Cultura

¿La «gente» también soy yo?

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No, no te olvides de la gente. Escribe con tu propia letra el verso de Fayad Jamis: “Levántate y ayuda al mundo a despertar”. Alza el verso, y sostenlo como una antorcha luminosa para dar lumbre a nuestra gente

¿Quién es la gente? ¿Los otros donde no me incluyo? No sé cómo funciona esta palabra en otros idiomas, pero entre nosotros, parece que la gente siempre son los demás, y pocas veces se refiere a nosotros mismos.

Cuando digo, por ejemplo, “la gente es mala”, ¿soy parte de esa maldad?  Tal vez en este justo momento, por la puerta de una casa sale una voz donde chillan las palabras: “la gente siempre anda con el chisme”. Ahí la gente no es el Yo, sino el . Y cuando se dice chisme se abre El Cantar y el Saber de Juan Sin Nada, de Samuel Feijoo: El chisme es como el carbón, cuando no quema por lo menos ensucia”.   

Desde la ventanilla de una guagua, se escucha a alguien que pasa y dice: “la gente anda como loca” … ¿La gente loca por los precios o porque no andan con cuidado por la calle?  No sabemos. Pero la gente y los locos, siempre son los otros.

 Mire usted, cuando alguien tropieza al andar, nos reímos: ¿Por qué? ¡Porque los otros, la gente, no sabe caminar bien, yo sí que no tropiezo!

Por allá, uno pone la mano en el hombro a otra persona, mientras le aconseja: “no hagas caso a lo que dice la gente”.  En ese instante pasa un camión con su humito blanco, y lleva un letrero: ¡Vive tu vida, no la mía! Y el viejo estribillo de un bolero, resucita la demanda: “no hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más” …

Más acá, alguien retoma la versión, “la gente anda diciendo por ahí”. La gente es el rumor, una voz anónima de la que no formamos parte, como un cardumen que arma sus figuras en el agua y nosotros desde el muelle solo somos espectadores con el dedo extendido.

A veces la gente, es como la multitud caótica que suma las voces de una pasión para decir al Cristo, ¡Hosanna!, y luego, cambia de opinión para exigir: ¡crucifíquenlo! O se nos presenta como en la obra tragicómica de Lope de Vega, Fuenteovejuna, donde salta una pregunta con su respuesta: “¿Quién mató al Comendador? Fuenteovejuna Señor. Fuenteovejuna lo hizo” Hay algo de Fuenteovejuna, en la gente.

Y más allá de la Villa de Andalucía y el Comendador, al final de la calle, por donde rompo mis zapatos, regresa Eliseo Grenet, en la garganta de Juana Bacallao o Farah María: “Para pantalón y saco, vendo perchero barato…Si me pides el pescao, te lo doy…”  ¿Perchero barato? ¿El pescao? ¿A cómo la libra? ¿De qué pescao estamos hablando aquí? La gente es mal pensada y se figura cosas.

Finalmente, cuando decimos que el otro es “buena gente”, algo nos incluye, el Tú es el Yo. La crítica o el amor, que sobre los demás cae, sobre nosotros cae. “A gente se ve”, dicen en Brasil antes de una despedida, y se traduce con un: “nos vemos”. Eso nos recuerda que también, la gente, soy yo.

Abro ahora, la página de un pequeño libro que lleva por nombre, El Equilibrio Tartamudo, y leo este gesto poético de una amiga: “Y qué poca “gente” / nos sentimos “gente” / cuando hablamos de la “gente” / para criticar a la “gente”.

No, no te olvides de la gente. Escribe con tu propia letra el verso de Fayad Jamis: Levántate y ayuda al mundo a despertar”. Alza el verso, y sostenlo como una antorcha luminosa para dar lumbre a nuestra gente.

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