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El profeta y las lecciones de la historia

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Fidel viene del futuro porque allí habita, ese lugar donde convergen los mejores sueños y esperanzas de la humanidad

Viajar al futuro y regresar para alertarnos de la trampa, de la posible emboscada, del cambio de curso de la política de tal y más cual estratega o país, para advertirnos de los daños irreparables a la naturaleza, para regalarnos optimismo y fe a raudales, no era suficiente para quien cabalga un sueño tan grande y puro.

Llevaba en la frente el beso del Apóstol y en la mano la alquimia para sanar cualquier injusticia. Veía más porque miraba más lejos. Los horizontes convergían en su voluntad de hacer y vencer cualquier contratiempo.

No ser perfecto le hizo perfecto para su pueblo, que ante cualquier duda buscaba la palabra precisa y afirmaba, con absoluta convicción: «lo dijo Fidel».

No hacía predicciones, no era hechicero o brujo, aunque a veces lo creyéramos por su poder anticipatorio; era un revolucionario y un genial estadista, un observador y estudioso consagrado de las realidades de este mundo.

Pero, cómo no creer en sus dotes de adivino, cuando vislumbró la futura victoria de la Revolución en aquel encuentro en Cinco Palmas, o advirtió del reto que significaba esa victoria, y la dura lucha que vendría después del triunfo.

También advirtió del cambio climático y de la amenaza de una guerra nuclear o del fin de la Unión Soviética. Muchos no le creyeron, su pueblo sí.

El actual escenario mundial nos lleva otra vez a sus palabras, alertándonos sobre el papel de la otan, cuando dijo, en una de sus reflexiones, que «esa brutal alianza militar se ha convertido en el más pérfido instrumento de represión que ha conocido la historia de la humanidad».

Sobre la organización guerrerista también señaló: «Muchas personas se asombran al escuchar las declaraciones de algunos voceros europeos de la otan, cuando se expresan con el estilo y el rostro de las ss nazis».

Predijo, digámoslo así, la decadencia económica y política de occidente frente al protagonismo de Rusia y China.

«El imperio de Adolfo Hitler, inspirado en la codicia, pasó a la historia sin más gloria que el aliento aportado a los gobiernos burgueses y agresivos de la otan, que los convierte en el hazmerreír de Europa y el mundo, con su euro, que al igual que el dólar no tardará en convertirse en papel mojado, llamado a depender del yuan y también de los rublos, ante la pujante economía china estrechamente unida al enorme potencial económico y técnico de Rusia».

Cuando se cumplía el aniversario 67 de la victoria sobre el nazifascismo, escribió, en una de sus reflexiones: «Los yankis y los ejércitos sanguinarios de la otan seguramente no podían imaginarse que los crímenes cometidos en Afganistán, Iraq y Libia; los ataques a Pakistán y Siria; las amenazas contra Irán y otros países del Medio Oriente; las bases militares en América Latina, África y Asia; podrían llevarse a cabo con absoluta impunidad, sin que el mundo tomara conciencia de la insólita y descabellada amenaza».

Creía firmemente en la capacidad de la Federación de Rusia para ofrecer respuesta adecuada y variable a los más sofisticados medios convencionales y nucleares del imperialismo, y vencer, certidumbre que debió servir de consejo a los que baten hoy los tambores de la guerra contra ese país.

Alertó sobre el peligro de una guerra en la península de Corea, la que consideró uno de los más graves riesgos de guerra nuclear después de la Crisis de Octubre en 1962, un riesgo que sigue vigente.

«Si allí estalla una guerra, los pueblos de ambas partes de la Península serán terriblemente sacrificados, sin beneficio para ninguno de ellos», previno.

El 21 de marzo de 2012 escribió una de sus más proféticas reflexiones: Los caminos que conducen al desastre. En ella expresó su preocupación sobre el agravamiento de la crisis de supervivencia de la especie humana.

«Cuando expresé, hace 20 años, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro, que una especie estaba en peligro de extinción, tenía menos razones que hoy para advertir sobre un peligro que veía tal vez a la distancia de 100 años».

Entonces recordó ese día en Río, cuando los líderes mundiales presentes aplaudieron, quizá solo por cortesía, sus palabras, y «continuaron plácidamente cavando la sepultura de nuestra especie».

Su pregunta, centro de la reflexión, nos interroga aún: «¿Alguien piensa acaso que Estados Unidos será capaz de actuar con la independencia que lo preserve del desastre inevitable que le espera?».

Convencido, respondió: «Por mi parte, no albergo la menor duda de que Estados Unidos está a punto de cometer y conducir al mayor error de su historia». Y selló ese escrito con una lección: «Si no aprendemos a comprender, no aprenderemos jamás a sobrevivir».

Tal parece que está aún en su mesa de trabajo, siguiendo con vista de águila los acontecimientos recientes en Europa, la escalada de la guerra en Ucrania, el resurgir del fascismo y los peligros que acechan a la especie.

Fidel viene del futuro porque allí habita, ese lugar donde convergen los mejores sueños y esperanzas de la humanidad.

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