Martí, presente y futuro de la nación
Lil María Pichs Hernández, joven revolucionaria y martiana, aborda la universalidad del pensamiento del Apóstol y su trascendencia para afrontar los desafíos del presente
Ir a Martí, siempre a Martí, se repite a modo de máxima y asusta. Asusta porque Martí es, ante todo, verbo, Martí es acción y obligada consulta. Existe un fenómeno psicológico conocido como saciedad o saturación semántica, en el que la repetición de una palabra o frase causa la pérdida temporal de su significado para el oyente, quien comienza a percibirlo como sonidos sin sentido.
“Hacer es la mejor manera de decir”, aseguró el Apóstol; hacer nunca pierde el sentido; hacer dignifica, crea, ilumina. El hombre que vivió y murió por Cuba, que consideró al mundo su Patria, que vivió en el monstruo y avizoró sus intenciones, que fundó, unió, escribió y amó debe ser leído, referenciado y citado en discursos, en escritos y carteles, pero más que eso, debe aparecer en el hombre y mujer cotidiano, en los pequeños y grandes gestos del día a día.
Lil María Pichs Hernández, desde niña ve en el Apóstol una guía. Se vinculó al Movimiento Juvenil Martiano durante la enseñanza preuniversitaria y actualmente conforma su dirección nacional, integra, además, la junta nacional de la Sociedad Cultural José Martí y es especialista en relaciones internacionales de la oficina del Programa Martiano. Con ella conversamos sobre el significado y la responsabilidad de ser martiano en estos tiempos, sobre paradigmas y derroteros…
― ¿Cómo sacar a Martí del papel y el mármol y emplear su visión para enfrentar los problemas y las dificultades que atraviesa la nación hoy, para generar consensos y fomentar el diálogo?
― Decir Martí y después apagar el micrófono e irse no es la solución. Poner a Martí en un busto, inaugurarlo, ponerle flores en los matutinos y después no hablar de él en clase o hacer exactamente lo contrario a lo que él nos dice que hagamos en nuestra vida familiar, tampoco es la solución; ni citarlo en un discurso y olvidarnos de él.
Para mantenerlo vivo debemos ser martianos y desde esa visión analizar los problemas. Como afirmara José de la Luz y Caballero: “La educación empieza en la cuna y no termina sino con la tumba”, sucede lo mismo con el hecho de ser martiano. Dirigirse a las concepciones fundamentales de su ideario constituye la forma de sacarlo del anquilosamiento, del dogmatismo o del oficialismo.
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Martí creía en la utilidad de la virtud, en el mejoramiento humano, en la dignidad y la defensa de la honra tanto propia como ajena, en el pensamiento crítico y estos son elementos que deberían guiar nuestras vidas como revolucionarios y como cubanos, valores de los que depende el proyecto socialista de este país.
― ¿Por qué continúa siendo necesario y útil leer y comprender a Martí a 170 años de su natalicio?
― El entendimiento que José Martí logró de la época en que vivió lo llevó a convertirse en alguien para todos los tiempos. Mientras existan seres humanos, con sus virtudes y defectos, pensando, amando, creando, enfrentando dificultades necesitaremos a Martí. El Héroe Nacional de Cuba forma parte del código de ética universal, lo cual habla de la valía excepcional de su figura y ejemplo para la raza humana.
Los problemas que denunció en su momento a nivel de individuo y de sociedad se mantienen vigentes. Requeriremos remitirnos a él, puesto que los males que advirtió han alcanzado niveles que ni siquiera el propio Martí habría podido prever.
La polarización de la riqueza a nivel global, la repercusión de los discursos de odio, el auge del fundamentalismo no solo religioso, sino económico y político y el poder de este para penetrar en las almas es una muestra de los peligros actuales, todo ello mediado por la globalización y el desarrollo tecnológico.
Martí nunca experimentó estos fenómenos del planeta actual, pero sí predijo que el mundo cada vez se achicaría más debido a los avances de la ciencia y la técnica. Aun así, no creo que imaginase el nivel de cosificación que los humanos son capaces de sufrir en momentos como los presentes, donde el paradigma capitalista, que genera consumidores y no ciudadanos, ha calado tan hondo en millones alrededor de todo el globo.
Seguirá siendo necesario y útil recurrir al Maestro en tanto sigamos siento seres humanos duales. Martí habló mucho sobre la naturaleza humana, algunos lo acusan de idealista porque decidió depositar su fe en el mejoramiento humano, pero esto no significa que desconociera el lado negativo del hombre.
El Apóstol bebe de la sabiduría de los pueblos originarios, ellos hablan de las bestias del bien y el mal que habitan dentro del hombre y de cómo sobrevive la que uno alimenta. La idea de que no somos necesariamente buenos o necesariamente malos, sino como decidimos ser, condicionados siempre por las circunstancias fue comprendida por Martí. Esta forma de concebir al ser humano le permitió analizar los fenómenos que le rodeaban de una manera que lo hace inmortal.
― ¿A qué mundo, a qué país aspira una persona martiana y que hace un martiano/a para construirlo?
― Aspiramos a un mundo más justo, equitativo, donde existan condiciones vitales para todos y que los derechos humanos no sean únicamente una “libertad de expresión” y “libertad de reunión”. Un mundo donde la educación y la salud, el trabajo y vivienda dignos sean derechos y no lujos, por elemental que parezca muchos países hoy no exhiben esta visión.
Personalmente, pienso una Cuba martiana como un país donde todos estos valores universales se puedan materializar en las fronteras nacionales. La justicia social, la soberanía en consecuencia con nuestro legado histórico y la deuda que tenemos con la humanidad, son elementos a tener en cuenta si de verdad nos definimos como martianos.
― En momentos de precariedad y necesidades económicas, tanto a nivel global como nacional ¿cómo fomentar la virtud, la idea del bien?
― En tiempos de tanta penuria, donde ser corrupto parece lo más fácil, donde pensar en uno mismo para sobrevivir pudiera ser la prioridad resulta un reto plantearse cómo cultivar la virtud. Pero podemos enfocarlo de una manera diferente, en un mundo donde la crisis de valores es tal, donde hay momentos en los que uno solo tiene palabras de desaliento en los labios y pensamientos oscuros, donde se toca fondo… ¿qué es lo que queda por hacer? La respuesta es salir adelante, avanzar, pensar que no estamos solos, voltearnos a quien está a nuestro lado y que pasa por lo mismo que nosotros. Cuando empezamos a pensar en el otro, entonces empezamos a crecer.
La virtud, más que un lujo es una necesidad. Esa perspectiva es parte del legado martiano. Frente a la injusticia más grande lo que queda es luchar por la justicia, frente a un mundo donde la mentira se convierte en algo cotidiano, decir la verdad no solo es un acto revolucionario, sino que resulta ineludible. “Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino e la felicidad”, dijo el Apóstol.
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Las crisis no son momentos completamente destructivos, son momentos donde se destruye, pero se crea. Constituye un período de cambio, de muchas amenazas, pero también de perspectivas y oportunidades para ser tomadas y desarrolladas y Cuba está en un momento definitorio de su historia. Nos están poniendo en las manos los dos caminos: si comprarnos las mentiras, dejarnos llevar por lo supuestamente más fácil y renunciar a “toda la gloria que se ha vivido” o simplemente cantar el resto de la canción y volver a pensar y a enamorarnos y encontrar todo lo que Pablo describe en esa canción preciosa.
Es más complejo que traicionar o no, tiene que ver con una elección consciente. Ser revolucionario o comunista en Cuba no puede ser una cuestión de inercia. Hay muchas formas de ser revolucionario y no necesariamente debes considerarte comunista. Aquellos que decidan serlo, además de ser martianos, tienen que sentirse identificados con los valores de lo que puede ser una sociedad comunista; esa sociedad que no ha existido aún sobre la faz de la Tierra y no sabemos cómo se ve, pero que de alguna manera se convierte en un lugar al que añoras.
El 170 aniversario del natalicio de nuestro Martí se presenta como el pretexto para rememorar y honrar, pero tal y como advierte la joven Lil María el aprendizaje es constante y el esfuerzo diario. Quedamos con la inolvidable melodía de Cuando te encontré de Pablo Milanés de fondo, con los problemas cuya resolución resulta impostergable para la humanidad y las palabras del Apóstol en el pensamiento y con la idea de, pese a todo, alimentar el bien.