Cuba en el contexto del 2022-2023
Arrancar con mucho optimismo el venidero calendario frente a las adversidades constituye el propósito definitorio de Cuba, que ha definido al 2023 como el del despegue, como el que debe ser mejor. «Si aprendimos las más duras lecciones del año que termina, podemos disponernos a enfrentar en mejores condiciones el ejercicio por comenzar en breve», afirmaba en su discurso de clausura del Décimo Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su lX Legislatura, el 14 de diciembre, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Fue una ocasión propicia para su llamado a sacudir la inercia, superar la complacencia y buscar siempre soluciones, alternativas. El Parlamento aprobó un conjunto de leyes y se centró en el accionar económico nacional, se adentró en la dura cotidianidad de la población y se auguraron luces en el plan propuesto para los 12 meses subsiguientes, cuando el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) se prevé sea del 3 %, a partir de la reactivación de actividades productivas domésticas y de una mayor captación de divisas por exportaciones.
Sin falsas expectativas, en realidad la economía cubana sigue mostrando signos de recuperación, aunque no los exhibe al ritmo de la caída que sufrió en 2020, casi de un 11 por ciento. Lo proyectado persigue, como primera meta, acercarnos lo más posible a las condiciones que tenía el sector en 2019, cuando no existía la pandemia ni se había arreciado el bloqueo de EE.UU., reconocía recientemente Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía y Planificación, ante el máximo órgano de gobierno.
Pero el plan es muy retador, con muchos desafíos, e implica esfuerzos y el despliegue de cuantas iniciativas sean factibles para allanar el camino e incrementar los ingresos con una utilización más eficiente de los recursos. Hay posibilidades de avanzar en temas como la salud, el turismo, las telecomunicaciones, el níquel y los rubros de exportación de servicios. Es imprescindible igualmente el fomento de la inversión extranjera directa. En los dos años y medio previos, Cuba atravesó por una desgastante epidemia con picos y escaseces, incluso, de oxígeno para contrarrestar el SARS-CoV 2, a lo que se sumó el recrudecimiento del boqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos.
Se suscitaron ademásla explosión en el Hotel Saratoga , en La Habana; el siniestro en la Base de Supertanqueros en la zona industrial de Matanzas; la no disponibilidad de combustible, la crisis del Sistema Energético Nacional, que en este mes ha logrado equilibrarse hasta incluso exhibir cero déficit en determinado momento; y el huracán Ian, que se ensañó con el occidente cubano, en especial con Pinar del Río, donde la destrucción dejó huellas para largo tiempo.
El 2022 fue un año difícil y aleccionador como pocos. Cuando la cotidianidad se hizo más dura, y no solo estamos hablando de llevar en cada jornada la comida a la mesa, sino también de la carencia de medicamentos y el constreñido transporte urbano, el pueblo votó y aprobó el Código de las Familias, una muestra de adhesión a la Revolución y fe en sus autoridades, quienes han llamado a una resistencia activa a la vez que escuchan cuánto tiene que decir y contribuir la población para que este proyecto social avance.
Sabiéndose el calado de los problemas en el día a día de la gente, las recientes sesiones de la Asamblea Nacional fueron particularmente intensas al abordar las dificultadesdel extremadamente complicado escenario al interior, dado entre otras causales por la ausencia de divisas.
«Cada uno de ustedes, aclaró Díaz-Canel Bermúdez, como cada cubano o cubana, tiene su propia percepción de esos problemas; sin embargo, no conozco a un patriota que se mantenga al margen de las angustias y los esfuerzos para que el país logre superar los colosales desafíos de una economía bloqueada y recontrabloqueada por quienes se han erigido en amos de las finanzas y los mercados del mundo, pero también por ineficiencias y obstáculos generados por nuestra propia impericia y errores».
Decir que la economía transita por una complicada situación donde se combinan la guerra criminal de la Casa Blanca, los efectos de la COVID-19 y la inflación internacional, entre otros factores adversos como las insuficiencias internas, es lo cierto, lo innegable; pero ello no se resuelve por sí solo. Lo que toca es buscar salidas, innovar y romper el cerco. Tal ha sido el llamado de los máximos dirigentes del patio.
Así de claro se pintó el horizonte, que si antes no vio a los cubanos desmovilizarse ni desalentarse porque existe una voluntad política forjada en años de duro bregar, ahora tampoco sucederá.
Existe un aprendizaje y la claridad de la estrategia, porque no es un secreto para nadie que en los últimos tiempos se han producido importantes desequilibrios macroeconómicos como resultado de la pérdida de ingresos en divisas, los elevados déficits fiscales, el incremento de los ingresos de personas naturales sin respaldo productivo, la parcial dolarización de la economía y la débil respuesta productiva para generar oferta de bienes y servicios, entre otros.
Tales desequilibrios se expresan principalmente en los niveles de inflación, escasez de oferta, depreciación e inconvertibilidad de la moneda nacional, fenómenos que han favorecido al deterioro sustancial del poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores y pensionados y de las condiciones de vida de la población.
Para mejorar tal panorama se requiere de la reactivación de las capacidades productivas de la Isla y de un mayor nivel de captación de moneda dura que contribuya a mejorar el bienestar general de los cubanos, con todos los cuales se cuenta para dar la batalla porque su apoyo resulta fundamental.
Por 64 años consecutivos la realidad de la Revolución Cubana ha sido una pelea sin tregua contra los demonios que se le oponen; entonces la opción es solo esta: enfrentar con optimismo el 2023, que -ante los resultados precedentes (solo se estima un incremento del PIB del 2022 en el entorno del 2 %)-; ha sido calificado como el del despegue, como el que debe ser mejor.