Parrandas, agonía y vitalismo en medio de una crisis (+Fotos)
Aquejada por la misma crisis que acontece en el país en cuanto a recursos materiales, la Parranda no puede estar ajena ni quieta
Concluido el ciclo de Parrandas de Cuba del año 2023 es perentorio que se haga un análisis desde el patrimonio y la viabilidad de una de las fiestas por excelencias que se derivan del proceso de acrisolamiento de la identidad nacional. Se sabe que la economía y sus vaivenes, con la consiguiente inflación de los precios, golpeó el nivel de gestión de este fenómeno, pero también hubo muestras de resistencia cultural que trajeron excelentes resultados. El barrio El Pavo Real del poblado El Santo en Villa Clara, por ejemplo, se organizó y casi sin apoyo ni presupuesto, hizo una bella carroza de temática española que impresionó no solo por el tamaño, sino por la profusión del decorado y el buen gusto. Los consejos populares como Zulueta y Buenavista, Zaza del Medio, dieron muestras de una entrega sin límites, a pesar de contar con muy poco en lo material. Hubo personas que fueron gratuitamente a trabajar en las naves, también apoyo económico entregado por voluntad propia. El cariño del pueblo a esta tradición más de dos veces centenaria se hizo sentir a lo largo de la Isla.
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Pero no todo es positivo. En las cabeceras municipales, donde en teoría existen instituciones más fuertes y se puede controlar cada recurso, hubo no pocos sucesos de desorganización. Desde problemas con la elección correcta de las directivas hasta desinterés manifiesto por parte de los portadores para llevar adelante un proceso de calidad en el día de la fiesta. En Remedios solo el barrio San Salvador dio el frente e hizo una parranda impecable, ya que su oponente El Carmen apenas sacó sus elementos en tiempo y lanzó muy pocos fuegos artificiales. Esta fiesta, que es una competencia entre los bandos, no debería ser deslucida por intereses que no se avienen con lo sano de dicha naturaleza y los errores de construcción se pagan caros. Desde hace tiempo se viene llamando la atención sobre personas que se adentran en las Parrandas y que lejos de constituir un ejemplo en la gestión del hecho, queda en entredicho su capacidad moral y de trabajo. La fiscalización del presupuesto tiene que ser más rigurosa, máxime en los tiempos que corren cuando se le otorga a cada barrio un dinero con todo el esfuerzo que ello implica para una nación en crisis. Entonces no cabe el lucro individual, ni mucho menos la indiferencia hacia las consecuencias patrimoniales que el mal gusto, la informalidad y el desapego pueden causar. Algo peor pasó en la ciudad de Camajuaní, donde uno de los barrios no pudo mover su carroza ya armada, por cuestiones de hechura en la carpintería y la estructura. Tales elementos decisivos en el lucimiento no son para última hora, sino que deberían estarse vigilando desde el mismo inicio del proceso de gestión de la parranda.
Las Parrandas son un suceso cultural que requieren del acompañamiento metodológico del Museo de Remedios y sus especialistas. Ello no quiere decir que se erijan en autoridades, sino que, en efecto, no todo lo que le pase por la cabeza a cualquiera es válido, sino que existen unos cánones que en doscientos años se han sedimentado y que merecen que se preserven. La apertura en materia de cultura y de acceso masivo que implica este fenómeno no quiere decir que se puedan deformar los códigos que le dan valor y existencia ni mucho menos que se pierdan cuestiones que resultan elementales como la propia organicidad del proceso, las carrozas, el tiempo en el cual procede cada cosa dentro del conjunto del teatro popular. Entonces, nada de lo que se deje a la improvisación tiene necesariamente que terminar en buenos resultados. La guía, el conocimiento, la presencia de los entendidos, ayuda a que muchas de las más malas experiencias que hoy se viven sean limadas. Porque además se está produciendo una ruptura muy peligrosa dentro de las Parrandas, causada por la crisis nacional y el éxodo y ello tiene que ver con la trasmisión de saberes y de oficios. La emigración de los maestros parranderos y la no existencia de una escuela que perpetúe las maneras de hacer han traído consigo un caos en cuanto a los equipos de trabajo. La Casa del Conservador de la ciudad de Remedios, que está suscrita a programas internacionales de ayuda al patrimonio, posee un proyecto aún sin concretar, el cual establecería un sitio en la villa para enseñar tales oficios. Pero todo ha sido mero discurso.
Aquejada por la misma crisis que acontece en el país en cuanto a recursos materiales, la Parranda no puede estar ajena ni quieta, sino que requiere de acciones de las autoridades, así como de estudios responsables que vuelvan a situarla en el centro de la vida cultural de estas poblaciones dentro de la isla. No se trata de una fecha con la cual hay que cumplir, sino de todo un fenómeno que posee universalismo propio y que define el estado de ánimo, las aspiraciones y esperanzas de millones de personas. Entender esto no solo conlleva voluntad, sino una profunda sabiduría que impacte en la toma de decisiones, en la protección y el desarrollo del patrimonio. Las Parrandas no pueden seguirse produciendo a través de mecanismos de subsidios cada vez más precarios e inexistentes, sino que como elemento que puede generar ingresos tienen que legalizarse en cuanto empresas y de esa forma darle paso a un nivel alto de recursos que sirvan para trabajar todo el año. El atraso en el pago a los trabajadores de Remedios, la no terminación del trabajo de plaza del Carmen, la poca cifra de fuego artificial en este último barrio, todo se deriva de la manera equívoca en que estamos gestionando hoy el fenómeno y que ello daña la calidad, la organización y la esencia de lo que implica identitariamente dicha fiesta. Con el control necesario, con la legalización de las vías de trabajo y de gestión, las Parrandas pueden dar empleos, crear oficios, restaurar elementos de la vida cotidiana y asegurar un espectáculo de lujo. Todo ello teniendo en cuenta el peso de estas de cara al turismo y cómo hoy apenas se aprovechan las Parrandas de Remedios en tal sentido.
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Con mediocridad no se hace cultura. Todo proceso complejo de creación conlleva ciencia aplicada, audacia, inteligencia, poder constituido en ente transformador. Las autoridades que no conocen el fenómeno y deben tomar decisiones en torno, tendrán que capacitarse. Para ello hay toda una red de oficinas y de centros de superación en los cuales existe el personal necesario. No solo porque somos lo que defendemos, sino porque dejamos de ser cuando entregamos las armas de la cultura y de la construcción de lo que más nos define. Existe una iluminación muy especial en cada pueblo parrandero cuando se da una excelente fiesta a la vez que se cierne una sombra de tristeza, cuando algo no sale bien. El peso de lo que ello implica es parte de la construcción política y de la realidad que queda apresada en lo cotidiano. Es hermoso que el evento más grande sobre Parrandas sea en la población de Guayos y no en una cabecera municipal, porque ello evidencia la tremenda capacidad de lucha de este fenómeno, que no cree en fatalismos geográficos. En el sitio más apartado, podemos ver la hermosura de una gran carroza o extasiarnos con la sabiduría de los realizadores, que se documentan y que aman el arte desde la concreción de la obra.
Las Parrandas están vivas, pero pudiera decirse que es una vitalidad agónica. Se mantienen porque es el pueblo quien las establece como prioridad, pero no siempre son entendidas ni juzgadas en toda su magnitud. En sitios como Iguará se rescató la hechura antiquísima del festejo, el cual desde hacía treinta años o más no se realizaba. El esfuerzo y el reconocimiento llegan cuando es la gente la que lucha, la que se hace oír y defiende lo que está en su corazón. Aun es mucho lo que debemos darles a estas fiestas para que resurjan con la potencia de sus orígenes. Quizás el camino sea duro, casi intransitable, pero la felicidad de una parranda bien lo vale.