Hábitos de vida saludables retrasan o mejoran síntomas de demencia
Practicar hábitos de estilo de vida saludables puede ayudar a preservar la función cerebral en personas con deterioro cognitivo leve o demencia temprana, según una investigación publicada hoy en la revista Alzheimer’s Research and Therapy.
De acuerdo con el estudio, alrededor de 71 por ciento de los pacientes que comían de forma saludable, hacían ejercicio con regularidad y se dedicaban a la gestión del estrés, tenían síntomas de demencia que se mantenían estables o mejoraban sin el uso de ningún fármaco.
En contraste, la pesquisa mostró que alrededor de 68 por ciento de los pacientes de un grupo de control sin estos cambios en el estilo de vida experimentaron un empeoramiento de sus síntomas.
Encontró también que cuanto más modificaban los pacientes sus vidas de forma saludable y se apegaban a esos cambios, mayor era el beneficio para su capacidad cerebral.
Según los expertos, es la primera vez que se demuestra que los cambios en el estilo de vida tienen algún impacto en la progresión de la demencia y el Alzheimer.
El investigador principal, doctor Dean Ornish, presidente del Instituto de Investigación en Medicina Preventiva, en California, Estados Unidos, se mostró “muy animado por estos hallazgos, que podrían empoderar a muchas personas con nuevas esperanzas y nuevas opciones”.
«Todavía no tenemos una cura para el Alzheimer, pero a medida que la comunidad científica sigue buscando todas las vías para identificar tratamientos potenciales, ahora podemos ofrecer una mejor calidad de vida a muchas personas que sufren de esta terrible enfermedad», añadió.
Para el estudio fueron reclutadas 51 personas con un diagnóstico de deterioro cognitivo leve o demencia temprana debido a la enfermedad de Alzheimer, quienes se asignaron aleatoriamente al grupo de cambio de estilo de vida o a un grupo de control.
Las personas del grupo de cambio de estilo de vida participaron en un programa intensivo con cuatro componentes, entre ellos, una dieta basada en plantas sin procesar, baja en grasas dañinas, carbohidratos refinados, alcohol y edulcorantes, y la práctica de ejercicio aeróbico moderado y entrenamiento de fuerza al menos media hora cada día.
Incluyó además el manejo del estrés con meditación, estiramientos, respiración e imágenes guiadas, durante una hora al día, y grupos de apoyo para pacientes y sus parejas durante una hora tres veces a la semana.
Después de 20 semanas, los resultados mostraron diferencias significativas en el grupo de estilo de vida frente al grupo de control, tanto en la función cerebral como en los biomarcadores sanguíneos para el Alzheimer.