Cultura

Abel Prieto, un doctorado al intelecto

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El intelectual posee una savia profunda y trascendente en todo el país

El intelectual Abel Prieto acaba de ser galardonado con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. El suceso no solo posee una honda connotación académica, sino que reconoce la trayectoria de uno de los escritores y pensadores con una estela más vanguardista de las últimas décadas. Desde la narrativa, el ensayo y el periodismo de opinión; Prieto ha propuesto horizontes para la construcción de la sociedad cubana que no sean aquellos que se sitúan en lo más nimio e intrascendente, sino en la insularidad más amplia, esa que fuera defendida por los origenistas y que tiene su génesis en el magma del criollismo. Para este cultor de las letras ha habido siempre una arista sin explotar que nos habla de lo hermoso de Cuba y sus contradicciones y por ende tendríamos que tenerlo en cuenta no solo como el productor de ideas, el faro intelectual, sino como el hombre que desde su condición conoce y propone, transforma y hace.

Cuba atraviesa por momentos de crisis en los cuales alguien pudiera decir que lo más importante ahora mismo está en lo inmediato, en lo cotidiano, en la materialidad. Pero tal visión carece de fundamento real dados los hechos que nos competen. Abel Prieto desde sus páginas ha reflejado no solo lo luminoso, sino aquello que es menos amable y que reside en las zonas oscuras de la nación. Su pluma, si bien posee un claro posicionamiento, no deja en la mudez lo que nos afecta y a veces desde la chanca, la ironía, el humor cortante, nos deja entrever que las realidades convergen en su pensamiento y que desde ahí se propaga entonces la utilidad de su virtud, la de un profesional que sabe lo que dice y para qué. He ahí el valor del intelectual orgánico que se acerca desde su proa a la conflictividad y que no teme a los enfrentamientos e incluso a las derrotas y las contradicciones. Hay en Abel el brillo real de un mundo moral, el que no se apaga con los asuntos más pedestres, sino que trasciende hacia la escena pública y se transforman en temas de debate, en cuestiones de gran índole.

Abel Prieto pertenece a la generación de escritores que comenzó a entender a la cultura cubana desde la multiplicidad de visiones y no solo anclada a una univocidad de sentido. Es un gran lector y admirador de Lezama, a quien reivindica como maestro. Ello le llevó a tener otra manera de dirigir el sector cuando ocupó el puesto de ministro y fue allí cuando muchos de los errores de antaño hallaron quizás mejor comprensión y algún que otro reparo. Para quien se dedica a las cuestiones de la batalla cultural y de símbolos, es imprescindible leer a Abel Prieto, ya que él se basa en su propia experiencia para formarse un criterio y es un sabio cuando se trata de abordar los grandes debates que definen el rostro de lo que somos como país. Sin que se queden detrás otros grandes escritores de su generación, Abel ha hecho de su producción una de las más variadas y puestas al servicio del esclarecimiento de la realidad y de la verdad. Nada ha estado fuera de su pensamiento, desde lo identitario hasta lo patrimonial, pasando por las cosas que pudieran verse con una mirada menos seria.

La Universidad Central, por otra parte, ha sido desde su fundación un foco de crecimiento espiritual y de goce desde el punto de vista de la crítica social. En sus aulas se ha formado una gran parte de la intelectualidad de este país y por ende recibir un título que acredita como doctor en esta casa de estudios constituye un suceso de hondas celebraciones en el campo de la cultura. Uno piensa enseguida en el legado de Samuel Feijoó en esos predios y en su relación con el grupo de Orígenes, del cual bebe Abel. Hasta pareciera que las dos tradiciones del presente y del pasado fueran parte de un mismo crecimiento.

Pero el título no lo dice todo, detrás están los años de dirección de la cultura en Cuba, los procesos de reivindicación a personalidades, la apertura de espacios de crítica y de fundamentación de lo que somos como país, la cuestión de la identidad y su relación con la soberanía, el acercamiento con lo disímil, lo espinoso, lo difícil. Y es que como dijera Lezama, solo eso es estimulante, solo ahí se esparce el real goce, en las cuestiones que nos son más representativas y a la vez esquivas desde el punto de vista del rigor. Para Abel, ya sea en las páginas de algunas de las revistas que él fundó o en los diarios nacionales, siempre hay un combate que ganar: el de la credibilidad. Y es que él es un ejemplo del intelectual que no solo habla de los asuntos que nadie quiere que estén en el candelero, sino que lo hace a cabalidad, como parte de un contenido propio y programático de su obra y de su aporte a las construcciones sociales e intelectuales de la Cuba de hoy tan necesitada de personas como él.

Cuando se diga en un futuro que en esa universidad fue reconocido un escritor de dicha talla, habrá que tener en cuenta todo el concurso de los factores que de uno y otro lado del espectro construyen la historia y la presencia de los reales valores de la vida intelectual. Y es que Abel Prieto posee en Villa Clara todo el acervo del mundo, porque allí lo leen y lo siguen y siempre encuentra una resonancia en las ferias del libro y demás eventos que se convocan desde la cultura.

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