Cultura

Flores de José Martí

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Pero ninguna flor tiene tanta permanencia en la obra martiana como la rosa, ella es pasión, energía, armonía, nobleza del comportamiento y la conducta, amor limpio

Para conocer y disfrutar a plenitud la obra de José Martí, es preciso abordar la simbología que llena sus páginas literarias y su estilo, volcados en poemas, cartas, o discursos.

El estudioso norteamericano  Iván Schulman, realizó una importante contribución a ese estudio con la obra, Símbolo y Color; ahí está trazado el itinerario que nos acerca a las palabras que arrastran a las grandes metáforas.

Sin dudas, el símbolo central del pensamiento de Martí reside en  Ala y Raíz; ellos expresan esa polaridad y desgarramiento del   camino del hombre en su ascenso hacia el Bien. La raíz penetra en lo oscuro, el ala apunta al cielo y a la espiritualidad humana.

Por un  lado la mandíbula, el cerdo, el vientre, la serpiente, la bestia; por el otro, el ala, la mariposa, la paloma, la nube, el sol, la estrella, el ángel. En ese ascenso de Minotauro a mariposa, la flor ocupa un espacio recurrente, ella simboliza la nobleza humana.

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Sobre la flor nos diría Martí“Mas puede la simpatía que la envidia, porque hay en la tierra más flores que serpientes”.

Observe como la flor queda atada a la simpatía, y por tanto, al acto de lo armonioso; la envidia, queda en el círculo de la serpiente.

Unas flores tendrán connotación positiva en el orden moral y estético: el lirio, la magnolia, el jazmín, la miosotis, mirto, laurel; flores que unen la belleza y el dolor como el jacinto; flores que expresan luto como la violeta o los nelumbios azules de uno de sus poemas. Estos son versos que no se olvidan en el canto de Sara González: “Sé de un hogar esmaltado / de tres nelumbios azules / que sobre la alfombra vuelan /  vaporosos como nubes / Sé de unas flores de estío /  Sé de un discreto perfume / que de tres almas vivaces /  brota suave; corre dulce…”

Algunas flores recogen cualidades no idealistas y por tanto expresan rasgos negativos; en ese orden está la caléndula, y la adelfa, que significa en Martí lo inútil y superfluo, ¿será porque esta flor guarda en sus hojas el veneno?

En la flor rota, Martí encuentra el mejor aroma, eso le ayuda a decir: “Soy como la flor que entre más la machacan da mejor aroma”.

Pero ninguna flor tiene tanta permanencia en la obra martiana como la rosa, ella es pasión, energía, armonía, nobleza del comportamiento y la conducta, amor limpio.

Refiriéndose a un poeta mexicano dirá: “Todos los ogros del mundo no le comieron las rosas del alma”. Las cualidades externas de la rosa se expresan en una fuerza interior en el alma de los seres humanos.

La rosa tiene todavía otra especial significación: la belleza y el dolor presente en las espinas. En  la conjugación de esas dos cualidades está una de las claves para descifrar el pensamiento de Martí y poder juzgar mejor aquel pensamiento suyo: “Tengo miedo morirme sin haber sufrido bastante”.

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La belleza que hay en el bien, como acto de redención humana, solo se alcanza desde el dolor que purifica, y que nos exige el sacrificio, o el martirio.

Ninguna metáfora martiana recoge mejor esa síntesis de dolor y belleza que la de rosa de fuego, esa que se nos aparece en un sangrante texto: “Llevo al costado izquierdo una rosa de fuego”. No dude usted que en ese sitio de batallas humanas, le latía el corazón.

Todavía nos deja Martí, un espacio para el símbolo mayor: La rosa blanca. Frente a las espinas de cardos y orugas, la rosa, que también tiene espinas, entrega la pureza del blanco en un amor edificante, capaz de desarmar las espinas de la maldición: Cultivo una rosa blanca, / En julio como en enero, / Para el amigo sincero  / Que me da su mano franca. / Y para el cruel que me arranca / El corazón con que vivo, / Cardo ni oruga cultivo: / Cultivo la rosa blanca.”

Pocas veces se expresa con tanta belleza el drama humano donde pelean el bien y el mal. Muchas veces el cardo en el alma de las personas, toma la forma de la envidia, la vanidad, el egoísmo, la indiferencia, el odio que alimenta la deformidad de la bestia.

Y en el alma, la rosa blanca se viste de compasión,  solidaridad, alegría ante la felicidad del otro, la mejilla sufriente, el amor que alimenta  un paso en el camino de los que ascienden al reino posible de la bondad humana.

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