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Luis Rogelio Nogueras, cita con el recuerdo

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El periodismo me dio la oportunidad de conversar con Luis Rogelio Nogueras acerca de su obra literaria, amor por el cine y otras cuestiones que al paso de los muchos años ahora evoco. Inolvidable tarde en la que con su característica amabilidad respondió a mis interrogantes.

Habanero, nacido el l7 de noviembre de 1944, de una familia amantes de la literatura; su tío fue el notable escritor Alfonso Hernández Catá. Desde muy pequeño Luis Rogelio sintió inclinación por las letras, luego fueron su pasión.

Mi entrevistado estudió Comercio y tiempo después se diplomó en Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana.

Como periodista fue redactor de la revista Cuba Internacional y Jefe de redacción de El Caimán Barbudo. Durante otra etapa trabajó como investigador, redactor y editor del Instituto Cubano del Libro. En la revista Cine Cubano y otras publicaciones ejerció la crítica cinematográfica y literaria.

Charla sin prisas

– Luis Rogelio, ¿cómo nació tu interés por la novela policíaca que has cultivado con tanta fortuna?

-Desde muchacho he sido un gran lector de novelas policiacas, y esa afición la he mantenido. En mi cabecera siempre hay una de esas obras. Por ejemplo, El halcón maltés, de Dashiell Hammett lo he leído por lo menos 20 o 30 veces. Este autor y, repito una opinión de la crítica especializada, abrió nuevas perspectivas no solo a la novela policíaca, sino a la literatura en general.

– A los 15 o 16 años intenté una novela. Por ahí deben de andar por lo menos 15 proyectos que nunca terminé; quedaron en el esquema o en un primer capítulo. Luego, me motivó el hecho de que ya hace diez años, los compañeros de la Dirección Política del Ministerio del Interior tuvieran la feliz iniciativa de crear un concurso que estimulara la creación de obras policíacas. Fruto de este trabajo son El cuarto círculo, escrito con Guillermo Rodríguez Rivera, que obtuvo el Premio MININT 1976, y el titulado Y si muero mañana, premio Cirilo Villaverde del Concurso UNEAC 1977.  

-Luis Rogelio, en este libro, sobre todo, hay mucha acción. A veces es como si estuviéramos viendo una película. ¿Qué influencias tienes del cine?

-Mucha, mucha. Donde empecé a trabajar por primera vez fue en el ICAIC. Me inicié como camarógrafo de dibujos animados y finalmente, en 1964, hice un corto en colores: Sueño en el parque, un pequeño filme que visto ahora a la distancia puede resultar ingenuo, pero en el que algunos elementos mantienen cierta frescura. Es una parábola; la guerra atómica y una pareja de enamorados. Estos primeros años fueron decisivos; me ayudaron en mi formación y conformaron una visión artística del mundo muy vinculada al hecho cinematográfico.

No obstante su aparente alejamiento del cine, continuó interesándole las líneas de trabajo del ICAIC. En 1969 colaboró con Octavio Cortázar en Acerca de un santo que algunos llaman San Lázaro y otros Babalú, una película atractiva por sí misma, por la intención y su proyección sociológica.

El poeta y escritor volvió a reunirse con Cortázar para el guión de El Brigadista y el filme Guardafronteras, que batió récords de taquilla. Además fue coguionista de la cinta Leyenda.

Durante nuestra charla tocamos el tema de la mujer en la novela policíaca, que él prefiere llamar “literatura policíaca de aventura”.

-Tanto en El cuarto círculo como en Y si muero mañana, la mujer está presente. En la primera tiene un papel importante; en la segunda aparece el personaje de Yolanda como símbolo vital de la identidad  revolucionaria.

Ambas novelas fueron éxitos en las librerías. Recordaba que Progreso de Moscú hizo una primera tirada de 250 mil ejemplares y otra segunda edición por la misma cantidad. La publicaron diversas editoriales en  Eslovaquia, Hungría, Estados Unidos y España.

La curiosidad periodística no se agota. Luis Rogelio tiene mucho que decir. Recuerdo que en 1967, con el poemario Cabeza de zanahoria, ganó el Premio David. A este título la crítica lo acogió muy bien: es un viaje al mundo de la infancia y la adolescencia del poeta, semillero de vivencias sentidas en pleno corazón.

El título Cabeza de zanahoria tiene que ver con una célebre novela del francés Jules Renard, que su madre le leía cuando era muchacho.

El cubano no volvió a publicar poesía hasta 1977 en que dio a conocer Las 15 mil vidas del caminante. Su otro libro de poemas, El último caso del inspector, según me explicara, es una broma literaria.

Sobre si había escrito algún poema policíaco responde:

-Pues sí, en Puro fuego, mi último poemario hay uno de ese corte.

Por Imitación de la vida, 1981, un jurado formado por el argentino Juan Gelman, José Emilio Pacheco, de México, el cubano Fayad Jamis y el peruano Antonio Cisneros le otorgó el Premio de Poesía en el Concurso Casa de las Américas; el tribunal destacó que la obra de Luis Rogelio constituía “una contribución a la lírica castellana”.

Al referirse al galardón, el autor opinó:

-El prestigio del Premio crece cada vez más. Me siento verdaderamente honrado con haberlo obtenido. Mi libro de poesía Imitación de la vida completa un ciclo que inicié con Cabeza de zanahoria.

Luis Rogelio disfruta hablar de la poesía y expresa que había escrito sobre disímiles temas “porque el poeta siempre trata de apresar un universo mayor”. Cree, con gran fuerza en el amor y afirma: “Soy no solo un enamorado de la vida, sino de esa manera en que ésta se concreta: la mujer”.

Final

En la plenitud de la vida, el destacado intelectual Luis Rogelio Nogueras, Wichi El Rojo, falleció el 6 de julio de 1985, en La Habana. Tenía 40 años. Dejó muchos poemas inéditos y la novela Las manos vacías.

Narrativa
Y si muero mañana. Ediciones Unión 1977.
Nosotros los sobrevivientes. Editorial Letras Cubanas, 1982.
Con Guillermo Rodríguez Rivera. El cuarto círculo. La Habana. Editorial Letras cubanas.

Poesía
Cabeza de zanahoria. Ediciones Unión, 1967. Premio David de Poesía.
Las quince mil vidas del caminante. Ediciones Unión, 1977.
Imitación de la vida. Premio Casa de las Américas, 1981.
El último caso del inspector. La Habana. Editorial Letras Cubanas, 1987.                 
La forma de las cosas que vendrán. Al lector Guillaume de la Riviére. La Habana. Editorial Letras Cubanas, 1989.

A nuestros lectores dedicamos el poema de Luis Rogelio Ama al cisne salvaje.

No intentes pasar tu mano sobre su inocente cuello (hasta la más suave caricia le parecería el brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).

No remuevas el agua de la laguna no respires.
     Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía
    con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete en la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
     Trágate tu amor imposible.
      Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
       Ama al cisne salvaje. 

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