Ciencia y tecnología

¿Se puede detener el caos climático?

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La crisis ambiental se ha vuelto innegable y no viene sola. Los científicos indican que ya estamos a 90 segundos de la medianoche, la hora fijada para el fin de los tiempos

El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo.

Por: Álvaro Verzi Rangel

El cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y está ocurriendo aún más rápido de lo que temíamos; pero estamos lejos de no poder hacer nada ante esta amenaza global. Como indicó el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, “estamos perdiendo la carrera de la emergencia climática; no obstante, podemos ganarla”. Lo cierto es ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático. 

La crisis ambiental se ha vuelto innegable y no viene sola. Los científicos indican que ya estamos a 90 segundos de la medianoche, la hora fijada para el fin de los tiempos.  El derretimiento parcial del llamado Glaciar Apocalipsis tiende a elevar el nivel del mar en más de 70 centímetros, devastando comunidades costeras en todo el planeta y elevaría en tres metros el nivel de los océanos, adelantándose en un milenio a lo que proyectó Kevin Reynolds en el filme Waterworld, donde Kevin Costner interpreta a un galán mutante con peces gerlas y pies de pez rana.

En EU, el gobierno advirtió a más de 80 millones de personas sobre las olas de calor excesivo en los estados del oeste, sur y sureste, donde temperaturas implacables, y en algunos casos récord, como en Texas que alcanzan casi 50 grados, están azotando grandes áreas del país.

La canícula persiste en el hemisferio norte del planeta, en una nueva ilustración de los efectos del calentamiento global. China registró su temperatura más alta, con 52 grados centígrados en la provincia desértica de Sanbao. Las condiciones de sequía en la región del cuerno de África han desplazado a alrededor de 2,7 millones de personas.

El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden los bosques. A medida que el costo infinito del cambio climático alcanza niveles irreversibles, ha llegado el momento de emprender audaces acciones colectivas

Son las nuevas generaciones las que están conscientes de que, dentro de unas décadas, les tocará pagar la factura de la ceguera de quienes hoy ostentan el poder, sea económico o político.El problema no es sólo de los gobernantes -cuya inercia queda patente en el espectacular fracaso de decenas de reuniones de la COPP, incluida la última sobre el clima en Sharm el-Sheikh-, sino del sistema económico vigente, el capitalismo industrial moderno.

Lo firmado en Sharm el-Sheij refleja mejor las cautelas legales de los países ricos que sus obligaciones financieras y políticas. Aunque los países europeos anunciaron compromisos por valor de 300 millones de euros, ninguna nación será legalmente responsable de los pagos. Esto evapora cualquier noción jurídica de compensación o reparación, y reduce la iniciativa a un ejercicio de buena voluntad.

Según el texto oficial del acuerdo, las magnitudes y los detalles operativos de la nueva herramienta tendrán que ser desarrollados por un comité de 24 países que presente en la COP28 (noviembre de 2023) una propuesta que incluya el origen y el destino de los recursos, así como la lista de potenciales receptores de fondos.

Desde la Conferencia de Copenhague de 2009 la consigna ambientalista es  «Cambiemos el sistema, no el clima». El gran éxito fue la promesa de alcanzar en 2020 un total de 100.000 millones de dólares anuales para apoyar los esfuerzos de mitigación y adaptación del mundo en desarrollo. La cifra, que ya estaba groseramente por debajo de las necesidades estimadas por la ONU, se quedó en ese año en 17.000 millones menos de lo establecido

El resumen final del sexto Informe de evaluación global sobre el cambio climático, luego de un proceso de ocho años coordinado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), deja en claro que el calentamiento global afecta la seguridad alimentaria e hídrica de todos.

Silvia Ribeiro, investigadora del grupo ETC, señala que los reportes elaborados son útiles, principalmente en sistematizar datos de la realidad del cambio climático. Pero los escenarios futuros que plantea el IPCC son problemáticos, porque los modelos que utiliza (modelos de evaluación integrados) se basan en la permanencia del statu quo económico y desigual que causa la crisis climática. Por ejemplo, el crecimiento económico siempre en aumento, tasas de interés, etcétera.

En este marco, en la definición de tres de los cuatro escenarios que plantea el IPCC, las industrias contaminantes y los académicos que promueven la geoingeniería han tenido peso para incluir la consideración de tecnologías riesgosas y especulativas que afirman servirían para remover el carbono de la atmósfera después de emitido. Esto presupone que no se harían las reducciones de gases de efecto invernadero requerido y da la falsa ilusión de que estas tecnologías estarán disponibles.

Es por ello particularmente importante que el IPCC en el resumen final ahora publicado, que recoge la elaboración de todos los informes anteriores, advierta que confiar en esas tecnologías es un peligro, porque no existen o no está probada su viabilidad ambiental, climática ni económica y que, además, no podrán desarrollarse en el tiempo requerido.

Es mucho más efectivo y seguro apoyar las tecnologías que existen, por ejemplo, la energía eólica y solar, sobre las que informa que bajaron en 85 por ciento sus costos desde 2010. También que es mucho más seguro y posible apoyar con políticas los cambios en la producción y demanda de alimentos, ya que la producción industrial de ganado, por ejemplo, tiene un fuerte impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero.

Igualmente, la producción industrial y agroquímica utiliza enormes cantidades de agua y combustibles fósiles, tanto para maquinaria como en agroquímicos (que son derivados del petróleo), añade Ribeiro.

Degradación del suelo

El cambio climático es una causa directa de la degradación del suelo, que limita la cantidad de carbono que la tierra logra contener. En la actualidad, unos 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la erosión, mientras que hasta un 30 % de los alimentos se pierden o se desperdician como resultado de ella. Mientras tanto, el cambio climático limita la disponibilidad y la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura.

La ciencia nos dice que el cambio climático es irrefutable, pero también nos dice que no es demasiado tarde para detener su avance. Harán falta transformaciones fundamentales en todos los aspectos de la sociedad: desde las políticas económicas hasta el cultivo de los alimentos, el uso de la tierra, el transporte de mercancías y el fomento de las economías.

Naciones Unidas señala que si bien la tecnología ha contribuido al cambio climático, las tecnologías nuevas y eficientes pueden ayudarnos a reducir las emisiones netas y a crear un mundo más limpio; ya hay soluciones tecnológicas disponibles para más del 70 % de las emisiones actuales. En muchos lugares, la energía renovable es la fuente de energía más barata y los automóviles eléctricos están a punto de generalizarse.

La emergencia climática es científicamente innegable y la forma principal de detener la crisis es la reducción drástica de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), especialmente las provocadas por la producción y uso de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón). Es necesario cortar más de 40 por ciento de las emisiones actuales hasta el año 2030, para no causar un aumento de la temperatura global a niveles catastróficos en varias regiones.

Conjuntamente, requiere apoyar el despliegue de energías renovables, las medidas de eficiencia energética y cambios profundos en la matriz global de demanda de energía y recursos, teniendo en cuenta que existen grandes desigualdades en el consumo y en la emisión de GEI entre los países.

Como resume la joven noruega Greta Thunberg -llamada bruja por fascistas, neofascistas y reaccionarios de todo pelaje-, «Es matemáticamente imposible resolver la crisis climática dentro del actual sistema político y económico».

La Agencia Meteorológica de Japón, señala que la temperatura media global del pasado 7 de julio fue de 17,25 grados Celsius, la más alta desde que se tiene registro, promedio que maquilla los extremos de calor que se están alcanzando en varias regiones del mundo.

Este calor (de hasta 54 grados) fuera de los rangos históricos, se cobra vidas, causa problemas de salud a millones de personas, afecta la producción de alimentos y exacerba los incendios forestales que dejan grandes extensiones devastadas, con su impacto en las actividades humanas y la frecuencia con que tienen lugar. Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y montañosas ya se están derritiendo.

A menos superficie forestal, mayores temperaturas, sequías más prolongadas y riesgos incrementados de que se eleven el número y la intensidad de las conflagraciones. En junio pasado, se pudo observar las imágenes de Nueva York completamente cubierta por una neblina naranja, espesa y tóxica: era el humo de los incendios que azotaban la provincia canadiense de Quebec, a más de 800 kilómetros de distancia.

CO2

Cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración.

Los últimos cuatro años fueron los cuatro más cálidos de la historia. Según un informe de la Organización Metereológica Mundial (OMM) de septiembre de 2019, estamos al menos un grado centígrado por encima de los niveles preindustriales y cerca de lo que los científicos advierten que sería “un riesgo inaceptable”.

El Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático exige que el calentamiento final se mantenga “muy por debajo” de los dos grados centígrados, y que se prosigan los esfuerzos para limitar aún más el aumento a 1,5 grados. Pero si no reducimos las emisiones globales, las temperaturas podrían aumentar hasta tres grados centígrados para el año 2100, causando más daños irreversibles a nuestros ecosistemas.

La subsistencia de la civilización

Día a día se suman  evidencias de una amenaza para la subsistencia de la civilización e incluso para la humanidad como especie, pero quienes más podrían y deberían hacer al respecto se mantienen imperturbables en su insensatez, insensibilidad y arrogancia. Las derechas defenderán los intereses corporativos, aunque el barco entero de la economía mundial está en riesgo de hundirse por la catástrofe climática.

Ningún discurso es tan elocuente como los 43 grados que en estos días sufrirán varias ciudades europeas para convencer a la población del urgente viraje en un modelo económico que ha concentrado riquezas sin parangón a expensas tanto de las mayorías como del propio planeta.

El ejemplo brindado por el ultraderechista gobernador de Texas, Greg Abbott, resume a la perfección la actitud de las élites: en medio de la que podría ser la mayor onda de calor en siglos, el político republicano aprobó una ley que prohíbe a los trabajadores de la construcción tomarse un descanso para beber agua en medio de labores que los exponen a la inclemencia del sol y al peligro de padecer choques térmicos.

El lucro de los acreedores privados impone a las naciones en desarrollo la carga del servicio de la deuda, y de qué manera los gobiernos se ven obligados a optar entre continuar pagando deudas impagables o auxiliar a sus habitantes en rubros como alimentación, educación o salud.

Los países del Sur global se enfrentan al desafío de la crisis climática en una posición desventajosa. Pero pueden ser decisivos en un nuevo orden que socave las bases de un mundo desbocado y que abra las puertas a un nuevo paradigma que combine ecología y justicia social. Los países de América Latina debieran adoptar una posición común respecto a las falencias del impuesto mínimo global y establecer vínculos directos con el resto del Sur global para dar pie a una gran coalición internacional.

Estas asimetrías están presentes en la emergencia climática: en 2015, el 10 por ciento más rico del mundo fue responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sólo el uno por ciento más rico produjo 15 por ciento de las emisiones, mientras la mitad más pobre de los habitantes de la Tierra pese a generar apenas siete por ciento de esas emisiones, es la más golpeada por sus efectos, desde la carestía de alimentos hasta la destrucción de sus hogares por fenómenos meteorológicos.

Asimismo, los países cuyas empresas multinacionales devastan el medio ambiente del Sur Global con su extracción incesante de recursos naturales cierran las puertas a los migrantes y los condenan a permanecer en regiones que se han vuelto inhabitables por la acción de las mismas corporaciones.

*Sociólogo  y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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