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Posada Carriles, el magister del terror, sus víctimas aún claman justicia

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El 23 de mayo de 2018, en horas de la madrugada, dejó de existir en el Memorial Regional Hospital, Hollywood, Florida, Estados Unidos, quien fuera considerado uno de los maestros del terrorismo contra su país de origen, Cuba: el agente de la CIA, asesino confeso y convencido contrarrevolucionario, Luis Clemente Faustino Posada Carriles.

Falleció sin ser molestado por las autoridades norteamericanas, sin ser juzgado ni sancionado por sus múltiples crímenes, atrocidades que cometió siempre con absoluta impunidad, entre ellas la voladura de un avión civil en pleno vuelo, el 6 de octubre de 1976, que costó la vida a las 73 personas que se encontraban a bordo, considerado uno de los más brutales atentados cometidos en el hemisferio occidental.

La política de EE. UU. para intentar derrotar a la Revolución se ha asentado siempre en la estrategia de provocar una crisis de primer orden o estado de shock en la población, mediante el uso del terror en toda su extensión.

Desde ese país se llegó a integrar una de las redes terroristas más grandes y peligrosas del mundo.

Incontables daños materiales fueron resultado de esta guerra que ha causado, a lo largo de más de seis décadas, 3 478 víctimas mortales y 2 099 discapacitados.

Entrenado en la Escuela de las Américas, en Fort Benning, estado de Georgia, Posada Carriles recibió adiestramiento en explosivos, interrogatorio y asesinatos en los años 60, luego militó en las más violentas organizaciones contrarrevolucionarias creadas en EE. UU.

Bajo los seudónimos de Ramón Medina, Ignacio Medina, Juan José Rivas, Julio César Dumas, Bambi y Franco Rodríguez Mena, entre otros, recorrió buena parte del continente como eficiente «operativo» de la CIA.

Como funcionario policial en Venezuela, en la extinta Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención, dirigió torturas y asesinatos en ese país.

Cuando se revela el escándalo Irán-Contras, se hace visible la presencia de Posada en El Salvador. Bajo el mando de su amigo, Félix Rodríguez, colega de la CIA, ambos se dedicaban, por aquel entonces, al abastecimiento de armas a la contrarrevolución nicaragüense.

En su extenso expediente criminal se destaca su participación en el asesinato de Orlando Letelier, canciller chileno durante el gobierno de Salvador Allende.

El 16 de noviembre de 2000, durante un acto de solidaridad con Cuba, un grupo de terroristas dirigidos por Posada Carriles intentó volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá, con el objetivo de acabar con la vida de Fidel Castro, durante la Cumbre Iberoamericana que se desarrolló en ese país.

También fue responsable de la organización de una serie de atentados con bombas contra hoteles de La Habana, en 1997.

Posada finalizó sus días tranquilo, en Miami, dedicado, al igual que lo hizo su compinche en el crimen, Orlando Bosh, a la «pintura» y a la «venta de sus cuadros», cargado de odio y frustraciones, en espera del ansiado día de la revancha, cuando añoraba «cobrar sus cuentas» a la Revolución.

Siempre encontró refugio, junto a sus correligionarios, bajo el manto del gobierno que, hipócritamente, incluye a la Mayor de las Antillas en una la lista unilateral de países patrocinadores del terrorismo. Sus víctimas aún claman justicia.

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