Saberes para todos
Es deber de las bibliotecas públicas no solo atesorar cuanto posee, sino ponerlo en valor por muchas vías
El imponente silencio de una sala de lectura, perturbado solo por el pasar cuidadoso de las hojas o la caricia de un lápiz que anota una frase, es quizá una de las combinaciones más dulces para el oído humano. Entrar por primera vez a una biblioteca, sobre todo cuando se es todavía un niño, se siente como caminar por un recinto sagrado.
Esa sensación no dista tanto de la realidad. La Biblioteca de Alejandría, la más famosa de la historia, estaba ubicada dentro de un templo dedicado a las musas. Era el edificio en sí, por derecho propio, un santuario de la sabiduría y el aprendizaje, que solo consentía la entrada a algunos privilegiados.
En Cuba, los libros también se guardan en sitios de culto, pero con libre acceso para todos. El país posee una amplísima red de bibliotecas: escolares, especializadas, universitarias y públicas. El Decreto-Ley No. 271, aprobado el 22 de junio de 2010, es el documento legal que articula el trabajo de esos centros. En él se describe a las bibliotecas públicas como instituciones pensadas para la población de una comunidad, financiada con fondos públicos y cuya finalidad es facilitar, «a través de los medios técnicos y personal adecuado, el uso de documentos con fines culturales, de investigación, educación o recreo».
La misma legislación define, como principio fundamental de estas instituciones, el libre acceso a la información, así como la responsabilidad de servir «con sus fondos y medios disponibles, de manera gratuita, a toda persona natural o jurídica sin excepción, sobre la base de los principios que sustentan su actividad».
El Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas responde a uno de los principios que desde sus inicios defendió nuestro proyecto de nación: la democratización del conocimiento. Es por eso que en esos centros hay valiosísimos materiales: clásicos de la literatura universal y cubana, publicaciones seriadas, descontinuadas, estudios científicos sobre los más diversos temas. Todos al alcance de la población.
SABERES MULTIPLICADOS
En Cuba existe un total de 369 bibliotecas públicas: 13 provinciales, 155 municipales y 201 sucursales en áreas urbanas y rurales de difícil acceso. Todas funcionan de manera similar. Los centros municipales tienen un sistema de inscripciones gratuito, en el que cualquier persona puede registrarse para pedir préstamos o hacer consultas de documentos.
Para solicitar un préstamo, con el cual se concede permiso para sacar de la instalación el título pedido, se debe estar debidamente inscrito en ella; lo cual no es necesario si solo se desea consultar dentro del centro, aunque sí se lleva un registro de todos los visitantes que acuden y los libros que examinen.
Estas instituciones son eslabones fundamentales para el incentivo de la lectura, en algunas ocasiones desde edades muy tempranas. La Biblioteca Provincial Ramón González Coro, de Pinar del Río, por ejemplo, organiza una actividad llamada La Bebeteca, destinada a niños menores de cinco años.
Las bibliotecas locales suelen tener actividades que contemplan llevar los libros a las comunidades, incentivando el interés por la lectura. Estos proyectos llegan a escuelas, hospitales, hogares maternos, centros de adultos mayores y barrios en transformación. Según los directivos de los centros consultados para esta investigación, los públicos que más interés muestran son los adultos mayores y niños.
Este tipo de centro suele estar estrechamente vinculado al desarrollo sociocultural de la comunidad donde se localiza. Tal es el caso de la Biblioteca Municipal Máximo Gómez, de La Habana Vieja. Esta, además de los servicios literarios, acoge varios proyectos destinados al crecimiento y enriquecimiento cultural y espiritual de la localidad.
El caso de las bibliotecas provinciales es diferente, pues, además de cumplir con las funciones habituales, son centros metodológicos que brindan atención a toda la red de bibliotecas públicas de sus respectivos territorios.
Los volúmenes más buscados corresponden a los clásicos, literatura recreativa, policíaca y biografías, de acuerdo con Carmen Diego Fonseca y Nicolasa Breijo, directoras de las bibliotecas provinciales de Camagüey y de Pinar del Río, respectivamente.
A diferencia del resto de bibliotecas públicas, la inscripción en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM), principal institución de este tipo en el país, y que alberga la mayor parte de nuestro patrimonio documental, sí tiene un costo.
Para los estudiantes es de tres pesos, y se mantiene vigente por un año; para los profesionales, seis pesos, y diez para los investigadores, en ambos casos válidas por tres años. No obstante, cualquier usuario, sin estar inscrito en la institución, puede acceder a todos sus servicios de forma gratuita, a través de un pase temporal.
BIBLIOTECAS 2.0
El aumento del uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en Cuba impuso a las bibliotecas el reto de adentrarse en los medios digitales y redes sociales, no solo para promocionar su trabajo, sino para facilitar consultas a través de estas vías. Un momento definitorio fue el cierre de todas las instalaciones durante la pandemia de la COVID-19, resultando en la creación de perfiles sociales para la mayoría de las bibliotecas del país.
La BNCJM es líder en esas prácticas. Posee un catálogo de referencias bibliográficas, publicado en el portal institucional, recibe solicitudes de referencias por correo electrónico y consultas a través de las redes sociales.
En palabras de Omar Valiño, director de la BNCJM, «tenemos el reto de crecernos ante las demandas de los nuevos tiempos, en lucha contra nuestro atraso tecnológico, que no nos permite avanzar a la velocidad deseada. Aun cuando no sea de modo directo, en la vida cultural muchas veces está la huella de la biblioteca como una fuente inagotable que aporta a todos».
Como parte del proceso de digitalización, el centro ha reforzado la Mediateca, donde se pueden encontrar, en diferentes formatos digitales, libros, revistas, periódicos y documentos variados. Estos archivos pueden no solo ser consultados personalmente en el área de la biblioteca destinada a ese fin, sino que se comparten regularmente en los perfiles del centro, para su descarga.
Es deber de la biblioteca no solo atesorar y cuidar todo cuanto posee, sino ponerlo en valor por muchas vías. Las honduras del saber que allí se acumulan no pueden ser borradas ni ignoradas por la existencia de internet, enfatizó Valiño.
Cada componente del sistema de bibliotecas públicas de Cuba continúa con su misión fundacional: ser baluarte de la cultura y el conocimiento, mientras se reinventa a sí mismo una y otra vez. Son estos sitios espacios de fraternización entre el pasado y el presente, y de cultivo para las ideas del futuro; abono para el árbol sagrado del conocimiento. Tal vez algunas de estas razones inspiraron al escritor argentino Jorge Luis Borges cuando afirmó: «Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca».