La necesidad de encontrar límites
Aunque no seamos economistas, el mundo circundante lleva a la búsqueda constante de datos para interpretar la situación
Han pasado más de 30 años desde la primera vez que naufragué más que navegar por el ciberespacio, y fue Manuel, un joven estudiante de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas quien me facilitó una especie de brújula para guiarme.
Por aquellos lejanos años, accedía a sitios Web mediante un correo electrónico que enviaba con la URL de la página cuya lectura hacía pedir otra y otra y otra dirección hasta que finalmente quedaba sin saber cuál debía leer.
Y lo peor era que enviaba el primer correo de solicitud con un tema, y al cabo de varios, andaba por otros asuntos que nada tenían que ver con el objetivo trazado previamente con mucho esmero, pero al pasar los días, lamentaba el tiempo perdido.
Lo mismo sucedía en las conversaciones, pues al conversar con alguno de aquellos alumnos, en la medida en que introducían una palabra o un dato de interés, hacia allí dirigía la atención de la charla, hasta hacerla interminable y no poder llegar a conclusiones.
Aquel joven, con unas palabras tan breves como esta: «¡Es que tú lo conviertes todo en un link y lo pinchas y te vas y no te concentras en nada!», me impartió las enseñanzas de una carrera universitaria, incluida maestrías y doctorado, pues aprendí a buscar los límites de la cantidad de información necesaria.
De no haber sido por eso, todavía estuviera perdido de un link a otro, de un dato a otro, de un tema de charla a otro y aunque al final llegara, hubiera sido a un costo de desperdiciar algo irrecuperable: el tiempo.
Tal vez ante las complejidades de la realidad mundial, y la cubana en particular, y en específico de las medidas de estos días para eliminar distorsiones y relanzar la economía, no sean pocos los atormentados por la cantidad de datos, además de abrumados por las carencias que tratan investigar sus causas.
Sin valorar que las medidas actúan en conjunto, quizás alguien pueda estar analizando una, y con un dato de ella salte hacia otra de las decisiones y otro y luego una más… pudiera sucederle como a un vecino cuyo nombre no revelo porque lo prohibió.
Empezamos la charla por los nuevos precios del pasaje para ir a La Habana, valoró cuánto cuesta el combustible, pero seguidamente pasó a evaluar la organización de los servicentros, lo que cobrarán ahora los transportistas particulares, el funcionamiento de los inspectores, pero en este punto dijo que no había ninguno en la última feria agropecuaria, y un cúmulo de temas hasta que la conversación llegó al cambio climático…
Recordando la lección de Manuel hace más de 30 años, le dije: «Oye, y con todo esto que hemos hablado cómo vas a resolver tu problema con lo del incremento del precio del pasaje para La Habana»
Su carcajada y sus conclusiones, fueron la despedida: Del caramba… mira que te he hecho perder el tiempo con problemas que no nos toca resolver, y el que nos toca, ni lo atendimos más… bueno que me toca a mí, no a tí y te atormenté con mis viajes a La Habana a ver al muchacho y tú no tienes dinero para darme para eso.
Ambos encontramos el límite y él propuso el objetivo que sí nos correspondía y podíamos resolver: «Dale para alante que ya nos toca, y si dejas espacio se nos cuela la gente.»