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Héroe sin capa, al servicio del medio ambiente

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En el mundo de las redes sociales, donde parece ser la norma el muestreo de lujos y excesos, aparece un joven que rompe con los moldes de la “generación selfie”, Daniel…
Daniel bucea. Es una de sus pasiones. Enguantada, careta, esnórquel, unos guantes y a sumergirse.

En el mundo de las redes sociales, donde parece ser la norma el muestreo de lujos y excesos, aparece un joven que rompe con los moldes de la «generación selfie», Daniel. Un influencer cubano. De los que, en sus redes, no se vanagloria nunca sus salidas a fiestas, sus gastos a restaurantes caros ni muestra ostentosos “outfits” de moda que equivalen a más de 3 salarios mensuales de un cubano de a pie.

No sabemos si Daniel va a fiestas, si es abstemio o un buen bebedor, cuánto cuesta su ropa, qué lugares frecuenta ni quién es su familia.

Lo único que sabemos de Daniel es que es un chico de veintitantos años, con una sonrisa fácil que se deja entrever en medio de una espesa barba, cabello rubio y la disposición de estar al servicio de otros, y más si esa prestación es a nombre de la naturaleza.

Como influencer–categorización otorgada por mí— y a diferencia de lo ya tan visto. El joven del que hablo hoy, no muestra su cara, al no ser que el fin siempre sea educar a la sociedad en esa labor noble que es servir.

Daniel bucea. Es una de sus pasiones. Enguantada, careta, esnórquel, unos guantes y a sumergirse.

Su refugio, el mar. Pero también la razón por la cual se le entristece la mirada cada vez que del fondo marino extrae sacos llenos de latas, plásticos, zapatos, sillas y cuánto objeto no perteneciente al océano nos podamos imaginar.

En su cuenta de Instagram, Daniel es un activista del cuidado del medio ambiente. De los de verdad. Lo vemos en cada reunión, saneamiento de playas y publicaciones donde surja un intercambio en contra de la contaminación.

Mantenerse motivado no es fácil. Él, reconoce la tendencia de las convocatorias en línea, donde siempre se atraen a los mismos participantes. Compartes el llamamiento y tienes muchas menciones en las historias, pero a la gente le cuesta salir un sábado o un domingo de casa. Y más si se trata de ocuparse de las responsabilidades de otros, o quizás las suyas propias. Falta compromiso y educación. No es suficiente una mención. Es cómo quien dice: «mucho ruido y pocas nueces”.

Daniel explica que siente gran satisfacción al poder tomar acciones que contrarresten las huellas de una contaminación cada vez más palpable. “Es poquito. Pero un poquito que hace bien”, me comenta con orgullo.

Para nadie es un secreto que se ve obstaculizado por la falta de acción institucional y dificultades para adquirir respaldo legal, el trabajo en proyectos que buscan abordar conflictos urgentes como la contaminación.

A pesar de la amplia conciencia sobre los problemas ambientales y la evidente necesidad de tratarlos, la acreditación y respaldo legal para este tipo de iniciativas resultan complicados de laborar.

Sin embargo, cada día somos más los que reconocemos que la evidencia científica es contundente. No hay cabida para dudas. El medio ambiente muestra síntomas de deterioramiento y los humanos debemos enfrentar la problemática.

Pese a ello, se padece de una ceguera colectiva, que no permite afrontar la crisis climática como lo que es :una crisis.

La frustración se agrava al recoger sacos y sacos de desperdicios, mientras a pocos metros de distancia, personas continúan arrojando botellas y latas al agua. Este panorama  subraya el papel determinante que juega la sociedad en este desafío.

En estos tiempos, necesitamos más individuos como Daniel, auténticos héroes que estén dispuestos a generar un impacto positivo. Asimismo, en el ámbito digital, es crucial contar con personas influyentes que destaquen lo verdaderamente esencial.

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