La cultura que somos
¿Qué nos identifica? ¿Cuáles elementos caracterizan la cubanía? ¿Cómo se siente ser hijo de este archipiélago del Caribe? Las respuestas pueden ser disímiles, variadas, complejas, pero lo que no puede negarse es que nuestra cultura tiene su propia identidad
Aquella melodía tarareada por blancos, negros, mestizos, adinerados, pobres, esclavos, libertos… constituyó el naciente símbolo de lo que, desde entonces, nos identificaría como nación, como pueblo, como cubanos. Aquella letra de espíritu libertario, independentista, soberano, de amor patrio cinceló en el alma de Cuba la esencia de lo que hoy somos.
La creación de Perucho Figueredo que los bayameses entonaron al ritmo del latir de sus corazones aglutinaba en sí misma la integración, la mezcla, el ajiaco —a decir de Fernando Ortiz— que durante siglos fue cociéndose lentamente, poco a poco, a fuego, sudor, sangre, caña, azúcar, tabaco, ron… en la «tierra más hermosa que ojos humanos vieran». Esa música marcial, enérgica e impetuosa representaba la cultura cubana emergida desde las raíces de España y África, fundamentalmente, aderezada por otras identidades llegadas desde otras partes del mundo.
¿Qué nos identifica? ¿Cuáles elementos caracterizan la cubanía? ¿Cómo se siente ser hijo de este archipiélago del Caribe? Las respuestas pueden ser disímiles, variadas, complejas, pero lo que no puede negarse es que nuestra cultura tiene su propia identidad, sus características únicas, irrepetibles; aunque algunos pretendan contaminarla con tradiciones y costumbres totalmente ajenas y foráneas.
Nos identifican, en primer lugar, nuestros símbolos patrios, presentes desde que el pueblo comenzó a sacudirse el yugo español; nuestras religiones y creencias, nuestro argot, gestos o ademanes a la hora de comunicarnos, nuestra música, cantos y bailes; nuestra comida o arte culinario, nuestra vestimenta y moda (con influencias o sin ellas), nuestras fiestas y tradiciones, somos cubanos en toda la extensión y maravilla de la palabra.
Nos identifican los dulces de nuestras abuelas, las plantas sembradas o colgadas en el portal, la sala o el patio de la casa; los cuentos de guajiros sobre aparecidos, güijes, madres de agua, muertos, brujas y animales fantásticos; las historias de los abuelos de las guerras por la independencia, contra Machado y Batista, los rebeldes en la Sierra y el llano, en Girón, la Crisis de los Misiles, la Lucha Contra Bandidos, las misiones internacionalistas, las movilizaciones y bastiones.
Nos identifican la conga arrolladora, los carnavales de Santiago de Cuba, las parrandas en pueblos del centro norte de la isla, las fiestas campesinas, el guateque, la controversia y la canturía, los bembés y toques de tambor, la rumba de solar, los toques de fotuto, la gozadera armada en una esquina solo con una lata y un palo.
No nos identifican Halloween ni el Día de Gracias, no nos identifican ritmos foráneos ni frases idiomáticas raras, no nos identifican elementos culturales que se quieren imponer contra toda una historia de siglos que sigue tan irreverente y rebelde como los primeros días.