Un Congreso de definiciones
Ha culminado el proceso asambleario previo al DÉCIMO Congreso de la Uneac y puede decirse con toda claridad: hay una agenda, un cuerpo sólido de opiniones, cuestionamientos y propuestas sobre los disímiles puntos de esa agenda. Ya se cuenta con una guía, una proyección del debate en comisiones y en plenario. Es que la cita en La Habana, el próximo mes, debe asumirse como cierre de un cónclave mucho más abarcador. Porque esas asambleas en las secciones, en los comités municipales y provinciales, son de hecho, el Congreso.
El Congreso de la Uneac debe definir el rumbo de la organización en los próximos años. Definir el rumbo no significa, necesariamente, cambiarlo drásticamente. Significa ajustar, consolidar estrategias, contextualizar, marcar énfasis… porque la Uneac debe honrar sus principios fundacionales, que se sustentan, de hecho, en valores. Pero también, esto pudiera parecer una obviedad, también debe responder a las demandas de su tiempo. Y estamos viviendo un momento muy complejo, y el arte no es ese ámbito lúdico de complacencias al que lo pretenden circunscribir algunos. Es conciencia crítica de una sociedad, asumiendo su poderoso caudal símbolo, su capacidad para articular consensos.
Por eso los debates del Congreso trascienden los meros problemas del arte, de la creación (que por supuesto, son muchos, son fundamentales, tienen que ser atendidos); esos debates integran también temas de la proyección social del arte, de su relación con el entramado político y económico. En el arte no están las respuestas definitivas, pero sí interrogantes y aportes significativos.
En esa compleja construcción que es la identidad nacional, la cultura artística y literaria no es simple adorno. Mucho hemos hablado aquí sobre eso. La Uneac puede, y debe, seguir sumando.