Gabriel García Márquez, tu palabra es la vida
Gabriel García Márquez, conocido popularmente como Gabo, fue un escritor, periodista, poeta, editor y guionista de nacionalidad colombiana. Justo hoy, 6 de marzo que se cumplen 96 años de su natalicio, recordamos la magnitud de su relación con Fidel Castro.
En la sala de Conciertos de Estocolmo, donde le fuera entregado en 1982 el galardón que lo acreditaba como Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, expresó entonces a un público eminentemente europeo:
«(…) La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo».
Y más adelante cuestionó: «¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? (…) Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida».
Parte de un discurso coherente con su conducta y compromiso social, pronunciado bajo el título La soledad de América Latina, resultan estas palabras que parecieran haberse expresado en estos días en que la bota imperialista pretende pisotear los sueños latinoamericanos.
Para entonces, el Gabo, periodista y uno de los más grandes autores de las letras hispanas de todos los tiempos, ya había firmado también páginas solidarias con Cuba, a la que llegó en enero de 1959 invitado por el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Dolido siempre con las injusticias sociales, el autor de Cien años de soledad tuvo a bien fundar en Cuba la agencia de noticias Prensa Latina; y en 1986, presidir la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, creada en 1985, y la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
No por casualidad, el autor de obras descollantes donde late un continente, el crítico mordaz de las sangrientas dictaduras sufridas en Latinoamérica, entabló con Fidel una amistad que duraría hasta el fin de sus días.
En páginas de este diario escribió: «(…) Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina».
El insigne colombiano en quien Fidel reconoció a «un hombre con bondad de niño y talento cósmico» no sabe abandonarnos. Una obra donde la humanidad entera puede reconocerse y un amor inconmensurable por los destinos de América impiden su adiós en tiempos en que tanto lo necesitamos.
Tomado de www.fidelcastro.cu