Las victorias
No hay un día, desde que la historia patria marcara, el 10 de octubre, el inicio de la primera guerra por la independencia, en que no haya tenido lugar un hecho bravío, en aras de conseguir primero y defender después la libertad y la soberanía del pueblo cubano.
No fue por obra y gracia de un suceso aislado que triunfaría una Revolución que dejó absorto al mundo. La secuencia, calada en la conciencia popular, y guiada por sus más brillantes hijos, engarza los siglos, los días, los minutos y segundos en los que una actitud resuelta e ininterrumpida puso en la balanza aquellas dos «insignias de la vida», y sobre el yugo elevó la estrella.
Cada mes tiene sus resuellos si del destino de Cuba se trata. Enero luminoso y señero, que en 1959 borró de la faz de la historia un pasado ignominioso que solo no admiten los que no quieren ver; febrero de empujes y vueltas al campo de batalla, como aquel 24 valeroso, en que la Guerra Necesaria estremeció a la Isla. Julio y su 26, la carga que Rubén pedía.
O mayo, en que, cuando todos los enemigos de la Revolución apuestan por la calle vacía, la arteria que conduce a la histórica Plaza de la Revolución se revienta en alegría, y marcha un pueblo cada vez más firme para apoyar a sus líderes.
Cada mes tiene en sus días la gesta desplegada de la Historia, pero abril… abril tiene en el corazón de Cuba un signo especial que, sin quitar fuerza al rosario de sucesos gloriosos que la conforman, estremece, convoca y acredita.
Un joven de 25 años, herido a causa de un bombardeo mercenario, le ganó tiempo a la muerte para ofrendarle a su patria esperanzada, en sus últimos minutos, la escritura con su sangre de un nombre: Fidel. Lo hizo sobre una puerta, doble el símbolo con las señas del futuro: el umbral que habría de cruzarse, el fluido de la vida.
El hombre que inspiró el acto no miró de lejos el cobarde ataque perpetrado por aviones estadounidenses. Declararía que Cuba sería socialista y se le vería combatir en primera línea, junto a su pueblo, con rostros de adolescentes y jóvenes, en el terreno de Playa Girón.
Abril fue testigo de la primera gran derrota del imperialismo en América y Girón develó, una vez más, las palabras de Maceo cuando habló del polvo del suelo de Cuba, anegado en sangre, como único botín del enemigo.
El cuarto mes vio a Martí fundar el Partido Revolucionario Cubano, y celebrar el séptimo y octavo congresos del Partido Comunista de Cuba. Fue en abril cuando se convirtió en Presidente el actual Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. «No vengo a prometer nada como jamás lo hizo la Revolución en todos estos años. Vengo a entregar el compromiso», el de continuar «actuando, creando y trabajando sin descanso», dijo en aquella ocasión.
Desde entonces, Cuba lo ha visto cumplir su palabra, y desafiar los odios empuñando amor. Por eso votó el pasado marzo, para continuar hoy su ya definido rumbo con las luces victoriosas de este nuevo abril.