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Guerra civil, ardillas y béisbol: Los orígenes de la pelota cubana en Spring Hill College

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Por: Félix Julio Alfonso López

A la memoria de Martín Socarrás Matos (1939-2023)

En la primavera de 1862 tres jóvenes cubanos, habaneros por más señas, escribieron a sus padres desde Spring Hill College en Mobile, Alabama, contándoles diversos pormenores de su estancia en aquella academia católica. Sus nombres eran Enrique Porto, de 15 años; Ernesto Guilló, de 16, y su hermano Nemesio, de 14. El progenitor de estos últimos, Pedro Guilló Frigola, era propietario de un pequeño ingenio azucarero en las inmediaciones de La Habana, y dueño de varios negocios de cristalería en la ciudad intramuros.

Otro miembro del clan Guilló, Eduardo, poseía una fábrica de tabacos y cigarrillos que producía para el mercado interno y la exportación. Eran una familia unida, devota de la religión cristiana y de cierta solvencia económica, lo que explica que pudieran enviar a sus hijos a educarse en una acreditada institución religiosa del sur de los Estados Unidos. 

Los niños habían llegado antes de la Guerra de Secesión, en 1858, y regresarían a su patria en 1864, cuando el conflicto bélico se inclinaba con claridad hacia las tropas norteñas. Recuérdese en este sentido la famosa batalla de la bahía de Mobile, cuyo desenlace adverso para la armada sudista dejó prácticamente sin puertos a la Confederación.

En sus cartas de aquel año 1862, Ernesto se entusiasma con una resonante victoria del ejército sureño, en una ofensiva donde resultó muerto un general confederado, célebre por su valor. De igual modo le cuenta a su progenitor que ha cazado unas ardillas, una de las cuales está embarazada, y que son unas criaturas tan hermosas que siente grandes deseos de volver a Cuba con ellas. También le dice que no fuma cigarrillos, y que esa es una gran diferencia entre Mobile y La Habana.

“Aunque no lo dicen las cartas que se conservan, también conocieron y ejercitaron el juego de pelota”.

Nemesio le escribe con alegría a una de sus hermanas, pues su otro hermano, Eduardo, ha tenido un hijo; se congratula de que el padre ha comprado un coche en el que lleva de paseo a toda la familia por la Calzada de Carlos III hasta la Quinta de los Molinos, y le informa de las ardillas que han logrado capturar con trampas, siendo Enrique Porto el más afortunado con sus nuevas mascotas. En todos los casos hay en estas misivas una gran nostalgia, preocupación por las acciones militares que dificultan la transportación de pasajeros y mercancías a la Isla, así como la esperanza de poder encontrarse nuevamente con la familia.

En el reporte trimestral correspondiente a inicios de 1862 se notifica que el trío de muchachos criollos mantiene buena conducta, son aprovechados en sus deberes escolares, muestran progresos académicos y gozan de buena salud. Solo en un caso, el de Nemesio Guilló, se menciona que su aplicación es “algo deficiente”. Quizás porque el benjamín de estos amigos dedicaba más tiempo a actividades extraescolares, como veremos enseguida.

La pérdida de una parte de los archivos de Spring Hill College, por el incendio del edificio principal en 1869, nos limita en el conocimiento de otras acciones desarrolladas por estos cubanos en Mobile, como parte de un nutrido contingente de jóvenes latinoamericanos que cursaban estudios en aquella época. Era tan común el idioma español entre los discípulos, que los padres jesuitas formaron una Liga Hispanoamericana de Estudiantes. Y aunque no lo dicen las cartas que se conservan, también conocieron y ejercitaron el juego de pelota, oriundo de la costa noreste de la Unión, que los soldados del ejército norteño contribuyeron a divulgar por todo el país. Aquella experiencia debió serles tan gratificante como el descubrimiento de las sociables mascotas.

“Fue Nemesio Guilló quien trajo aquellas exóticas piezas, marcando el inicio de una pasión colectiva que rápidamente se apoderó del imaginario de las élites ilustradas criollas y de sectores medios y populares”. Imagen: Cortesía de Reynerio Tamayo

Llegado el momento del retorno al país natal, en 1864, no fueron las simpáticas ardillas las que regresaron en sus baúles, sino unos extraños objetos que debieron causar asombro a los metódicos aduaneros españoles: nada menos que un bate y una pelota de beisbol, deporte completamente desconocido en la Isla. Fue Nemesio Guilló quien trajo aquellas exóticas piezas, marcando el inicio de una pasión colectiva que rápidamente se apoderó del imaginario de las élites ilustradas criollas y de sectores medios y populares, incluyendo a los negros recién liberados de la esclavitud, quienes vieron en este novedoso pasatiempo una eficaz metáfora de afirmación nacionalista, condición higiénica y estilo democrático.

Velozmente se iniciaron las prácticas de una versión rudimentaria del beisbol, llamada coloquialmente pelota de pueblo o “fongueo” en diversos territorios del barrio del Vedado, entonces una zona de incipiente urbanización. En las cercanías de los Baños de Ramón Miguel, al final de la calle E o Baños, en la parroquia de El Carmelo y en los posteriormente llamados terrenos del Club Habana, ocupados actualmente por el hospital América Arias, una cohorte de entusiastas aficionados perfeccionaron sus aprendizajes beisboleros, conformaron el primer conjunto de diez integrantes para jugar beisbol, y midieron sus fuerzas en septiembre de 1867 contra rivales norteamericanos en la vecina ciudad de Matanzas.

“El béisbol y la lucha anticolonial se enlazaron en una emblemática concordancia cívica y patriótica”.

Un año más tarde, deseosos de formalizar sus entrenamientos y competencias, fundaron el primer club de pelota que existió en Cuba: el Habana BBC, entre cuyos precursores estuvieron, desde luego, los hermanos Guilló y otro gran patriota y pelotero: Emilio Sabourín y del Villar. No resulta fortuito que en ese año 1868 comenzara la primera guerra por la independencia contra España, por lo que el beisbol y la lucha anticolonial se enlazaron en una emblemática concordancia cívica y patriótica.

Las trayectorias atléticas de los tres amigos habaneros de Mobile fueron relativamente breves. Nemesio fue el más destacado durante tres temporadas como jugador y una como árbitro, con discretos resultados competitivos. Ernesto participó en el célebre juego del Palmar de Junco, el 27 de diciembre de 1874, y después tuvo una temporal ejecutoria como directivo y umpire. Enrique Porto estudió Medicina y no existen datos de su participación dentro del beisbol organizado del siglo XIX. En cambio, ocupó altos cargos dentro del gobierno republicano y llegó a ser Secretario de Sanidad en el mandato de Alfredo Zayas. Precisamente en sustitución del presidente Zayas, el Dr. Porto lanzó la pelota inaugural del campeonato profesional de 1924.

Hoy dejamos inaugurado un sencillo marcador, en idioma inglés y español, que rememora la aventura de aquellos ilustres pioneros y los orígenes del beisbol cubano en Spring Hill College. La Oficina del Historiador de la Ciudad, el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, y las autoridades de la ciudad de Mobile han unido esfuerzos para lograr ese noble propósito. Mi querido amigo, el fotógrafo y editor Julio Larramendi, no ha cejado en su empeño y constancia para hacer realidad este sueño. Tierra de Alabama ha cruzado las aguas del mar para ser derramada en suelo de La Habana, en una encantadora metáfora del hermanamiento que une a ambas ciudades desde 2019.

“Dos pueblos que aman el béisbol y comparten siglos de historia, identidad, patrimonio y cultura”.

Cubiertos por el manto glorioso del béisbol, hacemos votos para que esta fraternal ceremonia trascienda el ámbito deportivo y se convierta en timbre de gloria para cubanos y estadounidenses. Tengo la esperanza —de la que ustedes seguramente también participan— de que el nuevo símbolo promoverá, desde esta plazuela en el corazón pelotero de Cuba, la amistad entre dos pueblos que aman el béisbol y comparten siglos de historia, identidad, patrimonio y cultura.

(Tomado de La Jiribilla)

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