El Principito es un unicornio
¿Qué es en fin este libro mágico que responde al nombre de El Principito? ¿Es el resumen de la tierra, del egoísmo, de la amistad, del amor, del acto de detenerse a ver en lo hondo de las cosas? ¿Es un viaje al fondo del alma humana?
¿Por qué ese libro que se llama El Principito tiene el don de conmover a tantas personas de diversos tiempos y geografías? Hay mucho asombro tras las páginas de un texto que cabe en el breve espacio de un bolsillo.
Un piloto repara la avería de su avión en el gran desierto africano. Allí le despierta un niño con un pedido que no abandonaría tan fácilmente….. ¡Dibújame una oveja!
A pesar del cansancio y la sorpresa, recuerda sus días de niño y pinta una oveja, y otra, y otra más, porque El Principito le ha dicho que una tiene cuernos y es un carnero, otra muy enferma, es muy vieja la del siguiente dibujo…Hasta que agobiado por el pedido del pequeño, garabatea otro dibujo y le dice: “¡Esta es la caja: La oveja que tú quieres está dentro”.
Para su sorpresa, ve el rostro iluminado del niño que le dice: “¡Así es como la quería! ¿Crees que le haga falta mucha hierba a esta oveja?” A partir de ese momento lo que sucede es un festín de la poesía que rompe toda diferencia entre la realidad y la fantasía. No hay espacio para el determinismo que busca la causa de un efecto sino que solo nos quedamos ante “la suspensión temporal de la incredulidad”.
Antes de llegar a la tierra, pasó el pequeño príncipe por donde solo vive un rey que gobierna sobre nadie, aunque se nos advierte que “para un rey todos los hombres son sus súbditos” Pero el solitario Rey le dice al Principito algo muy interesante: “Te juzgarás a ti mismo .Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse así mismo que juzgar a los demás”. Qué verdad tan sencilla: Tal vez ese desafío ético nos haga comprender el proverbio de Salomón: “El sabio recoge la lengua siete veces antes de hablar”.
En el segundo planeta habita un vanidoso. Si lo aplauden se quita el sombrero para saludar; el Principito se cansó del juego y le lanzó la pregunta. “Y para que el sombrero se caiga, ¿ qué hay que hacer?. Pero el vanidoso no lo oyó. Los vanidosos solo oyen alabanzas.”
Ante nuestra vanidad, de vez en cuando es preciso dejar caer el sombrero, ser humildes, no creernos el ombligo del mundo, aceptar en vez de la alabanza, la oportuna crítica que nos haga mejores.
En el tercer planeta se encuentra a un borracho que bebe para olvidar que está avergonzado de beber. El Principito exclama algo que va a repetir más de una vez en este viaje mágico: “Las personas mayores son muy, muy extrañas” ¿pero, cómo romper el círculo de la vergüenza que también lastima a los que aman al borracho?
En el cuarto planeta hay un hombre de negocios que quiere atesorar estrellas para poseerlas, es un hombre serio y no tiene tiempo para soñar. El quinto planeta es el del farolero quien tiene la consigna de encender un farol, es el único que se preocupa de cosas ajenas a sí mismo.
Todavía entre nosotros hay muchos faroleros, personas que encuentran la felicidad en la felicidad de los demás, los que hacen el bien honesto, esos que se deleitan con la alegría de ser buenos.
En el sexto planeta hay un señor que escribe enormes libros, es un geógrafo, parece un burócrata que recibe informes de los exploradores pero jamás se moja los pies en un río. No es útil ser como este señor que confunde el informe de la realidad con la realidad que nunca visita, ni interpreta lo que palpita bajo la apariencia de un paisaje.
En el planeta tierra no solo conversa con el aviador, sino con la zorra quien le regala verdaderas joyas de sabiduría. Y la serpiente que ha dicho en este libro extraño: “También se está solo entre los hombres”
Hay pasajes de gran belleza como aquel donde el aviador le ayuda a sacar agua del pozo y el ruido de la roldana es música que se teje con la dulzura del agua; algo en ese instante nos recuerda a El cartero del Rey, del poeta hindú Rabindranath Tagore, donde nos habla del niño enfermo que desde una ventana comprende la música del trabajo y de la alegría.
¿Qué es en fin este libro mágico que responde al nombre de El Principito? ¿Es el resumen de la tierra, del egoísmo, de la amistad, del amor, del acto de detenerse a ver en lo hondo de las cosas? ¿Es un viaje al fondo del alma humanan? Las respuestas a estas preguntas pasan por un largo silencio.
Cuando el aviador se despide del niño que retorna a su pequeño asteroide nos queda un vacío, una pérdida, ¿la de la infancia? No sabemos, pero tal vez se entienda mejor todo lo que oculta aquella canción de Silvio Rodríguez donde se habla de la pérdida de un unicornio azul.
Una viva fuerza nos deja el aviador que nos pide que le avisen si llega a nosotros un niño que ríe, tiene cabellos de oro y no responde cuando se le interroga: …“sean amables con él. Y no me dejen así triste; escríbanme, y díganme que el principito ha vuelto”.
No temas Antoine, que el niño siempre regresa a cuidar la rosa, a inventar cajas y boas, para que las personas mayores nunca pierdan el trillo de un planeta donde el amor se resiste a morir.