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Remesas familiares

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Al pasar los años supe que mis padres también enviaban dinero a quienes quedaron en Asia, y lo hacían dentro de cartas, pues frecuentemente escuchaba sus preocupaciones para que los billetes no fueran descubiertos y se perdieran

Cuando alguien decide emigrar, suele aducir que la separación valdrá la pena porque se beneficiarán tanto quienes se van como quienes se quedan. (Alfredo Lorenzo Martirena Hernández / Cubahora)

Los recuerdos de las artes marciales en el barrio chino de La Habana resurgieron al saber que este viernes, por ser 16 de junio, está instituido como Día Internacional de las Remesas Familiares por la Asamblea General de la ONU.

Siendo niño, en San Nicolás 517 escuché que practicantes de kung fu del barrio chino habanero, entre ellos mi tío (Arturo Chang Sanl), se interesaron por el judo, y al conseguir un libro para aprender, estaba en inglés y por no entenderlo, se desviaron sin saberlo, hacia el jiujitsu.

Ojalá pudiera ser más preciso, pero vagamente recuerdo que mientras jugaba con mis primitas, alguien habló de un japonés que viajó a Cuba para difundir ese deporte, pero que se marchó tan pronto la moneda de la isla no pudo usarse como remesa.

Al pasar los años supe que mis padres también enviaban dinero a quienes quedaron en Asia, y lo hacían dentro de cartas, pues frecuentemente escuchaba sus preocupaciones para que los billetes no fueran descubiertos y se perdieran.

Debió ser en los días en que el japonés abandonó la Isla, es decir, cuando se canjeó la moneda cubana, cuando mis padres se quejaban de que los familiares en China no entendían sus explicaciones de por qué no podían seguir enviando remesas.

Por cierto, a tan corta edad no comprendía nada de esos envíos, su significado, ni la importancia que pudiera tener para los emigrados, ni para quienes quedaron en el terruño natal, pero sentía la tristeza en ambas partes separadas por miles de kilómetros y otros obstáculos.

Con estas vivencias, leo Remesas digitales para la inclusión financiera y la reducción de costes donde afirman que este día las Naciones Unidas “elogian la determinación y la resiliencia del espíritu humano que ponen de manifiesto los trabajadores migrantes.”

El sitio digital de la ONU también refiere que en 2019, más de 200 millones de trabajadores migrantes enviaron unos 626.000 millones de dólares a sus familias en países que dependen de las remesas.

Según los estimados, las remesas a América Latina y el Caribe aumentaron un 9,3 % en 2022, hasta alcanzar los 142.000 millones de dólares, pero en 2023 es probable que las remesas tengan un crecimiento más moderado, del 4,7 %, debido a las perspectivas económicas menos favorables en Estados Unidos, Italia y España.

Sin dudas que la existencia de días internacionales, como en este caso de las remesas familiares, es un poderoso instrumento de promoción de esas cuestiones y ofrece la oportunidad de organizar actividades relacionadas con el tema y constituye a despertar la sensibilidad.

En esta ocasión, la campaña 2023-24 del Día Internacional de las Remesas Familiares promueve el uso de las tecnologías digitales para esos envíos.

Por cierto, en las redes sociales hay quienes refieren que los emigrados cubanos han tenido que hacer gala de imaginación para burlar los obstáculos que no deja de imponer la administración estadounidense a las remesas hacia Cuba.

También en el ámbito digital hay quejas de que sus familiares y amistades creen que les sobra el dinero o que se los regalan, cuando en realidad -afirman- trabajan muy duro y apenas les queda tiempo para otras actividades de la vida.

Argumentan que “no es como allá” (en referencia a Cuba) porque “aquí” (aluden, sin dudas a los Estados Unidos) hay de todo, pero no se puede estar sin trabajar, y si pierdes el trabajo, no te pagan, y entonces te quitan el carro, la casa y todo lo que compraste a plazo o tienes alquilado porque aquí sí hay que pagarlo todo.

Comentan que hacen sacrificios y mandan unos dólares para ayudar, pero consideran que debe haber más comprensión hacia ellos por parte de los que quedaron en el país, entre quienes también existen puntos de vista.

Unos creen que basta poner los pies fuera de Cuba y ya el emigrante tiene de todo lo que le falta dentro de la Isla, por eso, hay quien pidió, pidió y volvió a pedir un buen celular, y al no recibirlo, eliminó esa amistad en Facebook, quien había salido hacía meses, pero andaba cruzando ilegalmente fronteras sin atreverse a decir dónde estaba.

Otros sienten el alivio de la remesa que reciben calladamente, aunque no faltan quienes exteriorizan que prefieren a los seres queridos bajo el mismo techo en vez de una soledad en la que “disfrutan” dólares, MLC en tarjetas y envíos de alimentos, medicinas, ropas, electrodomésticos…

Cuenta alguien que ella y sus hermanos acompañaron a su madre hasta el último momento de su vida, mientras otra mamá ingresada en la cama contigua vestía lujosamente y disfrutaba de cuanto objeto pudiera necesitar, pero estaba sola, pues sus hijos habían emigrado.

Y no faltan remesas familiares que equivalen a algo que desafía la Ley de la gravedad, pues salen desde Cuba hacia los Estados Unidos.

Buena iniciativa de la Asamblea General de la ONU en llamar a la reflexión sobre este tema que debe de ser de atención constante los 365 días del año.

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