Amor sabio, sexo maduro (III y final)
Es importante aceptar el declive de la pasión, dejar de competir (con otros o con el pasado) y renunciar a una valoración cuantitativa del sexo a cambio de una mirada cualitativa que puede ser superior si se basa en la franqueza, técnicas bien empleadas y el aprecio mutuo
No te fijes en cuánto sabe una persona sobre algo; fíjate en lo que hace con ese conocimiento.
Meme sobre la madurez
Con los años perdemos facultades, pero ganamos habilidades. Por eso una sexualidad madura, aunque sea menos frecuente, no tiene por qué ser menos gratificante. Así opina el sexólogo barcelonés Antonio Bolinches en su libro Sexo sabio. Cómo mantener el interés sexual en las parejas, que hemos estado reseñando en las últimas semanas (y muchos lectores han pedido por WhatsApp al 52164148).
Cuando hay armonía, el intercambio erótico es más plácido, incluso si es menos apasionado, reconocieron a este terapeuta muchísimas parejas, lo cual coincide con otra bibliografía revisada sobre el tema.
Sobre todo, cuando le dan mayor peso a la afectividad en la relación y aprenden a aprovechar el cariño como un aliciente de la cotidianidad, dicen tales especialistas.
Tal vez hay menos experimentación (eso depende mucho de cada persona y pareja), pero hay más compromiso mutuo y mejores recursos para resolver conflictos, como el cruce de las apetencias u otras crisis de la convivencia.
Cuando se consigue superar con éxito esa fase, la pareja queda instalada en una placidez sexual en la que suplen con comprensión y experiencia cualquier merma del deseo o la llamada potencia sexual.
Eso también es calidad, asevera el experto. Es importante aceptar el declive de la pasión, dejar de competir (con otros o con el pasado) y renunciar a una valoración cuantitativa del sexo a cambio de una mirada cualitativa que puede ser superior si se basa en la franqueza, técnicas bien empleadas y el aprecio mutuo.
Cada etapa de la vida sexual puede ser mejor, a condición de aceptar la evolución de ese concepto. De la misma manera que no podemos pedir a un joven comportarse con la madurez de los 60 años, tampoco pueden las personas de esa edad aferrarse a prestaciones sexuales de su juventud.
La naturaleza sabe acompasar las facultades con el deseo, explica Bolinches. Por eso, si menguan las posibilidades son también menores las necesidades corporales y mayores las de otras manifestaciones de amor.
Si se acepta esa evidencia sicofísica y no se piden peras al olmo, la pareja goza de una sexualidad homeostática ligeramente declinante, pero tan gratificante como la necesiten y tan duradera como la vida les permita.
El bosque, tu árbol
Toda pareja, para llegar unida a la madurez, ha pasado por un determinado número de crisis, y a medida que las resolvieron adquirieron recursos para afrontar mejor las siguientes. O así debe ser.
Hay crisis durante el acoplamiento y al atravesar los posibles síndromes sexuales. Superadas esas fases, la pareja llega a esa sexualidad homeostática (en equilibrio dinámico), en la que conviene permanecer vigilante para no caer en errores fatales para la convivencia, propios de la inmadurez.
El nivel medio de equilibrio emocional de las personas que viven o han vivido en pareja durante varios años es netamente superior al de quienes no han pasado por esa experiencia, asevera Bolinches.
Convivir es compartir y conceder, y en esa transacción constante entre personas distintas que se proponen vivir juntas, la personalidad de cada una encuentra un terreno fértil para la autoafirmación en armonía con la otra parte.
Gracias a ese proceso de definición de lo propio y acomodación a lo ajeno, el individuo pasa por la única escuela en la que el premio no consiste en terminar los estudios, sino en seguir matriculado cada nuevo curso.
La pareja es la gran escuela de la vida porque no hay otro ámbito en el que deban resolverse tantos problemas. Por eso, metafóricamente hablando, la vida en pareja no es una vida de cine, sino de teatro, donde la misma obra siempre resulta distinta, y en cada nueva representación hay nuevos incidentes para resolver, asevera el terapeuta.
Aunque tengamos un guion de vida, aunque estemos firmemente convencidos de la calidad de nuestro proyecto afectivo, la pareja vive inmersa en una realidad plagada de dificultades internas y tentaciones externas.
Madurez es dar tu mejor cara a esos desafíos y, sin dejar de admirar las bellezas del bosque, valorar los frutos del árbol que sembraste, por encima de todos los sabores del mundo.