El team Cuba, asere, la partió
Cuba ganó. ¡Vaya victoria la que ha tenido en este V Clásico Mundial! La pelota, sangre que corre en las venas de esta Isla, hizo temblar la tierra aquí.
Y sonó duro el temblor. Todavía no se sabe si fue trueno de tormenta, como solo truena en el Caribe; o si tambor de conga santiaguera, acompasada y arrolladora, explosiva y alegre…, viril. Lo que sí se sabe es qué cosa sonó, y fue ese orgullo cubano de sabernos grandes, campeones, coj… corajudos.
Hay que ser isla para saber bien lo que es eso. Y no solo isla geográfica, manchón de tierra en el mar, sino isla en todas las cosas que, por rebeldes y obstinados, nos enseñaron a dar bronca contra muchas y diversas tormentas a la vez.
Cuba echó ayer una pelea gorda en el estadio LoanDepot Park, de Miami. Lo sabía antes de salir al ruedo, como a un Coliseo romano, y salió a jugar al duro.
¿La primera victoria?: fue una familia. Así nos hizo sentir desde Maisí a San Antonio. En el torneo hubo un abrazo por cada jit, por cada fildeo, por cada carrera, por cada swing. También hubo suspiros, palmas, lamentos de «¡ay, por poquito!», pero el sabor, nadie lo dude, fue todo el tiempo un sabor de campeón.
Cuba ya había ganado cuando llegó al juego de ayer. Las letras del Team Asere se hicieron cuatro mayúsculas en el pecho de cada pelotero. La isla grande volvió a la cumbre de la pelota en el mundo. Es, otra vez, con sus cuatro letras grandes, uno entre los cuatro grandes, y eso no tiene retorno.
Con el Clásico, la nación vibró de orgullo y, aún vibrando, recibe y abraza, hoy, a sus muchachos campeones. Con ellos, la historia del beisbol nuestro, dicen muchos, comenzó a reescribirse con la tinta de un pasado de glorias; pero el presente, el de este Clásico Mundial, ya lo escribieron.
Cuba ganó, Cuba es grande. El team nuestro, asere, la partió.