Apuntes para un 23 de agosto
Basta mirar a nuestras hijas para entender. No es solo la belleza en ellas lo que conmueve nuestra esencia de madres, es la libertad, la irreverencia, el don de crear y de arriesgarse. No queremos criar mujeres definidas por lo obedientes, hacendosas, presumidas.
Vamos en busca de otros valores: que sean adultas capaces, guerreras, felices. Que puedan elegir, sin frenos ni coacciones, que decidan sobre sus vidas.
Aspiramos, además, a que no tengan que darse a respetar; sino que se les respete siempre, como seres humanos que son.
Por eso también deseamos criar hijos diferentes, que vean a sus hermanas como iguales, y a todas las mujeres como compañeras, que no necesiten hacerse servir, que no se crean con derecho a violentar.
El camino es lento y tortuoso, disparejo. A veces hay retrocesos. Pero el avance hacia la equidad es inobjetable. De generación en generación el patriarcado deja de ser un mecanismo opresivo y todopoderoso en razón de su invisibilidad, para revelársenos en sus grandes instrumentos de control y en los perniciosos micromachismos.
La injusta armazón se tambalea cada vez que madres y padres decidimos superarnos y formar mejores personas; y cuando hombres y mujeres renunciamos a algún privilegio obtenido en razón de estereotipos e injustos repartos de roles, para reinventarnos y avanzar.
Siempre que se logra mucho, queda por hacer más en este camino, pero no es infructuoso el bregar. Si temas como el asesinato de una mujer a manos de un hombre, por machismo o misoginia (es decir, porque puede) generan un debate y preocupación profundos en Cuba, es porque se ha trabajado arduamente a lo largo de las décadas de Revolución por acortar las brechas de género, y ello ha calado en las conciencias.
El 23 de agosto es una fecha propicia para hablar de luchas, porque ese ha sido el sino de la Federación de Mujeres Cubanas. Bebiendo de una tradición de mujeres tremendas quienes en la colonia plantaron cara al soldado español, y en la República lucharon por el derecho al sufragio y al divorcio, y en la clandestinidad y la Sierra contra la dictadura, la Federación asumió todas las batallas que necesitarán ser ganadas contra la discriminación por motivo de género.
Hoy sigue en la línea de visibilizar y combatir, porque precisan de su capacidad movilizativa y gestión política problemas como el embarazo adolescente, la desigual carga doméstica, los femicidios, la vulneración de derechos sexuales y reproductivos…
Hay, también, que recordar este 23 de agosto que –en palabras de Vilma Espín Guillois– «el socialismo para las mujeres cubanas ha significado libertad, independencia, soberanía, dignidad, justicia social, seguridad para la formación y desarrollo de los hijos, derecho a la igualdad, a la vida, a decidir el propio destino, a trabajar por el porvenir soñado y defenderlo con todas las fuerzas».
Y, asimismo, que «comprendemos que el logro de la igualdad plena en el seno de la familia y de nuestra sociedad solo es posible en este sistema».