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¿Cuál fue el rol de la masonería en el camino independentista de Cuba?

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¿Alguna vez se ha preguntado cuándo llegó la masonería a Cuba? ¿Cuál fue su rol en el camino independentista de la nación?

Todo parece indicar que la presencia de esta fraternidad en nuestro país se remonta a la toma de La Habana por los ingleses, cuando irlandeses miembros del ejército de ocupación la introdujeron.  

Su logia tuvo ubicación en el convento San Francisco de Asís. Posteriormente, el arribo de colonos franceses que huían de la revolución haitiana fomentó la organización de logias en la Mayor de las Antillas. La primera esencialmente cubana data de 1802. Ese año surgió El Templo de las Virtudes. Aun así, su primer Gran Maestro fue francés. 
Estudiosos subrayan que en la actualidad el tratamiento académico a la masonería cubana representa una insuficiencia en las Ciencias Históricas. En tal sentido, queda mucho por investigar en torno al papel de esa fraternidad en distintas etapas del desarrollo de la sociedad cubana. Sin embargo, es más conocido su rol en la organización del estallido revolucionario de 1868, pues las logias fueron precursoras de las primeras conspiraciones independentistas contra España.

A ellas estuvieron afiliadas grandes personalidades de las guerras anticoloniales. Entre ellos destacan Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez y Antonio Maceo. El organizador de la última guerra mambisa, José Martí, también se inició en la masonería. Aunque ha habido polémicas sobre la certeza de su vinculación masónica, existen pruebas de su adhesión a esa cofradía.  

La diseminación de las logias por el territorio insular a lo largo del siglo XIX propició la difusión del pensamiento ilustrado. Las logias sirvieron para cobijar en un mismo espacio y bajo códigos compartidos de moral y conductas a hombres identificados con el liberalismo. Estas agrupaciones tendieron a hacer suyas los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa de 1789. Más aún, devinieron un lugar idóneo para la concertación de la acción política y, en definitiva, militar.

Evidentemente, la evolución de la masonería en la Isla no fue del agrado de las autoridades eclesiales ni del aparato estatal, pues las agrupaciones masónicas suponían un enfrenamiento silencioso a la hegemonía del poder colonial. 
Existe constancia de ataques ideológicos contra la hermandad, varios de ellos en publicaciones periódicas de la época. Ello no impidió, sin embargo, que para 1862 existieran en la Mayor de las Antillas más de 20 logias, de lo que dan cuenta diferentes textos históricos.

En la segunda mitad de la década de 1860 estaban creadas las condiciones necesarias para que en escenarios masónicos se produjera la organización de conspiraciones anticoloniales. Es bastante conocido el ejemplo de la logia del Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA). 

De tal modo, el inicio de las guerras por la independencia estuvo indisolublemente ligado a la masonería. Hubo matices, desde luego, que diferenciaron en lo socioclasista y lo político-ideológico las proyecciones y alcance de las distintas logias vinculadas a conspiraciones independentistas. Sin embargo, lo que no puede obviarse es el rol crucial de ellas en la confirmación del camino independentista de Cuba. 

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