso con eso: yo limpio la sala, yo reviso que no haya basura en el escenario, yo pongo inciensos porque quiero que cuando el público entre sienta que está llegando a ese mundo nuevo que estoy construyendo desde la obra de teatro. Yo no retrato la realidad, yo sencillamente veo la realidad desde mi micromundo, y sobre el escenario construyo una nueva realidad. Esa realidad disparatada, loca, extravagante y divertida que me interesa mostrar a los demás y dialogar con ella y con los espectadores. 

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—Aprender y alcanzar cierto grado de experticia en la vida profesional requiere de mucho empeño. ¿Cuánto has tenido que sacrificar para alcanzar el éxito, qué te inspira, cuáles son las personas que te han ayudado a crecer? 

—El éxito es algo relativo, el éxito incluso es algo que es temporal, que depende de un momento, de ciertas circunstancias. El éxito no debe ser para nada el objetivo de nadie. Uno sí se siente cómodo y fabuloso cuando su obra tiene éxito, pero el éxito no es lo más importante. Lo más importante es el trayecto, el camino, lo recorrido. Las personas que conoces, con las que te fajas, con las que discutes. Como te fajas contigo mismo, como te replanteas las cosas. Uno a veces es muy testarudo y cree que lo que dice es por ahí. Y yo no quiero ser así, aunque soy de los que defiende: ‘voy por ahí, y es por ahí, y por ahí’. Pero de repente, cuando me demuestran que no, que estoy equivocado, digo: ‘perfecto, pues entonces es por allá’. Creo que el trabajo de uno requiere de estar todo el tiempo como una esponjita, captando señales, informaciones, aprendiendo. Una de las cosas más lindas que yo disfruto de mi trabajo es aprender. 

De sacrificios sí, te puedo decir que he sacrificado mucho, incluso a veces he sacrificado hasta mi vida personal. Hace poco una amiga me decía: ‘todo no puede ser trabajo’, pero yo a veces no tengo tiempo. A veces se me juntan tantas cosas que solo estoy pensando en el trabajo. Me he puesto a revisar y a veces no tengo tiempo de salir a compartir, a celebrar, y lo tengo asumido, es parte de los sacrificios o del precio que tengo que pagar por lo que me gusta hacer. Eso en gran medida es sacrificio, pero por otro lado no porque disfruto mucho cuando estoy creando, cuando estoy trabajando, y me siento triste cuando no lo puedo hacer o cuando estoy en esos estados de pausa que me llevan a preocuparme. Me considero una persona que trabaja y que incluso mis creaciones no es que sean exitosas, es que le han gustado a un público, a un sector, a una equis cantidad de personas. Que he tenido suerte porque me han premiado, bueno sí, pero hablando claro, los premios te los ganas hoy y mañana nadie se acuerda de los premios, por lo tanto los premios no determinan nada. El éxito está en lo feliz que tú seas con lo que tú haces, y en lo esperanzador que te vuelves cuando dices voy a hacer una nueva cosa o voy a emprender un nuevo camino con este nuevo proyecto, y por supuesto, el emprender nuevos caminos implica dejar cosas atrás, o sacrificar cosas, ya sea de tu vida personal. A veces es cruel, pero es algo que tienes que aprender a aceptar. 

—¿Cómo valoras el 2023 en tu vida profesional y cuáles son los proyectos para el futuro inmediato?

El 2023 en mi vida personal, imagínate que cuando yo era niño había en Caibarién un aparato de diversiones en el zoológico que le decíamos el ‘sacatripas’, que no llegaba a ser una estrella giratoria pero es una cosa que daba vueltas y que iba rápido y que te asustabas y que reías y que llorabas y que por momentos te daba miedo. Yo creo que el 2023 para mí ha sido en gran medias eso, como montarme en un ‘sacatripas’, como le decíamos en mi pueblo a esa diversión en el parque-zoológico; una especie de sorpresa, de aprendizaje, porque he tenido muchos proyectos, tanto en la Radio como en los Estudios de Animación del ICAIC, como en el Teatro con la Peña de Federico, como en la Televisión con «Fede TV», un programa con el que también estoy aprendiendo nuevos códigos, pero ya te digo, para mí el 2023 ha sido eso, un proceso de constante regeneración, de constante alegría. Pero también de momentos tristes porque me he tenido que despedir de gente que quiero mucho. Me he tenido que despedir desde el plano físico, porque ya no están, y despedir también porque han emigrado y se han ido a otras partes. Y decir adiós es un acto pujante, doloroso, pero que siempre nos persigue a las criaturas de islas. Creo que los isleños siempre vamos a decir adiós en cualquier parte del mundo, cualquiera que viva en una isla va a tener esa premisa de qué existe más allá del horizonte, de esa agua que estoy viendo. Eso es un problema de isleño siempre, y el 2023 ha sido para mí el tener que decir ‘adiós’ y decir ‘hola’ a muchas cosas en mi vida. Proyectos futuros, pues continúa la Peña, continúa el programa de Cuentos para Federico en Radio Progreso renovándose, porque no me gusta estancarme. Tenemos nuevos capítulos de «Fede TV» en su segunda temporada. Seguir haciendo muñes: hay nuevos capítulos de «Fernanda», de «Ciberdanz», de «Ñañaseré», de «Cuentos para Federico» en los Estudios de Animación del ICAIC. Tengo nuevas publicaciones que deben salir próximamente. Por Ediciones Matanzas debe salir mi libro «Puerto de Coral». También por ediciones cubanas debe salir el libro de «Federico y Pipo Pipo» que ya estamos terminando. Seguir trabajando con el proyecto Animaseñas que dirige Nilsa González, la psicóloga de los Estudios, y también profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Tengo muchos planes, pero yo prefiero que la vida me sorprenda tanto para bien como para mal y ver cómo se sale de esa sorpresa, como se avanza y se sale de ese susto ante la sorpresa, ante lo bueno o lo malo, lo que genera ese susto en uno y como uno avanza. Yo creo que básicamente por ahí van los tiros. Y soñar. Aunque parezca una frase trillada que todos usamos, yo creo que mientras más soñemos más nos vamos a salvar. 

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