Hablemos del calor
Tal pareciera que para seguir al pie de la letra el título del texto publicado el pasado día 6 en esta columna: Junio: Mes de lluvia y calor; el presente mes se ha encargado de dejarnos bien claras estas condiciones, incluso en el mismo orden del enunciado, primero con intensas lluvias y luego con días calurosos. Precisamente, aprovechando estos últimos, vale la pena conversar sobre temas relacionados con el calor, que no solamente responden a las altas temperaturas.
Empecemos con la sensación térmica, de la que mucho se escucha en estas jornadas. El objetivo de determinar su valor — de hecho existen diferentes formulaciones para ello— va más allá del mero hecho de decirle a las personas el “calor que está sintiendo o que van a sentir”. Su objetivo es identificar condiciones que tienen efectos adversos (y a veces peligrosos) sobre las personas, incrementando el efecto de temperaturas muy altas o muy bajas.
La gran mayoría de ellas, además de incorporar, como es lógico, a sus formulaciones la temperatura ambiente, tienen en cuenta la humedad relativa u otro parámetro que describa el contenido de aire húmedo o de vapor de agua, la velocidad del viento e incluso algunas la radiación solar. ¿Por qué? Expliquemos brevemente:
La humedad relativa, sobre todo en las condiciones de calor, influye en el mecanismo de enfriamiento del cuerpo humano: la sudoración. Con valores de humedad altos, nuestro cuerpo, que suda para bajar la temperatura, no le es posible enfriarse ya que el sudor no se evapora, por la humedad ambiente. Esto desemboca en que el organismo no disminuye su temperatura y no para de sudar, creando un riesgo de deshidratación. Si la humedad es baja, la sudoración ayuda a regular la temperatura, pero si el calor es intenso, continúa el proceso e igualmente se hace necesaria una hidratación constante.
El viento favorece el intercambio de calor de nuestro cuerpo con el ambiente, así como la evaporación del sudor, por lo que evidentemente contribuye de manera directa a que la sensación térmica disminuya de la misma manera que sucede con la acción evidente de ponernos delante de un ventilador para refrescarnos. Pero, en ciertas condiciones invernales (que no tenemos presentes en Cuba), puede ser un factor peligroso, ya que vientos fuertes con temperaturas gélidas, pueden provocar el congelamiento de partes del cuerpo expuestas a la intemperie, en cuestión de minutos.
El papel de la radiación solar también es fácil deducirlo, como fuente de “calor”, exponernos a ella siempre aumentará la sensación térmica, sobre todo en estos meses que incide con mayor intensidad. Vale recordar también que las variables meteorológicas que normalmente se mencionan son medidas a la sombra. Si usted expone un termómetro al Sol por unos minutos, verá que puede superar fácilmente los 40 grados Celsius.
Esta combinación de algunas de las variables mencionadas dan como resultado un valor que físicamente no corresponde a una temperatura sino a un índice, el cual como se explicó mostrará en sus valores rangos de condiciones adversas para los seres humanos. En la mayoría de los casos estás se expresan como si fueran temperaturas, para que se comuniquen de una manera más intuitiva.
Los calores actuales que vivimos no han constituido récords, ya que aunque mencionamos que junio tiene la primacía de temperaturas altas en no pocas estaciones meteorológicas del país, ninguna de ellas ha reportado en estos días valores que superen los históricos.
Sin embargo, la abundante humedad reinante, la disminución de la nubosidad y por ende de la lluvia, que a su vez ha permitido una mayor cantidad de radiación solar incidente (y por más tiempo) han favorecido altos valores de temperatura y de sensación térmica a lo largo del día y de la noche. En fin y en buen cubano, este mes de junio no es récord, pero sí un buen average.