Jugar… ¿cuánto cuesta?
En tiempos de inflación y de extremos ajustes de la economía familiar, la compra de juguetes para los más pequeños de casa a precios exorbitantes es uno más de los problemas a los que deben enfrentarse los progenitores
Hay juguetes por todas partes: a la entrada y dentro de los parques infantiles, en las tiendas de regalos, en los negocios llamados piñateras, en las ventas de garaje, en los grupos de WhatsApp y Facebook… Hay juguetes de todo tipo: de los simples y pequeños que se compran en el extranjero en secciones de Todo x 1 dólar; de los que son denominados coleccionables y reproducen cualquier personaje de películas infantiles; grandes superhéroes, barbies, bebés llorones y muñecas reborn, que parecen tan reales como un humano; cubos Rubik, peluches, animales de granja y de zoológico, pelotas, carritos… Juguetes hay, de todo tipo y en todas partes, menos en casi ninguna de las tiendas estatales que durante muchos años se especializaron en ese tipo de ofertas para nuestros infantes. La mayoría están cerradas.
Cada año, en épocas clave como enero, junio, julio o diciembre, las ofertas de juguetes crecen en los escaparates de las tiendas privadas o en las ventas informales. Y los precios crean una desazón en quienes andan con la billetera ahuecada, porque no pueden destinar sus ingresos a algo que no sea necesidad básica, que es lo mismo que conseguir comida y aseo. Mas, si le preguntamos al primer niño o niña que encontremos, seguramente nos hará entender que no tienen otra prioridad que jugar y divertirse.
Los pocos juguetes encontrados en tiendas estatales son producidos por negocios particulares y generalmente no a precios económicos. (Foto enviada por madres y padres entrevistados)
¿Son imprescindibles los juguetes?
La doctora en Ciencias Psicológicas Roxanne Castellanos Cabrera asegura que “desde que un niño nace y hasta los tres años, existen objetos que, cuando se revisa el concepto de juguete, no están asociados a lo que se concibe como jugar”. Explica que el juego supone una interacción con otra persona, con un carácter simbólico. “Antes de los tres años, los niños no son capaces de establecer interacciones duraderas —asegura—. Son momentáneas y nunca encaminadas a un objetivo en común.
“En esos tres primeros años de vida es muy importante que el pequeño realice acciones con objetos —agrega la psicóloga, autora del libro Bienestar psicológico de niños, niñas y adolescentes—. Por eso son beneficiosos artículos como legos, algunas variantes que sirven para estimular la motricidad, como cajas dentro de otras, bloques para las torres… Esas acciones con objetos, además de la estimulación sensorial, tienen una impronta en el desarrollo del pensamiento, porque trabajan en ellas y las van interiorizando, lo cual se convierte en la base de elementos cognitivos. Con eso quiero decir que sí hacen falta esos objetos, que algunos entienden como juguetes, para estimular el desarrollo de los infantes”.
Hoy es posible encontrar algunos de ellos gracias a la creatividad de emprendimientos como Juguetes Sovi, El mundo de Amalia, y Gabi y Sofi, aunque, como anda la inflación, tampoco son asequibles para la gran mayoría, según la opinión de algunos padres entrevistados.
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“Tuve que hacerle un análisis comparativo a mi hijo de las faltas de cualidades de un juguete que costaba 2 700 pesos en una tienda de Artex en La Víbora para que comprendiera que no debía costar ese precio. Ni alumbra ni tiene luces, es de cartón y cuesta todo lo que tienen para vivir un mes muchas personas”, dice Yaíma, madre habanera de un niño pequeño.
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Ante esta situación, para muchos no queda otra opción que inventar alternativas, reciclar y echar mano de cuanto aparezca para que sus infantes jueguen. La experiencia de trabajo de Castellanos Cabrera con diferentes familias lo confirma:
“Siempre les recomiendo que, de no tener acceso a ese tipo de objetos, pueden hacerlos en casa, con cajas y otros materiales; pero incluso eso necesita un apoyo para saber qué tipo de objetos deben elaborar y cuáles son los más apropiados en cada momento”.
Una simple búsqueda en grupos de venta de Facebook arrojará que los legos se cotizan entre 800 pesos los pequeños y 4 000 pesos los más grandes. Para tener apenas una idea de cuán significativa resulta la ausencia de esos artículos en el mercado estatal, basta decir que, generalmente, un juguete de uso no suele bajar de los 100 pesos en los grupos de redes sociales y puede alcanzar incluso los miles. Una carriola despintada, y con bastantes kilómetros de parque recorridos, puede costar lo que al vendedor se le ocurra pedir; por ejemplo, 2 000 pesos. Una nueva en su caja, del color que usted la quiera, 15 000. Así de fácil.
La psicóloga explica lo importante que resultan los objetos que denominamos como juguetes hasta los tres años. Pero, ¿qué función cumplen a partir de esa edad?
“De los tres a los seis años, aparecen los juegos de roles como actividad fundamental del desarrollo, que tiene carácter simbólico –aclara la experta. Lo bueno de esa etapa es que pueden tener en la mano cualquier objeto y convertirlo, gracias a la imaginación, en algo del mundo real. Incluso, puede que no tengan nada en la mano y nadie se da cuenta de que están usando su pensamiento para darle propiedades reales a algo que no existe. Están poniendo de relieve todos sus procesos cognitivos. En psicología, al juego se le llama la actividad más desarrolladora del niño, de tres a seis años. Cuando juegan a los roles, están imitando las actividades del mundo real: jugar a las casitas, a la oficina, a los bomberos, a la escuelita, a la cocina, a la carpintería…
“En esta edad, los juguetes pueden ser muy estimulantes para la imaginación. Hay juegos típicos que les encantan, como los de granja y los zoológicos. Igualmente, mucho se puede recrear en casa con otros elementos, porque los niños nos piden arroz y frijoles para hacer como si cocinaran. Por eso, el apoyo en estas edades para que ellos tengan con qué jugar es más fácil que el de los objetos de los más pequeñitos”.
A veces, somos los adultos quienes nos “enamoramos” de algunos juguetes porque no pudimos tenerlos en nuestra infancia, porque están de moda (como las reborn, por ejemplo) o por muchísimas otras razones, más relacionadas con nuestros propios imaginarios que con las necesidades o los gustos de los pequeños. De todas maneras, no deja de ser cierto que los juguetes, como todos los productos de primera, segunda y hasta tercera necesidad, cayeron en el mismo saco, luego de la unificación monetaria y la gran inflación que nos golpea: hay juguetes, de todo tipo y por todas partes, pero son sumamente costosos y, la mayoría de las veces, inalcanzables para el bolsillo familiar.
Lo era ya antes del reordenamiento, cuando un solo dinosaurio de tamaño mediano, por ejemplo, llegaba a costar 15 CUC en una tienda estatal; ahora, ni eso. Lo que no se comprende es por qué, de un soplo, se dejaron de surtir con frecuencia las tiendas o los departamentos de juguetes; por qué, si la infancia debería ser uno de los grupos etarios priorizados, no se les protege del encuentro desmedido con tanto alarde de color (¡y de precios!), porque, como le escuché decir a un vendedor con el que por poco tropiezo a la entrada de la Finca de los Monos, hace apenas unos días: “les metemos los juguetes por los ojos a los niños para que metan la perreta y los padres se los compren”.
¿(In) alcanzables?
La importación y venta de juguetes, tanto legal como de forma informal, es un negocio lucrativo. Debe serlo, como casi todo lo que se busca y no se encuentra en ningún lugar a un precio medianamente razonable.
La experiencia de Alicia, una joven madre habanera, muestra algunos de los matices de este asunto:
“El año pasado mi esposo tuvo que ir cuatro días seguidos a la tienda La Infancia a hacer una cola desde las cuatro de la madrugada para comprarle un módulo de juguetes a la niña. Como no es su hija biológica, aquello fue tremendo lío porque no le aceptaban allí su carné de identidad y la tarjeta de menor de la niña. Al final, logró comprar varias cosas: un orinal grande y bonito, varios juguetes didácticos y de roles. Creo que todo costó casi 1 000 pesos. Me dio mucha tristeza que tuviera que pasar frío e incluso lluvia para conseguirlos. Como en ese momento, no sé ahora, en La Infancia podían comprar las personas de todos los municipios, vi gente muy humilde que iba la noche anterior desde Arroyo Naranjo para comprar. Pero otras muchas mujeres salían de la tienda y en la misma esquina los revendían, sugiriendo que no hiciera la cola. Me sentí mal, humillada, triste”.
Por su parte, Yaimé, madre de un niño de ocho años, también de la capital, asegura que “el regalo de cumpleaños de los últimos tres años han sido juguetes con precios excesivos que solo se encuentran por Revolico (web de ventas informales). No hay opciones, incluso los juguetes que hacen los particulares están carísimos”.
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“No existen opciones reales para comprar juguetes con un balance entre calidad y precio –expresa su esposo. Primero la producción nacional está superdeprimida. Solo conozco a Gabi-Sofi y sus precios no son alcanzables por todos. La manufactura de juguetes plásticos es lo más asequible, pero la calidad y estética es el problema, y ahora, con la inflación, un carrito de 20 centímetros puede valer casi 400 pesos”.
“En Holguín se extinguieron las tiendas en moneda nacional, solo quedan las industriales, donde no se venden juguetes”, agrega Ania Manduley.
En tanto, Yudit Fernández asegura que en el municipio holguinero de Gibara sacaron varios juguetes en MLC. “Todo carísimo y enseguida los revendedores acapararon”.
En el grupo de Facebook Experimento para textos periodísticos publicamos una encuesta con el fin de conocer la experiencia de los participantes. Solo preguntamos quiénes habían encontrado juguetes en tiendas estatales y quiénes no. Participaron 104 personas de provincias como La Habana, Mayabeque, Matanzas, Holguín, Las Tunas, Granma y Santiago de Cuba. La respuesta negativa fue mayoría, con un 98 por ciento. El resto aseguró haberlos encontrado en ese tipo de establecimientos y especificaron que casi todos eran producidos por negocios particulares, y generalmente no a precios económicos.
Lo que urge resolver
En 2017, la Comisión de atención a la juventud, la niñez y la igualdad de derechos de la mujer de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) se centró en la discusión de un informe relativo al problema de los juguetes en Cuba. El portal Cubadebate destacó en ese momento los datos referidos por la diputada Aymara Guzmán, quien dijo que “no existe una estrategia definida para el seguimiento a la producción, distribución y comercialización de los juguetes. Gran parte de los pocos que se reciben de donación se destinan a instituciones hospitalarias, pediátricas y otras”.
La información reflejó la preocupación por el alto costo de estos objetos en lo que entonces conocíamos como TRD y la poca variedad. Se planteó, además, “el miedo a la hora de adquirir algunos de estos implementos fabricados con un plástico que expide un olor fuerte y otros confeccionados con aluminio o madera, que pueden constituir un peligro para los infantes”. El documento mencionó la escasa producción y calidad de las industrias locales.
El tema amerita una revisión integral debido a que no se cubren las expectativas de la familia y los más pequeños de casa, refirió Cubadebate.
Más de seis años después, con una economía mucho más deteriorada a simple vista, resulta primordial revisar qué acuerdos y medidas se derivaron de aquellos análisis y en qué caminos quedaron varados para que hoy no existan jugueterías estatales surtidas con diversidad de opciones y precios a las que acudir cuando se acerca un cumpleaños o se desee regalarles una nueva experiencia a los pequeños de casa.
La ANPP, en la recién concluida Sesión Ordinaria de la X Legislatura, retomó el tema al presentar la nueva Política de Atención Integral a la Niñez, la Adolescencia y las Juventudes. Dicha normativa, según refiere su informe, refleja y orienta el interés del Estado para lograr el desarrollo de estos grupos etarios, y en su plan de acción incluye de manera expresa el objetivo de incrementar la calidad de vida y satisfacción de necesidades al incentivar la oferta de productos atractivos para niños, niñas y jóvenes; entre ellos, confituras, juguetes, material escolar, calzado, mochilas e instrumentos deportivos o musicales.
Si bien esta propuesta está definida para el mediano plazo (entre 2026 y 2030), como expresó el presidente de la República Miguel Díaz-Canel, hay acciones que no deberían esperar a la implementación de la política para ejecutarse, sobre todo si están analizadas desde legislaturas previas.
Al gobierno le toca ofrecer y diseñar opciones asequibles en aras de propiciar la protección de derechos y la inclusión social de los más pequeños. No quiere esto decir que se prohíba la venta de juguetes por los particulares que realizan la actividad de forma legal, sino que aumente la oferta estatal con precios competitivos que regulen el mercado de forma natural.
¿Que, como está demostrado, no hay capacidad productiva para dar respuesta a las amplias necesidades y habrá que volver a importarlos? Sí, justo como lo hacen quienes los venden en los parques, quioscos y tiendas particulares, con ganancias que superan hasta cinco veces su precio. ¿Que será preciso subsidiarlos? Probablemente. La infancia lo demanda, lo merece y lo necesita. Nada más justo que ese reclamo.