Al alcance de tus manos
Probablemente no exista un humano que no haya experimentado, al menos una vez en su vida, esa experiencia única de cuánto puede comunicar una mano apretando con fuerza otra mano.
Esa acción a veces dice más que cualquier palabra, sobre todo si se trata de momentos extremos, lo mismo de signo negativo que positivo.
Sucede que las manos no solo constituyen una parte esencial del cuerpo por su función práctica –—son de nuestras herramientas mejores-, sino también posibilitan expresar y transmitir emociones.
Ya sea mediante gestos, caricias o estrechando la diestra del otro, la mano puede ser importante, y en oportunidades hasta insustituible vehículo para la comunicación interpersonal.
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«Toma mi mano/ hazme sentir que estás cerca/ en la novedad de esta hora/ en que mi mano es nueva en tu mano, /y es mi mano porque tú la tomas», escribía la inigualable Fina García Marruz y, sin dudas, una mano puede acercar, abrazar, construir… Una mano sobre la tuya, y aun solo junto a la tuya, es capaz de construir un puente o de espantar cualquier angustia o soledad.
A veces, ni siquiera hace falta que esa mano que rescata o reconforta sea de un ser querido. La mano de quien hasta el nombre ignoras, también puede ser tu salvadora.
Lo que dicen
Además de que gracias a ellas podemos crear, tocar, sentir, proteger, atacar, seducir… igual cuentan a los demás sobre quiénes somos, de nuestros sentimientos y actitudes.
Sus características físicas y gestuales revelan el estado emocional de la persona ofreciendo indicios a partir de su temperatura, humedad y firmeza. Cuando alguien se siente cómodo y feliz, sus manos se perciben cálidas y flexibles, mientras que el estrés hace que se sientan frías y a veces algo rígidas.
También las manos pueden indicar cuánto cuidamos de la higiene corporal. Foto: Tomada de cuidateplus.marca.com
Los movimientos de las manos son una forma de lenguaje no verbal que acompaña lo dicho de forma oral. Dicha gestualidad puede mostrar del hablante su confianza, seguridad, o viceversa, entre muchas otras pistas.
Aseguran quienes han estudiado el tema que ninguna otra especie tiene tales apéndices con una gama tan notable de capacidades. Lo suscribe el afamado ortopédico Hans Ulrich Debrunner, al sentenciar en su libro Orthopaedic Diagnosis que «la mano humana es el órgano del movimiento más diferenciado que existe».
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Mostrar la mano abierta es un gesto pacífico de apertura. Ocultar las manos o entrelazar los dedos puede indicar nerviosismo, inseguridad o falta de sinceridad, mientras que apuntar con el dedo índice, pudiera buscar imponer autoridad.
De acuerdo con la doctora Carol Kinsey Goman, afamada estudiosa de la comunicación no verbal, las personas pueden realizar hasta 462 gestos diferentes con las manos, y cada uno de ellos genera una emoción u ofrece un tipo determinado de información.
Tanta es la singularidad de esta parte del cuerpo, que no existen dos manos iguales; es así que las huellas digitales hacen de ellas un órgano identificativo totalmente fiable.
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De la mano de nuestros ancestros
Ya Charles Darwin había subrayado la importancia de la mano en la evolución del hombre. La posición bípeda y el empleo de la mano significaron el salto que nos separó de los ancestros.
En específico, lo que diferencia la mano humana de todas las demás formaciones parecidas en el reino animal es la posición del pulgar con respecto a los demás dedos y su gran capacidad de movimiento.
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El Doctor en Ciencias Médicas cubano, especialista de II grado en Ortopedia y Traumatología, Ricardo J. Monreal González, escribía años atrás, en su artículo «La mano, origen, evolución y su papel en la sociedad» que «La mano es una prolongación del cerebro y contrariamente, gracias a la mano, el cerebro humano ha sido capaz de desarrollarse».
Es interesante precisar que el descubrimiento en el año 2015 de una falange recta, como la de las manos humanas, ha llevado a pensar que las manos de nuestros antepasados evolucionaron entre 400 000 y 600 000 años antes de lo que se suponía.
Indagaciones desde la biología, la biomecánica, la neuroanatomía, la sociología y otras, dan cuenta de la relevancia de ese órgano en la evolución humana. Tanto es así, que el etnólogo e historiador francés Adré Leroi-Gourhan sentenciaba que «el instrumento mejor organizado del cerebro de toda la serie zoológica, la mano, libre de sus problemas locomotores, fue el símbolo de la evolución del hombre».
«La mano es un órgano y una herramienta en sí misma: la única capaz de fabricar otras herramientas», asegura el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga. Foto: Internet
Aun hoy la mano humana continúa revelando secretos, investigaciones científicas mediante. Por ejemplo, el hueso fosilizado de un pulgar neandertal permitió conocer cómo la osteoartritis afectaba a esa desaparecida especie homínida.
Y hace apenas cuatro meses, un estudio de la Universidad Internacional de Florida evidenció que el olor de las manos podía indicar su sexo.
Ello resulta muy útil para identificar al perpetrador de un delito, cuyos compuestos aromáticos presentes en las manos y dejados en la escena del crimen ayudarían a su captura.
También el tema de estas líneas ha sido alcanzado por la Inteligencia Artificial (IA), la cual —aunque no logra aún representar correctamente las manos y no se sabe por qué— hace hoy importantes aportes en el campo de la biónica, en combinación con la biomecánica, para mejorar las prótesis de manos.
Prótesis como esta permiten al paciente controlar cada dedo como si fuese suyo, a partir de una reconstrucción neuromuscular. Foto: Shutterstock
Sin dudas, buena parte de la inteligencia humana está en nuestras manos, esas que, a lo largo de la historia, han sabido crear fabulosas obras de arte, realizar complejísimas cirugías, ofrecer las más tiernas caricias y también construir las más mortíferas invenciones.
Por eso, desde la sensatez, el decoro y el amor, habría en este planeta que juntar inteligencias —y no artificiales— para que el buen vivir que merecemos todos y el futuro no se nos vayan de las manos.
Ojalá que los cubanos nunca, bajo ninguna circunstancia, dejemos de tender la mano al de al lado, lo que por tradición nos ha distinguido. Foto: Raúl Alejandro Palmero Fernández / Facebook