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A esta hora…

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A estas horas, después del asalto al muro, la ciudad de Santiago de Cuba era un hervidero por el asalto de aquellos “locos” al Moncada. Desde Bayamo se reportaba también una acción de otro grupo de jóvenes. Los carnavales perdían colores para quedarse solo con el rojo y el negro.

A esta hora, después del asalto al muro, Fidel subía lomas luego de que un artemiseño le salvara la vida; a esta hora, cuentan que Frank salió con un compañero a ver qué había pasado tras bajar del techo de su casa donde no alcanzaba a ver, Celia se enteraba por la radio de los sucesos, y fueron llegando hasta el Moncada jóvenes admirados por la osadía de los que no esperaron más promesas y decidieron cumplirle a Martí.

A estas horas, parte de aquellos jóvenes que lograron escapar, encontraron refugio en casas santiagueras; otros, intentaron el regreso a la Villa Blanca de Siboney; otros consiguieron seguir rumbo a las montañas…y había otros, otros muchos, que fueron sacados del hospital civil, conducidos al Moncada —tan cerca— y comenzaban a ser golpeados, a ser torturados por el entonces “antecedente mortal” de su rebeldía y valor.

A esta hora, el Moncada era una carnicería. A Gómez García le sacaban a golpes los dientes, ya el médico Muñoz había sido ultimado, Tasende —en una esquina, sentado— desafiaba con serenidad la barbarie y el valor de un fotógrafo; Abel se preparaba para morir mientras las muchachas lo hacían para vivir el día después….el duro, doloroso, necesario e inevitable día después.

A esta hora, mientras en Santiago se decía y se rumoraba con temor de represalias, hubo puertas cerradas, agitaciones familiares, valentía de mayores que cuidaron a jóvenes….mientras en el cuartel que deshonraba el nombre del inmenso general mambí, los huesos estrallados y los trozos de carne ensangrentada, coagulaban imágenes infernales de nuestra Historia.

A estas horas, las primeras después del asalto al muro, no había sobrevivientes porque todos debían caer “en combate”. 

Por allá por Siboney, por la carretera del Caney, algunos lograban burlar el cerco, otros eran capturados y asesinados, otros apresados días después…..

A esta hora Fidel —salvado por un artemiseño de honor— estaba con un grupo, Raúl con otro, Ramiro, Almeida….el núcleo que sobreviviría para regresar luego en el Granma y coronar la Sierra con Fidel al frente….

Pero a estas horas, el 26 de julio, el heroísmo tenía rostro de jóvenes destrozados y la tiranía batistiana, sin saberlo, había empezado a vivir el principio de su fin. O acaso a esta hora ya sabía que la osadía de aquellos muchachos significaba un tiempo nuevo y había que ahogarlo. Y acaso creyó conseguirlo, pero no.

No hay 26 de julio en que, después del acto, de la celebración de nuestras victorias, me ponga a pensar en las horas que siguieron a aquellas acciones…. cada minuto de este día tiene un hecho, acaso desconocido el instante en el que cayó cada joven en brazos de sus torturadores.

Por eso a esta hora, setenta años después, bajo el sol de Santiago, el agradecimiento infinito a la gente de esta ciudad, que sostiene tanto, que enamora con sus montañas y que reúne siempre a los revolucionarios de verdad, saca sonrisas a Raúl —el valiente del Palacio de Justicia—, a Ramiro, el que entró en la vanguardia; el que unió a Pedro Trigo, Ernesto González y Pez Ferro y allá en Bayamo a Cartaya —el del himno—.

A esta hora yo, que nunca había estado en Santiago un 26 de julio, solo pienso en Fidel y en todos esos muchachos que siguen viviendo bajo este mismo sol, y que lograron que lo que parecía imposible, fuera posible.

Y por eso los abrazo, a esta hora… y siempre.

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