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Cuba en el Clásico Mundial: Hablemos de pelota

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Cuando los cubanos no se ponen de acuerdo, sea en una discusión de dos, o en grupo, de esas disputas donde todos hablan a la vez y solo uno parece escuchar, llega el momento cuando no vale la pena seguir debatiendo, porque -como se dice en la diplomacia- “no se llega a una solución entre las partes”. Entonces alguien sugiere: “mejor hablemos de pelota”

Foto Internet: Juego Cuba vs. Australia, que dio a la cubanos (4×3) el paso a la semifinal del Clásico Mundial.

Cuando los cubanos no se ponen de acuerdo, sea en una discusión de dos, o en grupo, de esas disputas donde todos hablan a la vez y solo uno parece escuchar, llega el momento cuando no vale la pena seguir debatiendo, porque -como se dice en la diplomacia- “no se llega a una solución entre las partes”. Entonces alguien sugiere: “mejor hablemos de pelota”.

Y es que hablar de beisbol en Cuba, hasta para quienes no saben mucho del deporte de los guantes, los bates y de las “pelotas redondas que vienen en cajitas cuadradas”, es parte del folklor, de la cultura, y de los ímpetus encendidos que genera el llamado pasatiempo nacional.

En estos días y desde algunos meses atrás, el beisbol volvió a ser la mayor pasión cubana. El Clásico Mundial 2023 ha sacado a todos de las camas en las madrugadas y los amaneceres. La pelota ha vuelto a convertirse en el primer tema de conversación en este archipiélago-caimán, y no solo aquí.

Después de años de descalabros beisboleros en la arena internacional, el anuncio hecho por la Comisión Nacional de Beisbol, de que serían convocados al equipo del Clásico peloteros de otras ligas, incluidas las mayores de los Estados Unidos, fue el detonante para nuevas discusiones, críticas, alabos y sobre todo muchas esperanzas en la opinión pública nacional y allende los mares.

Finalmente se conformó el equipo, un trabajo que debió ser muy arduo y con ese silencio necesario para lograr los objetivos trazados y dejar, tras una cortina de ética, las puertas abiertas a futuras convocatorias.

La primera sede del torneo en China Taipei recibió finalmente en su formato completo al nuevo “team” de las cuatro letras, el más ecuménico de los últimos años.

Pero el sueño de volver por la ruta del triunfo sucumbió en las dos derrotas iniciales ante Países Bajos e Italia. 

Sobrevinieron enseguida el desconcierto, de nuevo las críticas, algunas injustas, y ese pesimismo típico del cubano cuando algo no le sale bien en el primer intento. 

Por suerte, también aparecieron análisis bien profundos y razonables,  que explicaban el problema de las distancias y los cambios demasiado bruscos de los husos horarios, que debieron sortear aquellos atletas de otras ligas, que se incorporaron a un equipo que no conocían, y al terreno de juego casi sin bajarse de los aviones.

Entonces, vino el tercer choque, el de la vida o la muerte, contra un Panamá que no era segundo de nadie. A tablazo limpio los toleteros cubanos, ayudados por un picheo de lujo, ganaron ampliamente, 13 por 4, aquel juego, que mantenía vivas las esperanzas de seguir en el torneo. 

Aquella madrugada del pasado 10 de marzo el país entero, casa por casa, era un grito de júbilo.

En lo adelante, ya fue la locura. Reglas del torneo, que aparecieron a última hora, obligaron a sacar nuevas cuentas a los matemáticos, y predicciones más arriesgadas a los gurúes. Se sumaron polvos, caracoles y velas encendidas en La Habana, en Santiago, en Bruselas, en Madrid, en Miami y hasta en la conchinchina… Todo y todos por un equipo que, como el ave Fénix, se quitó ¡al fin! a tablazo limpio, los viejos maleficios.

Todo ayudó, pero lo primero fue la subsiguiente entrada a palos a unos chinos de Taipéi que fueron ultimados ante su propio público, con un marcador de 7 por 1. Luego vinieron los resultados de los demás equipos en el grupo, literalmente matándose los unos a los otros, de forma tal que se redondearon las cuentas y las cábalas: Cuba pasaba en el primer lugar a la próxima ronda y de paso se quitaba a Japón como rival en los cuartos de finales y en la propia tierra del sol naciente.

Quedaba Australia como escollo impredecible. Y el combate fue de nuevo cuerpo a cuerpo. El cocodrilo azul, rojo y blanco se zampó al canguro en otro juegazo de nervios, en un 4 x 3 que se definió con el último out, en otro amanecer de desvelo y gritería a nivel mundial.

El “team Asere” había nacido para la historia. Nombres y apellidos como Despaigne, Moncada, Arruebaruena, Roennis, Drake, Mujica, Luis Robert, Roel, Moinelo, Raidel, Romero, Elián, Guibert, Onelkis, Ariel, Quintana, por solo mencionar algunos de los más destacados, han logrado lo que se esperaba de ellos.

No importa quiénes son de las Grandes Ligas, quiénes juegan en Japón, en Dominicana o en México, o quiénes sudan la camiseta en las Series Nacionales de la isla. Todos hablan el mismo idioma, todos se reafirman felices por haber podido integrar el nuevo equipo Cuba, ese que ha hecho nuevamente soñar en grande a nuestro pueblo, que hoy vuelve a hablar de pelota con lágrimas de alegría y miradas de esperanza.

En unos días comenzarán las semifinales. Habrá que cruzar nuevamente el Atlántico, e irse, como los guerreros que son, a lo que ya se vaticina como la batalla de Miami. 

Suenen las nuevas canciones inspiradas por el “Team Asere”, qué se tiren los caracoles y se enciendan las velas, qué se alcen las banderas de la cubanía y del amor patrio por encima de todo y de todos. Porque esto no se acaba… hasta que se acaba.

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