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Que la utopía siga viva

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Lucía, de Humberto Solás, uno de los rostros emblemáticos del cine cubano. Foto: Fotograma de la Película

Bastan apenas unas frases para aquilatar el arraigo de un patrimonio desde el cual se ha contado la nación: « ¿He cambiado yo o ha cambiado la ciudad?». «¡Hoy es mi día de suerte!». «Oye, el de la cornetica». «No quiero mentiras después, está viva». «Arriba, caballero, hay mucho machete que dar todavía».

Muchos otros podrían ser los parlamentos escogidos, porque el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), en un camino de 65 años, desde su surgimiento, el 24 de marzo de 1959, ha respaldado la creación de obras emblemáticas, sólidas, que verdaderamente –como planteaba su ley fundacional– han elevado el cine a la categoría de arte.

Sobre los derroteros de la institución, en un presente signado por el desarrollo tecnológico, la diversidad de voces y el imperativo de hallar fuentes sostenibles de financiamiento, sin ceder en las esencias, dialogó con Granma, Alexis Triana Hernández, presidente del Icaic.

–¿Cuánto de los presupuestos y objetivos iniciales está vigente hoy?

–Hay una filmografía que no puede ser desconocida por nadie, que rebasa en mucho lo que se pudo hacer en la etapa republicana. Sin duda alguna, la existencia de una ley revolucionaria sobre cine permitió que creciera ese que no había tenido ningún tipo de respaldo, hecho muchas veces por soñadores o emprendedores.

«Nosotros rendimos homenaje a todos ellos por lo que significaron como precedente. Al instituir el cine como una política de Estado logramos recuperar ese patrimonio, en muchos casos restaurarlo, ponerlo en valor y entregarlo a las nuevas generaciones.

«La ley de cine que fundó el Icaic, tan revolucionaria para su tiempo, necesita añadir lo que el Estado mismo ha logrado: el Decreto Ley que creó las productoras audiovisuales independientes, que son esenciales hoy en el panorama audiovisual cubano; el Fondo de Fomento; o la nueva acepción de la Comisión Fílmica que hace unos días el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros aprobó, y que debe dinamizar la posibilidad de Cuba como un destino fílmico. Hay todo un acervo de conocimiento que se ha ido sumando desde el año 59, que tiene que estar en ley.

«Queda vivo lo esencial, efectivamente el cine tiene que ser un orgullo de la nación, y tenemos que lograr que participe de todo el proceso social de cambio que ocurre hoy».

Sobre la divisa fundamental que sostienen, Triana refiere el propósito de refundar la institución acorde con los tiempos: «El siglo xxi nos reta de manera continua, debemos lanzarnos sobre todo de lo que nos ha dotado, las nuevas herramientas que retan al creador.

«Si el Icaic no acompaña a esos creadores, si no está en el eje de esos debates, si no consigue, sobre todas las cosas, recuperar la fiesta de ir al cine a ver el corto animado, el documental, el largo, como parte de un concepto de exhibición, no habremos logrado lo que nos proponemos».

–En un contexto tan plural como el de la realización cinematográfica de la actualidad, ¿qué papel le corresponde a la institución?

–Continuamente buscar el diálogo. Discutir desde la diferencia es un honor, debatir cómo ser mejores es un atributo de valor que tiene que ser cultivado. Estaremos abiertos siempre a la conversación respetuosa, sin imposiciones, al diálogo enriquecedor y, sobre todo, al trabajo mutuo.

«La raya roja a partir de la cual no es posible que dialoguemos es el juego enemigo, el financiamiento que sabes es contrario a tu orden social».

Acerca de otros imperativos de la actualidad, Triana considera que los organismos de la Administración Central del Estado deben «entender la singularidad de la industria, porque no hablamos solo de rodar cine, sino de articular lo que en el nombre de esta institución está escrito, el arte e industrias cinematográficos, y hay un determinado pensamiento tecnocrático que no comprende esa diferencia.

«Necesitamos atender el cine del barrio, el cine de los municipios, que se convierte en el corazón de la comunidad. Lo que no puede pasar es que el cine se derrumbe; que no se aproveche ahí donde hay equipos, que no se creen espectáculos, que no se abra».

Asimismo –explica–, se precisa la comprensión de que «hay que incentivar la atracción al capital extranjero, para promover a Cuba como un destino fílmico, y recuperar lo que sucedió en los años 90 y en los años 2000, cuando se venía de varias partes del mundo a filmar en la Isla».

En medio de la Fiesta por el Cine Cubano, que se extenderá hasta el 31 de marzo, con estrenos, proyecciones, propuestas de diversas artes y encuentros teóricos, y que pretende ser semilla de un Festival de Cine Cubano por crear, Triana declara vehemente:

«Hay que rodar buen cine. Hay que lograr que nuestras cámaras regresen a las comunidades, a los barrios, allí donde se está decidiendo la suerte del cubano. Hay que filmar la epopeya de la nación, que resiste y logra resiliencia en medio de estas circunstancias. Y que la utopía siga viva».

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