Cuando la tecnología envejece demasiado rápido
La obsolescencia tecnológica es un fenómeno omnipresente en la industria de la tecnología que define la era digital a través de un constante ciclo de innovación y desecho
Mi teléfono móvil acaba de morir. Así, sin más. Hace dos días se apagó y no volvió a encender. Lo llevé a un taller de equipos electrónicos y, después de una hora de trasteo, el técnico me miró con cara de pésame. Ya estaba el diagnóstico:
“Lo siento mucho, ese modelo trae un defecto de fábrica, nada se puede hacer. Tarde o temprano, todos somos víctimas de la obsolescencia tecnólogica”.
¿OBSOLESCENCIA TÉCNOLÓGICA? ¿QUÉ ES?
La obsolescencia tecnológica, lejos de ser un concepto singular, se compone de distintos tipos que afectan la vida útil de los dispositivos y productos. Este enfoque empresarial controvertido ha sido el epicentro de debates sobre ética y sostenibilidad en la industria de la tecnología.
Básicamente, implica la fabricación deliberada de productos con una vida útil limitada, con el objetivo de estimular compras repetidas. Nada más que una artimaña que, mientras beneficia a los fabricantes al impulsar las ventas, plantea consideraciones éticas y medioambientales de gran relevancia.
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Por ejemplo, se sabe que determinadas empresas electrónicas sueldan componentes críticos irremplazables en sus dispositivos para dificultar las reparaciones y sustituciones, o los venden con pequeños defectos que resultan letales a largo plazo -ejem-. Así, obligan a los clientes a comprar un producto nuevo cada poco tiempo.
Otro caso es la liberación de actualizaciones de softwares que deliberadamente ralentizan dispositivos más antiguos. Ha sido fuente de controversia el caso de Apple, que recibió críticas por disminuir el rendimiento de modelos más lejanos de iPhone mediante actualizaciones de iOS.
Asimismo, la modificación frecuente de diseño y forma de los productos induce a los consumidores a buscar la última novedad, aún si sus dispositivos actuales siguen siendo funcionales. Unas dinámicas de mercado de lo más insanas en materia económica y ambiental.
La obsolescencia tiene un impacto significativo en el medioambiente. Se intensifica sustancialmente el daño con el problema de los residuos electrónicos, -teléfonos móviles, computadoras, tabletas y otros dispositivos desechados-.
Según datos de la ONU, anualmente se generan alrededor de 53 millones de toneladas de estos residuos, una cifra en constante aumento. La gestión deficiente de los mismos puede conllevar graves riesgos para la salud humana y el entorno natural.
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Mientras este fenómeno se hace más evidente, los consumidores -nosotros- han ido buscando alternativas y respaldando a empresas que priorizan la durabilidad y reparabilidad. En algunos lugares, como la Unión Europea, la legislación ha respondido al problema con leyes que buscan limitar o sancionar la obsolescencia programada.
A medida que aumenta la conciencia pública y la presión para reducir el impacto ambiental, se podría vislumbrar un cambio en la forma en que las empresas diseñan y comercializan productos. La sostenibilidad y la responsabilidad social pueden convertirse en elementos esenciales en la toma de decisiones de compra, así como servir de incentivo a las empresas para que adopten prácticas más éticas y sostenibles en el futuro.
Para abordar estos problemas, se ha promovido la idea de una economía circular en la industria tecnológica. Esto implica diseñar productos con una vida útil más larga, facilitar su reparación y reciclaje, y minimizar el desperdicio.
Algunas empresas están adoptando esta filosofía, pero aún queda un largo camino por recorrer para que la sostenibilidad ambiental sea una norma, en lugar de una excepción en la industria tecnológica. Los consumidores también tienen un papel importante que desempeñar en la promoción de este principio. La elección de productos duraderos, la reparación en lugar del remplazo y el reciclaje adecuado, son prácticas que pueden ayudar a reducir el impacto ambiental de la obsolescencia tecnológica.
¿QUÉ PASA CON CUBA?
Nuestra isla siempre es un caso especial en materia de tecnología -pensándolo bien, Cuba es un caso especial en cualquier materia-. Llevamos sesenta y tantos años bloqueados por la primera potencia mundial y un retraso de dos décadas en cuanto al acceso a internet. Podrá comprenderse entonces que este tema nos pega un tanto peor que al resto de los países.
Por ejemplo, los cubanos no tenemos acceso a un mercado oficial de teléfonos celulares, más allá de los tres o cuatro modelos que oferta ETECSA -en moneda libremente convertible (MLC)-. El resto se vende en el mercado informal -en equivalencia, más o menos al mismo precio-. Y mejor no hablar de piezas de repuesto, accesorios o servicios de reparación, pues, precisamente por esto, sus precios ascienden a cifras estratosféricas.
Lo mismo pasa con el tema de los pagos de servicios online, dígase plataformas de streaming, actualizaciones de software o compra de licencias oficiales. En Cuba, para bien o para mal, la piratería informática, el uso de conexiones VPN y los productos no oficiales han sido de gran ayuda para que la población pueda acceder a mercados no disponibles para nuestra región.
Esperemos que, en un futuro, podamos disfrutar de todos los derechos tecnológicos, como cualquier ciudadano del mundo. Mientras tanto, a cuidar un poco más nuestros equipos. ¿Cómo? Intentando comprender y vencer el fenómeno de la obsolescencia tecnológica.
Déjanos en los comentarios tus opiniones acerca de este tema. Las leeré -en cuanto recupere mi teléfono-.