Leer la pena
¡Cuánta pena ver esos libros tirados! ¡Cuánta sabiduría y disfrute que a nadie beneficiarán!
Son horas y horas de empeño por entregarles a los demás un trocito de conocimientos, o de placer anidado en las páginas de una buena novela, de un poemario.
Sin embargo, ahí están: en el basurero.
Las razones podrían ser muchas: que si el polvo, que si no hay dónde ponerlos, que si eran de alguien que ya no está. Y la que más reiteran: “En Internet está todo”.
Mentira. Hay títulos que por más que busques nunca encontrarás en la Red de Redes. Otros, si los encuentras, no pueden ser descargados de manera gratuita.
Además, la satisfacción que reporta un libro impreso será siempre diferente a las páginas digitales. Desde ese olor particular del libro nuevo, o viejo; hasta la posibilidad de dejar en él tus subrayados o anotaciones, que, con el paso de los años, cuando vuelves a sus páginas te hacen reír o te sorprenden y hasta pueden destapar la olla de los recuerdos.
Sin embargo, no es raro caminar las calles de La Habana, y quizás también de otras geografías de esta Isla, y encontrarse junto a un contenedor de basura, o simplemente apilados en cualquier esquina, montones de libros que ya nunca nadie leerá.
¿No existe la posibilidad de donar esos textos a una biblioteca, a una escuela u otra institución donde corran mejor suerte? ¿Existirán los mecanismos para eso?
Es verdad que la vida está muy complicada, el tiempo no abunda, el transporte para trasladarlos tampoco y sí las dificultades. Pero siempre debería haber alguna alternativa diferente a lanzar libros al basurero porque eso… es un sacrilegio.