Encuesta de fecundidad, en busca de lecturas más detenidas
La fecundidad cubana es muy baja y no se va a recuperar en el corto o mediano plazo. En contraste, el embarazo adolescente se mantiene como la principal desarticulación de esta variable en el país, con números que se resisten a bajar.
A primera mirada, son dos de los principales fenómenos que confirma la Encuesta Nacional de Fecundidad (ENF 2022), cuyos resultados se presentaron el pasado julio, a propósito del Día Mundial de la Población. ¿Qué aporta entonces esta investigación al conocimiento actual sobre el contexto demográfico, se han preguntado desde el ciberespacio comunicativo personas con buenas y con malas intenciones? ¿Por qué investigar algo que ya se sabe?
El análisis no es tan simple. Además de aportar argumentos para la explicación de las estadísticas continuas del país -esas que se construyen año tras año a través de los registros oficiales de diversas instituciones-, este estudio, tercero de su tipo en la historia más reciente de Cuba, para la doctora María del Carmen Franco, subdirectora del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), “actualiza la información sobre los factores demográficos, socioeconómicos y culturales y las motivaciones y circunstancias que intervienen en las decisiones reproductivas de hombres y mujeres en la Cuba actual, incluidos los adolescentes”.
Además, aporta insumos sobre las motivaciones y circunstancias que intervienen en el retraso de la maternidad y la paternidad y ayuda a desmontar algunas ideas que han funcionado como suerte de mitos cuando se habla de estos temas y no ayudan al diseño de políticas. Por otra parte, confirma el valor de medidas y leyes recientes que, como el Código de las Familias, se han ido pareciendo más al país que somos.
¿De qué estamos hablando exactamente? Entre los muchísimos resultados de una investigación que entrevistó a 12 mil 93 personas de entre 15 y 54 años (6 mil 471 mujeres y 5 mil 622 hombres), algunos ejemplos pueden ofrecer pistas para esas reflexiones.
¿Queremos, pero no podemos?
Una idea muy repetida en estudios y análisis científicos de las últimas décadas -y que ha generado no pocos debates entre especialistas en Demografía y ciencias afines-, es que en el país contamos con “reservas de nacimientos”. O sea, que las personas quieren tener más bebés, pero no lo hacen por obstáculos diversos que no les dejan llegar a su ideal reproductivo.
Efectivamente, la ENF precedente, realizada en 2009, confirmó una aspiración por parte de las personas entrevistadas a tener familias con un promedio de dos hijos o hijas, aun cuando ese ideal no se concretara en todos los casos. El problema es que esta afirmación se sigue repitiendo en muchos espacios sin análisis críticos actualizados.
La ENF 2022 lo desmonta con varios de sus resultados, de los que traemos apenas algunos ejemplos. “Los planes reproductivos para el futuro de la población en edad fértil confirman la existencia de una baja reserva de nacimientos”, asevera el informe de la Encuesta.
O sea, del total de las mujeres en edad reproductiva consultadas, el 32 por ciento no tenía hijos en el momento de la encuesta; el 36 por ciento solamente tenía uno y el 21,1 por ciento afirmó que tenía intenciones de tener hijos en el futuro (frente a un 38 por ciento con igual respuesta en 2009); solo el 9,3 por ciento dijo que lo haría en los próximos tres años.
En el caso de aquellas que superaban “los ta” en el momento de la entrevista, seis de cada 10 tienen la certeza de que no continuarán reproduciéndose. Y esa cifra crece a medida que aumenta la edad de la entrevistada.
Y si bien, en general, el 80 por ciento de las mujeres dijo que quería ser madre alguna vez; en el caso de los hombres solo el 66 por ciento confesó la intención de ser padre, a pesar de que el entendido popular les asigna mayores “ideales reproductivos”.
Esta situación se entrecruza directamente con desigualdades de género que hemos mostrado, a veces machaconamente, en este espacio.
Muchas de estas cubanas en edad reproductiva tienen trabajos remunerados, a los que se suma una sobrecarga de tareas que les impide llevar de manera armónica la vida laboral y las responsabilidades familiares que les han sido asignadas por mandato patriarcal.
“Las mujeres que refirieron no desear más hijos, con mayor frecuencia que las que desean más hijos, han experimentado situaciones de sobrecarga, cansancio excesivo, incumplimiento de responsabilidades ya sea en el trabajo o en el hogar, así como ausencias ocasionadas por situaciones con los hijos”, revela el informe de la ENF 2022.
Al menos cuatro de cada 10 de las cubanas que dijeron no querer tener uno -o más hijos en el caso de las que eran madres- consideran que un bebé en este momento puede ser negativo para su situación económica y financiera, así como para acceder a oportunidades laborales.
Mujer y madre, ¿binomio perfecto?
Según el muy reciente estudio de la ONEI, el 87 por ciento de las mujeres y el 76 por ciento de los hombres llegan a ser madres o padres en algún momento de sus vidas. El dato no es menor, pues indica que la nuliparidad –o sea, el hecho de no haber tenido hijos al final del periodo reproductivo- registra valores notables en Cuba: 13 por ciento en las mujeres y 24 por ciento en los hombres, en comparación con 2009, cuando el indicador era de 9 y 18 por ciento, respectivamente.
Los estereotipos y roles de género son etiquetas y funciones que se asignan a las personas dependiendo del sexo con el que nacen y que, a largo plazo, marcan el modo en que se establecen las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad. Son transmitidos y adquiridos de manera casi inconsciente desde el nacimiento, a través de la familia, la educación, los medios de comunicación y otras vías.
Que ser mamá es la manera en que las mujeres “se realizan” en un estereotipo presente y reciclado aun en la Cuba de hoy, y cuando muchas de ellas van subiendo la temida curva de los 30 sin haber parido, las preguntas sobre el bebé ¿para cuándo? se convierten en tema cotidiano, muchas veces incómodo y hasta irrespetuoso, por parte de familiares, amistades y hasta colegas del trabajo. Me gustaría pensar que ese salto numérico de mujeres que no han tenido hijos, entre 2009 y 2022, tenga que ver, al menos en un pequeño por ciento, con que el mito de que “para ser mujer hay que ser madre” se vaya derrumbando.
De adolescentes y embarazos a destiempo
La edad media en que muchachas y muchachos tienen su primera relación sexual ha disminuido en el país hasta posicionarse, como promedio, en alrededor de los 16,5 años. El 69,8 por ciento de las mujeres y el 75,8 por ciento de los hombres que respondieron el cuestionario de la ENF 2022 se iniciaron sexualmente antes de los 18 años.
“El matrimonio infantil parece ser una práctica desde hace varias generaciones, que aparentemente se ha incrementado en las generaciones más jóvenes y presenta una brecha de género, desfavorable para las mujeres”, sostiene el informe de la encuesta. Así, el 28,6 por ciento de las adolescentes de entre 15 y 19 años entrevistadas está casada o en unión y una de cada seis experimentó un matrimonio precoz. El 17 por ciento de ellas tienen una pareja 10 o más años mayor.
Identificado como brecha desde muchísimos sectores académicos del país durante los intensos debates que precedieron a la aprobación del Código de las Familias, eliminar la autorización excepcional para el matrimonio infantil antes de los 18 años fue un paso enorme de esa norma de vanguardia que apunta directamente a prevenirlo y, con él, a frenar el embarazo adolescente, uno de los fenómenos con más bombillos rojos ahora mismo en Cuba y que fue confirmado como desafío por la ENF 2022.
En ese camino, la indagación estadística confirmó que una de cada cuatro mujeres encuestadas experimentó su primer parto antes de haber cumplido 20 años; el 12,5 por ciento antes de los 18 y, al menos 1 de cada cien, fue madre siendo una niña menor de 15 años. En otras palabras, alrededor de un 10% de las mujeres adolescentes ya ha tenido hijos en una edad que ronda los 16 años.
Investigaciones del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana, han identificado dificultades en el acceso a los servicios de anticoncepción, la regulación menstrual y el aborto, que hacen difícil que las adolescentes y sus familias puedan llegar más fácilmente a las instituciones sanitarias, independientemente de la zona de residencia; pero también un inadecuado uso de métodos anticonceptivos que conllevan a embarazos no deseados, igualmente confirmado en la ENF 2022 y muy baja percepción de riesgo y de la cultura sobre el comportamiento sexual y reproductivo, explicó la doctora Matilde Molina Cintra, subdirectora de ese centro académico, en un reciente debate parlamentario.
El problema no solo atañe a la salud pública. Compete a la sociedad toda, a la familia y tiene un enorme componente educativo, que hace que la postergación por parte del Ministerio de Educación, de la implementación de la Resolución 16, del 26 de febrero de 2021, sobre el Programa de Educación Integral en Sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos, resulte, cuando menos, muy contradictoria.
La ruta está clara. Urge implementar las leyes y normas que ya existen, buscar caminos en aquellos casos en que no existan y derribar barreras y desigualdades. Para que la próxima encuesta nos cuente de más estereotipos erosionados.