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De Ernesto Guevara, al legendario guerrillero

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«¡Che era un maestro de la guerra, Che era un artista de la lucha guerrillera!», afirmó Fidel

pelotón de Lalo Sardiñas ocupara el lado este de la posición donde situaron la emboscada, y castigar con su fuego a la columna cuando esta fuera detenida.

Ramiro Valdés debía hacer una «hostilización acústica» por el flanco occidental para sembrar la alarma. El trillo por donde debían subir los guardias bordeaba una loma por el lado donde estaba emboscado Lalo. Ciro Redondo los atacaría en una forma oblicua y el Che daría la orden de fuego con el primer disparo. La mejor escuadra estaba al mando de Raúl Castro Mercader, del pelotón de Ramiro, por lo que fue colocada como fuerza de choque para recoger los frutos de la victoria.

El plan era sencillo –y a la vez ingenioso– como el de los grandes guerrilleros: al llegar a una pequeña curva del camino, donde este hacía un ángulo de casi 90 grados para bordear una piedra, el Che pensaba dejar pasar diez o 12 hombres y disparar sobre el último en cruzar el peñón donde torcía el camino, de manera que quedaran separados del resto; entonces los otros debían ser rápidamente liquidados. La escuadra de Raúl Castro Mercader tomaría las armas de los muertos, y la tropa se retiraría de inmediato, protegida por la escuadra de la retaguardia, que mandaba el teniente Vilo Acuña.

Al fin corrió la voz de que se acercaba el enemigo. Pasó el primero, el segundo y el tercer soldados, pero iban muy separados uno de otro. Cuando el Che contaba el sexto oyó un grito y vio que uno de los soldados levantaba la cabeza, como sorprendido. Abrió fuego, el sexto hombre cayó y el tiroteo se generalizó. En realidad el soldado había dicho: «esto es un jamón», refiriéndose a lo fácil de la subida.

Eran fuerzas de una compañía de unos 120 hombres, al mando del sanguinario comandante Merob Sosa. El soldado herido resultó ser un sanitario, que solo llevaba una pistola calibre 45; los otros cinco habían escapado despeñándose del camino hacia su derecha y huyeron por el cauce de un arroyo.

Los guerrilleros contaban con una ametralladora Maxim, pero esta no funcionó. El Che da orden de retirada a los dos pelotones laterales y luego de su escuadra. Deja la de Vilo para que pasara el pelotón de Lalo. Cuando el jefe de la retaguardia se une a ellos, les comunica la muerte de Hermes Leyva.

«El Che se puso en medio del trillo para abrir el fuego con su Browning. Cuando lo hace, ordena avanzar pero los que deben hacerlo, no lo hacen y solo el grupo que estaba junto a él avanza. Hirió a un soldado y Rodolfo –uno de los rebeldes– se apoderó de su arma. Los guerrilleros realizaron una primera retirada para tender una nueva emboscada más adelante, pero los guardias no avanzaron más y abandonaron el campo de batalla. Al ir retirándose, se presenta un pelotón que manda Fidel, al mando de Ignacio Pérez. Se retiran mil metros y establecen una nueva emboscada. Pero el ejército se retira, luego de quemar el cadáver de Hermes Leyva»

Revolución «es audacia»

Al resumir su impronta, el Comandante en Jefe sentenció: «¡Che era un maestro de la guerra, Che era un artista de la lucha guerrillera! Y lo demostró infinidad de veces pero lo demostró sobre todo en dos extraordinarias proezas, como fue una de ellas la invasión al frente de una columna, perseguida esa columna por miles de soldados por territorio absolutamente llano y desconocido, realizando –junto con Camilo– una formidable hazaña militar.

«Era un insuperable soldado; Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto militar, un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso, extraordinariamente agresivo. Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al peligro.

«Y lo que él hizo (…) ese hecho en sí mismo de enfrentarse solo con un puñado de hombres a todo un ejército oligárquico, instruido por los asesores yankis suministrados por el imperialismo yanki, apoyado por las oligarquías de todos los países vecinos, ese hecho en sí mismo constituye una proeza extraordinaria».

El Jefe de la Revolución no vaciló en afirmar que «si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che!».

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