Omara corre y Cuba corre; Omara llora y Cuba llora
Desde que apareció en la escena competitiva, Omara Durand entrega toda la luz que le falta en sus ojos corriendo. Así debutó con 15 años, así ha crecido como deportista y mujer. Y más que ganar medallas y subir al podio (que le encanta) lo más cautivador ha sido su sencillez, su amor por la familia, por los amigos y por Cuba. Pero algo pasó en Chile que no esperaba. Y la vimos llorar. Y Cuba lloró.
Tras los títulos en 200 y 100 metros en su categoría (T12), Omara y su guía Yunior Kindelán buscaron su tercer oro en esta cita en los 400 metros. Todo salió de maravillas: arrancada, paso elegante, remate final y victoria holgada. Pero un detalle empañó la celebración, víspera de su cumpleaños 32. Lo que tantas veces han ensayado y practicado falló. Soltaron la cuerda que une al guía con la atleta antes de pasar la línea de meta (algo perceptible solo en video) y como establece el reglamento, fue descalificada.
Por supuesto, nuestros técnicos pidieron revisar una y otra vez las imágenes. Omara estaba llena de lágrimas. Yunior no podía creerlo y también se llenaba de lágrimas. Tras ratificar la medida, la santiaguera tragó palabras de dolor. No hubiera querido despedirse así de una cita que no solo cerraba sus cortinas al día siguiente, sino que era su última a nivel continental, pues ya anunció su retiro luego de los Juegos Paralímpicos de París 2024.
Las declaraciones dadas a los colegas en la sede mostraron esa mezcla de tristeza y vergüenza; de impotencia y autocrítica; de amor a sus seguidores y a Cuba. Jamás había ocurrido y no le complacía perder sin ser derrotada por una rival. Omara no corre solo para ganar. Omara corre porque es un símbolo para personas como ellas y para todos, hagan o no deportes.
Cuentan que esa tarde-noche de sábado llegó a la Villa y no salió de su habitación. Volvió el llanto y volvió el dolor. Y solo a las 12 de la noche, cuando el reloj marcó su cumpleaños se levantó, abrazó a su entrenadora, a su guía, a sus compañeros de tantos esfuerzos y competencias. Ese detalle minúsculo que le privó de su oro 14 en la historia de estas justas ya era insalvable. Y solo quienes como ella, se arriesgan a correr con tanto amor, saben lo que se siente en momentos como ese.
Siempre he defendido que en el deporte para atletas con alguna discapacidad no cabe en medallas o trofeos. Por más que se reitere, ellos tienen un valor plus por encima del deportista convencional. Sus historias personales son increíbles (a veces poco conocidas por las desgarraduras que entrañan) y algunos hasta nacieron así o han vivido muchos años, como Omara, con esa discapacidad (en su caso visual).
Ahí radicará siempre el mayor de los premios. Por eso Omara Durand falló ahora, pero su huella es enorme y no cabe en una crónica de un periodista, ni en un documental televisivo. Y esa delegación completa en Chile, con nombres quizás menos mediáticos que los de ella, pero igual de valientes y enamorados de ser útiles a la sociedad, merecen nuestro abrazo. El abrazo de un pueblo. El abrazo de un país. Como el que sintió Omara este domingo por su cumpleaños.