Cumple 30 años el récord de Sotomayor: 2,45 metros
Lo sucedido el 27 de julio de 1993 se mantiene intacto en la memoria del cubano Javier Sotomayor. No fue la primera noche de récord para el saltador más carismático de la historia, quien más alto ha llegado con el impulso de sus piernas, pero terminó siendo la más trascendental de su impresionante carrera.
La marca de 2,45 metros entró a la historia pasadas las 9:00 p. m. en la ciudad española de Salamanca. Cumple 30 años cincelada sobre piedra, sin avisos de que alguien sea capaz de “jubilarla” en este momento.
Nadie más se ha acercado a la mítica altura desde que el catarí Mutaz Essa Barshim lograra brinco de 2,43 metros en 2014. El tiempo hace cada vez más lejana esa posibilidad.
«Cada día pasa y el récord sigue intacto, es un día más que vivo con el orgullo de ser plusmarquista mundial», confesó en una ocasión al diario español As el único atleta cubano que aparece en el libro de los récords mundiales.
«Soto» vive con ese instante en el recuerdo y no piensa demasiado en el día que deje de ser el recordista. No importa si ese momento llega mañana o su reinado se extiende por varias décadas más. Siempre ocupará un lugar privilegiado entre los grandes del Deporte Rey.
Su impresionante palmarés incluye cinco plusmarcas universales (todavía posee el tope bajo techo con 2,43), la corona olímpica de Barcelona 1992, dos medallas de oro en lides mundiales al aire libre y tres en estadios techados, además de incontables premios en otros certámenes. Superó los 2,40 metros en más de 20 ocasiones y sobrepasar los 2,30 le resultó tan fácil como respirar.
Salamanca fue su ciudad amuleto. Allí implantó su primera marca mundial al aire libre en 1988 (2,43) y volvió aquel 27 de julio para agrandar su historia.
Vestía camiseta blanca y un cortísimo short del mismo color, que hacía más estilizadas sus largas piernas. Llevaba en su dorsal el número 76. A pesar de la hora, el sol no se había escondido. En el estadio el silencio se hizo sepulcral. Él, en extremo concentrado. El público sumido en la expectación y la varilla a una altura nunca antes superada.
Imaginó la carrera ideal, los pasos al ritmo deseado, el despegue sin fallos. Así lo visualizó con los ojos cerrados y lo hizo rozando la perfección. Al sobrepasar la altura, el movimiento terminó con un grito de gloria, inmortalizado en una urbe ibérica desde entonces más conocida.
Allí ha llovido mucho desde aquel memorable acontecimiento. Treinta años han pasado y no pocos siguen soñando con llegar a la mítica altura. Quizá Javier, pasadas las nueve de la noche, volverá a repasar en su mente esos segundos, sabiéndose ídolo de los suyos y de muchos en el mundo.