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Cuba, un país de paz

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Conversaba hace unos días frente al edificio donde vivo con un vecino, una persona bastante mayor y sin tantos estudios, pero que cuenta con la sabiduría de la experiencia. Comentábamos, como es frecuente en nuestros barrios, los numerosos problemas cotidianos que la mayoría de las cubanas y los cubanos tenemos que enfrentar.

Sin embargo, en medio de nuestra mirada bastante crítica, el vecino me recordó —y trato de citarlo— que por lo menos aquí en nuestro país no tenemos guerras, ni estamos como tantos lugares en el mundo donde todos los días hay bombas y muertes.

Por supuesto que estuve de acuerdo con su razonamiento, aunque me sorprendió un poco, tal vez por el contraste con nuestra plática hasta ese instante. Pero al analizarlo mejor, consideré muy coherente y prácticamente irrefutable la lógica de mi vecino, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

Porque precisamente si algo valioso hemos logrado con la Revolución es conquistar y mantener una paz duradera, a pesar de tanta hostilidad externa, de los intentos por arrebatarnos esa tranquilidad, y de las campañas que buscan ponerla en duda y alentar las conductas violentas en nuestra sociedad.

Cuba nunca inició una guerra ni atacó a ningún país. Jamás tomó la justicia por su mano mediante acciones violentas, y nuestras gestas internacionalistas a petición de otros pueblos siempre llevaron la impronta de la solidaridad y el desinterés material más absoluto.

Todo esto habrá que recordarlo cuando en estos días próximos se conmemoren varios acontecimientos históricos vinculados a acciones terroristas en el mundo, mientras La Habana se prepara además para acoger una importante Cumbre que deplore las guerras y la violencia.

Nada es más injusto que acusar a Cuba de patrocinar al terrorismo, cuando aquí todos sabemos que esa paz que hemos sabido conquistar no ha estado exenta de amenazas y agresiones directas e indirectas hacia nuestra patria.

Entre las acciones violentas contra nuestro pueblo es imposible no insistir en la denuncia reiterada de los efectos del criminal bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba, una política criminal que ha sido mantenida por más de medio siglo por sucesivos gobiernos estadounidenses, para provocar daños directos a nuestra población e instigar su descontento con la ilusión de quebrar el consenso social, en una expresión clara de terrorismo de estado.

En tales circunstancias, no debemos olvidar que enfrentar el terrorismo y las guerras constituye un deber y una urgencia de cualquier sociedad contemporánea en la actualidad. Para ello siempre hay que ir a la causa de tales fenómenos, porque no es posible enfrentar la violencia con más violencia.

La estabilidad social y política que funcionan como antídoto frente los extremismos y fundamentalismos que suelen generar acciones terroristas, solo será posible sobre la base de sistemas socioeconómicos que promuevan y establezcan relaciones más equitativas y justas entre las personas. Tales condiciones hay que construirlas con la participación verdadera de la ciudadanía en la conducción de sus gobiernos.

Por tanto, nuestra lucha contra el terrorismo pasa también por el fortalecimiento de nuestra unidad como pueblo y por el empeño que le pongamos a conseguir un mayor desarrollo económico y más bienestar para nuestra gente, sin descuidar jamás la preparación militar en defensa de esa estabilidad por la cual tanto hemos luchado y nos hemos sacrificado, incluso en el orden material.

Y esto no quita que mi vecino, usted que ahora nos lee y yo, sigamos debatiendo y mostrándonos inconformes y críticos con lo que vemos mal a nuestro alrededor, porque esa también es la manera de afianzar y consolidarnos contra cualquier manifestación de terrorismo o postura guerrerista, como el país de paz que siempre hemos sido.    

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