Cultura

La radio cubana ante el traspaso de paradigma de este siglo

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La radio no va a desaparecer, pero va a crecer hasta poder sobrevivir en el nuevo ecosistema

La radio merece ser repensada. Imagen creada por el autor a través de inteligencia artificial. (Mauricio Escuela/Cubahora) (Mauricio Escuela Orozco / Cubahora)

La radio cubana requiere ser repensada no solo en sus lógicas productivas sino en su propia dinámica interna como medio. A las puertas de una gran transformación que se cierne sobre la patria, este elemento aún se mueve en las dinámicas del siglo pasado y no alcanza a los intereses de las generaciones más recientes. La radio no está fuera de onda ni de forma en el mundo, sino que muta y se desenvuelve en la madeja de un mundo que no va al mismo ritmo de antaño. Ya los programas no pueden ser productos enlatados que se reiteran de un punto a otro y que no poseen la variopinta capacidad del deslumbramiento. Si alguna vez lo petrificado, lo inmóvil, fueron sucesos estéticos que llamaron la atención de las personas, hoy existe la necesidad de que todo vaya en una línea diferente. Nos marca lo efímero como cultura y somos triturados por la rapidez de las redes sociales en su propio sentido, dentro de su coto de caza, en la naturaleza salvaje que las mismas han impuesto.
 

Y no es que haya que renunciar a un medio que nos ha dado la oportunidad de la vida en toda su extensión, sino readecuarlo a las exigencias. No solo desde el punto de vista estético, sino en cuanto a la exigencia de los públicos. La gente de hace treinta años vio la existencia de otra forma, podía esperar una hora determinada para escuchar un programa, se daba el lujo de tejer toda una dinámica cultural cotidiana en torno al aparato que estaba en un sitio privilegiado de la casa. Pero en medio de la deslocalización desatada por los sucesos mundializantes no cabe nada de eso. O sea, no se renuncia a que la radio movilice a la gente, pero no lo hace ya en los mismos espacios, ni de la misma forma. Se trata de la necesidad de un cambio de paradigma que está determinado por el paradigma mayor de la producción de mensajes de manera instantánea a partir de la web participativa y que ya va en una muy avanzada generación.

Todo en las redes no es positivo, ni va en la línea constructiva, sino que posee varias dimensiones y puntos que determinan una moral específica en cada caso. El relativismo desatado por este artefacto va más allá de si estamos o no en sintonía con la radio, pues todo se ha licuado en un nuevo lenguaje que no entiende de fronteras y que apuesta más por las alianzas de todo tipo incluso muchas de estas últimas empobrecedoras del público desde el punto de vista de la formación de la conciencia crítica. Hoy plataformas como YouTube están llamadas a no darle casi ningún espacio a la producción de sentido a la vieja usanza y ello hace que la radio se quede en estancos muy pequeños, determinados por generaciones que van en retroceso. Y el gran paradigma que se cae es el de la hegemonía que se supone deba construirse desde plataformas tradicionales.
 

Nada que siga en la línea de lo puramente tradicional va a responder a las nuevas lógicas y es que lo incontaminado y lo clásico en estado puro nunca existieron. La radio en su momento fue también un ente triturador que licuó los elementos sociales y le imprimió un nuevo matiz a la producción de sentido, haciendo que las ideas salieran de los sitios de academia y de élite y se trasmitieran de forma masiva si bien verticalista a todos los públicos y sobre todo a los iletrados. Pero ese proceso fue parte de otra fase de la revolución industrial que el nuevo paradigma tecnológico ha superado y casi anulado y hay que convivir con el traspaso de formas y de sentidos y hacer que el nicho en el cual vivimos no sea del todo ajeno. La apropiación de los códigos, de las plataformas, de las cuestiones técnicas, pasa por un aprendizaje espiritual que no puede detenerse en el simple volcado. En la prensa radial cubana se asume aún el paradigma de que la gente se informa por la radio y que espera la hora de trasmisión del noticiero. Ya esa era pasó, ahora hay que saber que los momentos de consumo, las actitudes y las pautas están marcados por los públicos y que ellos a su vez son hijos de una época.
 

La radio no va a desaparecer, pero va a crecer hasta poder sobrevivir en el nuevo ecosistema. No va a ser rentable para la mentalidad empresarial ese programa que resulta largo y reiterativo, sino el mensaje que transcurre en medio de otras opciones de dinamismo. Y con ello me refiero a que la convergencia de las tecnologías tendrá que ser la nueva agenda para demarcar un decurso de la historia en el paradigma de comunicación. Las generaciones que surgen en medio de las academias de periodismo son también hijos de una visión diferente, la que está determinada por el consumo de las redes, por la vida digital, por la asunción de que la realidad de los bits es tan real como la que logramos tocar con nuestras manos. Y ello, aunque a los emigrantes digitales pueda parecerle un disparate es una verdad que se impone y que es esencial en la concreción de políticas comunicacionales. A partir de la nueva ley de comunicación social que existe en Cuba nada de lo que se ha razonado en este artículo es ajeno ni externo a los debates que se han dado en los espacios donde se mueve la cultura profesional, pero además la radio está siendo golpeada por un éxodo de personal que hace que su desarrollo no tenga continuidad. No solo se trata de hacer los entornos laborales un escenario más atractivo donde la gente pueda quedarse y hacer un proyecto creacional, sino de que, en la actual deslocalización de los sueños y los planes de vida, los seres humanos asumen imaginarios y aspiraciones que el actual entorno no está listo para suplir. La radio ahora mismo se oye como la del siglo pasado, está envejecida, no crea paradigmas y anda a la retaguardia en cuanto a cultura profesional. Para hacerla de nuevo efectiva urge un cambio no solo de mirada, sino de filosofía.
 

La radio tiene que ser otra vez creadora de paradigmas, debe ir por la senda de una reestructuración. Nada puede aplazar ese núcleo de esencias.

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