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El colega Ramonet con los especialistas del cambio

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«La gente va a descubrir un razonamiento en marcha, una inteligencia funcionando; va a descubrir la fuerza intelectual del presidente», aseguró el comunicólogo Ignacio Ramonet sobre la entrevista que acaba de hacer a Miguel Díaz-Canel y que ahora emprende, como botella al mar de internet con incómodo mensaje de la izquierda, el arduo camino rumbo a los públicos del mundo.

En su opinión, la tarea de los comunicadores cubanos consiste en traducir el diálogo a otras lenguas y desmenuzarlo para las redes en cápsulas y frases pequeñas. Hay que hacerlo con rapidez, pero escalonadamente.

No obstante esa recomendación —en torno a la cual, él y los comunicadores cubanos sabemos que nos va la vida como pueblo soberano—, Ramonet se cuidó del tono profesoral: «Ustedes saben tanto como yo sobre comunicación y periodismo. No tengo la intención de dar lecciones», avisó desde el inicio de la moderación del diálogo por el intelectual y funcionario político cubano Luis Morlote Rivas.

Su público estuvo integrado por periodistas y cuadros de la prensa y altas figuras de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACSS), la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de jóvenes creadores, varios líderes religiosos y representantes del Partido, con la vicejefa de su departamento ideológico, Marydé Fernández, al frente. La UPEC estuvo representada por sus dos dirigentes principales: Ricardo Ronquillo y Bolivia Tamara Cruz.

Con ese auditorio de «amigos (de Ramonet) y comunicadores de la cultura a quienes les apasiona leerle», como retrataría Morlote, la charla con el colega se hizo fluida, casi como un receso de la redacción, más que en protocolo con el especialista.

«En esta profesión el cambio es la norma. Nosotros somos especialistas en el cambio, y el que no se adapte perece», dijo al principio, tras recordar su insistencia, a sus estudiantes, en que en materia de comunicación no puede sorprenderles que las cosas cambien constantemente. «En mis tiempos de estudiante no podía sospecharse que habría algo como internet», agregó.

Ramonet afirmó que estamos en el momento de las redes y que ellas son el factor dominante, de ahí que los medios de comunicación —que pueden mantener su esencia, pero están obligados a cambiar sus soportes— deban adaptarse en una época en que lo local no existe porque lo digital es planetario: «Se es (a un tiempo) planetario y local, una cosa que no pasaba antes», sostuvo.

Con ese auditorio de «amigos (de Ramonet), la charla con el colega se hizo fluida.

Tal cambio de época se verifica —en su «criterio», una acotación básica que el gran columnista que es Ramonet repitió varias veces— en que por primera vez la información funciona con los mismos criterios de la cultura de masas y ya ni siquiera la verdad es el pilar fundamental en el proyecto informativo.

Por otro lado, apuntó, se nos había enseñado que la cultura de masas invitaba al comunicador a la pereza, sin embargo, las redes lo convierten hoy en un sujeto activo incitado a trasmitir, compartir y hasta competir en el infinito ámbito digital.

«La gente habla como si fuera un medio… ¡y lo es! En ese medio dominan los influencers», afirmó el destacado analista, que considera que las redes merecen preocupación, también, para usarlas con mayor inteligencia.

Un dilema interesante explicado por Ramonet, tras una pregunta de Morlote, es el de las misiones de los editores de medios, en Cuba y en el mundo, en tanto ellos «tienen la convicción de que lo importante es el contenido, cuando en redes el concepto de contenido es otro que establece que el mensaje breve viaja más rápido y llega más lejos». De ahí, como matizó, el valor de la frase corta y el éxito comunicacional del meme.

Ello choca, a su juicio, con la lógica comunicacional de la construcción demostrativa del contenido, otra evidencia de que el discurso hegeliano de la tesis, la síntesis y la antítesis tiene poco que hacer en este campo. En cualquier caso, como dijo, nada invalida nada: el camino para la comunicación máxima pasa por aprovechar varias vías.

Esa exploración deja experiencias polémicas. Ramonet mismo comentó que ya «las redes están llenas de carteros que muerden perros», noticia con poco de novedad, a menudo falsa, pero que… ¡comunica!

Por todo ello, el destacado académico francoespañol sugiere, frente a un objetivo comunicacional, acudir a múltiples relatos breves de un mismo concepto —«no en disparo sino en ametrallamiento»—, para lo cual se precisa disponer de un ejército creativo en el que cada soldado muestre maneras propias de dar el mensaje común: lo que él llama el «individuo colectivo» y otros definen como el «enjambre».

En general se requiere un entendimiento del momento actual, comprender las redes como antes, mucho antes realmente, la humanidad entendió los momentos del cine, la radio, la televisión y la prensa escrita. Debe asumirse también que, desde hace tiempo, los sujetos de la comunicación «sustituyeron la obediencia por la adhesión» porque pertenecen a un grupo solo en búsqueda del deseo de estar y la identidad compartida.

Al final de la charla, ante preguntas de los presentes, Ignacio Ramonet comentó sobre la inteligencia artificial, a su juicio «la nueva puerta, la dimensión fundamental de lo que ocurre ahora» y una ayuda extraordinaria que llegó para quedarse.

Refirió además su confianza en el éxito electoral de la Revolución Bolivariana en Venezuela, la «curiosa mezcla» en Latinoamérica de gobiernos de derecha radical y gobiernos de izquierda y el ascenso en otras regiones de fuerzas políticas reaccionarias.

Ramonet detalló el empleo político del big data, «sin el cual no se gana una elección presidencial» y se detuvo en las complejidades comunicacionales que entraña la dimensión religiosa de los conflictos geopolíticos de esta época.

Sobre Palestina —¿cómo su sensibilidad y la de los cubanos podrían evadir el tema?— afirmó que lo complicado es «dotar de identidad» a los más de 35 000 muertos a manos de Israel, en tanto el régimen sionista se ha ocupado de llevar a cabo en paralelo a la masacre humana un extermino —genocidio podríamos llamarle— comunicacional.

«Tenemos que hacer que Palestina —¡no solo Gaza, recomendó solidario a quienes acotamos demasiado ciertos titulares de prensa!— exista también como palabra, como esa palabra que Israel se empeña en desaparecer»: ¡Palestina!

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