Inteligencia emocional, llave maestra

Mucho se habla de la Inteligencia Artificial Generativa, pero sería tan útil que igual se hablara de la inteligencia humana.

Sucede que ni los propios humanos que integramos el común de los mortales –no ya los expertos en el tema- sabemos a ciencia cierta de qué va el asunto. Tanto es así que  abundan expresiones alabando lo inteligente que es Fulanito, o la importancia de cultivar la inteligencia, así, sin apellidos ni precisiones.

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Sin embargo, no existe un único tipo de inteligencia.

Sin aspirar a un acercamiento académico, pudiera precisarse que hay quien es inteligente al emplear el lenguaje y expresarse; quien lo es en el ámbito de las matemáticas y la lógica; aquel que cuenta con una brillante inteligencia música, y aquel otro con habilidades destacadas para orientarse espacialmente… por solo mencionar algunos ejemplos. 

Es más, tan poco sabemos sobre la inteligencia  humana que hasta no hace mucho esta se asociaba especialmente con el tamaño del cerebro y, sin embargo, recientes evidencias relacionadas con las neurociencias y la genética apuntan a otros factores que igual influyen en la inteligencia.

Imagen: Shutterstock
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Y en esta capacidad humana de adaptarse al entorno, resolver problemas y aprender de la experiencia, la llamada inteligencia emocional ocupa hoy un espacio relevante.

Según el destacado psicólogo norteamericano Daniel Goleman  la inteligencia emocional es el conjunto de habilidades que nos permite tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos más profundos de nuestros semejantes y manejar amablemente nuestras relaciones.

Es así que constituye una valiosa capacidad para  gestionar las emoción propiciar el razonamiento y la toma de decisiones .

Me ayudo, te ayudo

Aunque La inteligencia emocional es un concepto originado en la década de los 90,  desde mucho antes distintos pensadores hacían ya alusión a la misma.

Y es que esa capacidad, herramienta o habilidad, anda de la mano de la autoestima, la comunicación interpersonal, las relaciones sociales en general, y también del autoconocimiento.

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En este mundo cada vez más digital, de menos contacto físico entre personas, habría que hacerle cada vez mayor espacio a la inteligencia emocional, a su desarrollo y potenciación para poder interpretar cada vez con mayor acierto las emociones y, en general, los contextos en que alentamos.

Gestionar de la mejor forma nuestras emociones y ayudar con las ajenas, evitar ansiedades y estrés, andan igual a la par del conocimiento y ejercitación de la inteligencia emocional.

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Su aplicación puede ser una llave maestra para proyectarse en ámbitos como el escolar, el laboral, el familiar… Y si de particularizar se trata, constituye una piedra angular en áreas como el trabajo en equipo, la atención al cliente, las técnicas de dirección y la atención a la niñez y la tercera edad.

Claro que no es una asignatura, un crédito académico a vencer, sino una habilidad que se desarrolla durante toda la existencia, y será la propia vida la que nos dará la nota final.

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