Respuestas invisibles en la realidad virtual
Comparten mesa, pero no están juntos. Ninguno de los dos imagina por cuál mundo virtual anda el otro y, lo peor, ¿saben por qué su acompañante prefiere ignorarle?
Esta es alguna de las primeras imágenes difundidas este mes a propósito de unas nuevas gafas de realidad virtual, las Apple Vision Pro, que ocupan titulares en el mundo de las nuevas tecnologías.
Pero no buscan estas líneas promover la novedad, al “módico” precio de por 3 mil 499 dólares, sino hacer espacio en esta realidad bien concreta a las inquietantes y casi angustiosas preguntas que ya van derivándose de la aparición de tales gafas, también llamadas de realidad mixta porque permiten ver el entorno, pero no a través de esos lentes, sino mediante cámaras integradas que agregan contenido digital al contexto.
Los más furibundos seguidores de las innovaciones tecnológicas –claro, aquellos que tienen dinero para hacerlo- aseguran que ahora sí , que acaba de abrirse una posibilidad infinita en la mixtura entre los mundos virtual y real, que es un nuevo capítulo para los humanos.
Y sí que debe ser magnífico tener como al alcance de la mano cualquier cantidad de imposibles, pero no parece serlo tanto al darle de lado a los posibles que te rodean y son ignorados.
No hay que ponerse ningún tipo de espejuelos para percibir en esta otra foto la expresión de Ella, ¿hastiada?, ¿resignada?, ¿dolida?… y la carita de incertidumbre del niño que no puede entender por qué papá ríe solo mientras ellos se aburren.
Más de uno, virtualidad mediante, ha incurrido en conductas absurdas o inexplicables en lugares públicos; y otros, hasta han osado conducir un auto con esas gafas puestas, ganándose, por supuesto, una detención policial.
Asombrosamente, las críticas apuntan sobre todo a que tales dispositivos «son pesados, despeinan al usuario y requieren una batería voluminosa». Es bastante probable que tales críticos todavía no se han visto en el lugar del muchacho a quien su novia, usando esas gafas de realidad mixta, decidió cambiarle el rostro por el de un famoso. No queda claro si en un arranque de pasión también le cambió el nombre.