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Mujeres rurales cubanas: aplausos y más

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Es probable que ahora, han pasado cerca de veinte años desde entonces, Irene ya habrá podido ver un semáforo, una lavadora, la playa… Porque cuando la conocí, en el lomerío del municipio granmense de Tercer Frente, sabía de esas y otras cosas solo “por lo que se habla”. Allá arriba, eran ella y su morral, que cada amanecer, en tiempo de cosecha, repletaba de granos de café.

Como los granos de café maduro no hacen ruido al caer en la cesta, y ella los recolectaba en absoluto silencio, casi resultó una especie de aparición al topármela entre tanta hoja verde y fría humedad.

Pero su sorpresa fue quizás mayor que la mía, y, entre sustos y sonrisas, dejó a esta reportera asomarse a su vida de mujer rural:

“Me recuerdo a mí misma como con ocho o nueve años en un lugar llamado La Laguna, parada junto a una canasta chiquita para recoger café. Prácticamente, eché mi niñez y juventud recogiendo café; no me gustaba, pero tenía que hacerlo por la necesidad. Después, ya me gustó, y también hacer cualquier tipo de trabajo. La gente me dice que por qué soy así, como una hormiga de trabajadora, y queriendo las plantas, las frutas…, será porque soy hija de campesinos”.


Foto: Internet

A Irene le he perdido el rastro, pero muchas como ella, o parecidas, seguro continúan asomando entre lo verde como mágica sorpresa, lo mismo en las serranías que en el llano, y todas merecen el mejor aplauso en este Día Internacional de las Mujeres Rurales.

En realidad, ese “todas” significa casi la cuarta parte de la fuerza laboral en el sector agropecuario, donde igual se les encuentra en la agricultura en general, que en el tabaco, el café, en la ganadería, laborando para la empresa forestal… y desde todos esos y otros perfiles, aportando directa o indirectamente a la producción de alimentos, a la agroecología, a que la vida pueda ser mejor.

Constituyen, según el más actual informe sobre desarrollo humano publicado en Cuba Ascenso a la raíz. La perspectiva local del Desarrollo Humano en Cuba 2019  , el 46,3% de la población rural, pero solo el 26,1% de la población económicamente activa en ese ámbito.

Ellas conforman algo más del 15% de la fuerza laboral empleada directo en la agricultura, casi un tercio (32%) del total de las personas propietarias de tierras, y el 16% de las personas usufructuarias.

Representan alrededor de la tercera parte de los recursos humanos empleados dentro del sector estatal en la agricultura, donde no faltan, como en el resto de las formas productivas, mujeres ocupando responsabilidades administrativas, sindicales, también dedicadas a la investigación científica, a la innovación y buscando soluciones para los problemas y necesidades de sus comunidades.
 

Foto: Osvaldo Gutiérrez Gómez/ ACN

No por gusto, con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales celebrado el año pasado, el secretario general del Sindicato de Trabajadores Agropecuarios, Forestales y Tabacaleros, Néstor Hernández Martínez, “destacó la capacidad y el liderazgo de la mujer rural, que ha demostrado mayor eficiencia, organización y productividad en la mayoría de las labores de la agricultura”, según reportó la ACN. 

Merecidos aplausos, pero…

Aun cuando es indiscutible el aporte de las cubanas desde el contexto rural, investigaciones y artículos de especialistas del patio, coinciden en apuntar que aun se requiere  darle  mayor visibilidad a ese sector atendiendo a sus especificidades, marcadas, entre otros condicionantes, por las propias características de ese medio, significativamente diferente de los ámbitos urbanos.

La doctora Ana Isabel Peñate Leiva, profesora e investigadora titular de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO-Programa Cuba, publicó en diciembre último un valioso artículo sobre el tema: “Género y territorio como ejes de desigualdad Una mirada a la situación de las mujeres rurales en Cuba”.

En dicho texto, la experta se propone responder a las interrogantes  ¿Cómo se percibe la relación género/ruralidad en Cuba?, ¿Cuáles son las principales desigualdades que vivencian las mujeres rurales en el país? y ¿Cómo pueden las políticas públicas y la academia contribuir a revertir esta situación? 

Para ello, toma entre sus fuentes textos científicos derivados del Foro Escenarios de políticas y grupos vulnerables: mujeres rurales, que contó con el concurso de 16 expertas/os, quienes, desde sus diversos perfiles profesionales, exploraron las desigualdades a las que se enfrentan las mujeres rurales cubanas desde los contextos económico, cultural, de vivienda, hábitat y salud, a la vez que un foro en particular integrado por mujeres rurales enriqueció con sus vivencias los análisis.


Foto: Internet

La doctora Peñate Leiva asegura en las conclusiones del mencionado artículo que “el análisis de las desigualdades económicas atravesadas por la mirada de género en el ámbito rural en Cuba, refuerza la persistencia de las distancias entre espacios rurales/urbanos, y pone el acento en formas específicas en que se (re) construyen las desigualdades sociales. El territorio constituye un eje diferenciador que promueve inequidades en los sujetos, siendo las mujeres las más vulnerables.”

En consecuencia, recomienda que “los estudios sobre las mujeres rurales deben transitar desde una mirada reduccionista, centrada esencialmente en la mujer rural como campesina productora o cooperativista, a una que la evalúe como sujeto plural; y en los aspectos relacionados con el bienestar económico, hacia una visión más compleja que considere dimensiones ausentes o insuficientemente tratadas, como las de salud, condiciones de la vivienda y sus percepciones, que dan cuentan de la complejidad de la situación actual de la mujer rural. De esa manera la investigación social debe desplazarse del campo de lo agrario al de la nueva ruralidad”.

Mujeres cafetaleras bajo la lupa

Coincidiendo con las ideas anteriores y, a la vez, acercando la lupa a la concreta cotidianidad de las mujeres cafetaleras en el municipio santiaguero Tercer Frente, la revista Santiago, de la Universidad de Oriente, en su número especial por el 75 aniversario de ese centro de altos estudios dado a conocer el mes pasado, publicó una indagación que expone el diagnóstico de las brechas de género en el proceso productivo cafetalero cooperativo de ese territorio oriental.

El colectivo de autores de dicha indagación detectó, entre otros resultados, que allí se aprecia el no aprovechamiento de la capacidad real y potencial de las mujeres, así como falta de acciones de capacitación que las promuevan a cargos de dirección, aun cuando se ha acrecentado la participación dentro del territorio de mujeres jefas de asociaciones campesinas, en cooperativas.


Imagen ilustrativa. Foto: tomada de opciones.cu
 

Dicho estudio igual permitió poner de manifiesto que “las mujeres cooperativistas tienen dificultades con el acceso a la información, al trabajo, a los recursos y a los beneficios propios de la producción cafetalera”.

Advirtieron, asimismo, que los propietarios hombres de la tierra tienden a traspasarle los saberes y la herencia de la tierra al varón que más se involucra en su producción; lo cual reproduce una división sexista del trabajo. De un total de 32 fincas tramitadas en herencia familiar desde 2018 y hasta 2021, solo 3 fueron heredadas por mujeres, aún cuando existían condiciones factibles para que la cifra fuera superior.

“Siendo las mujeres quienes realizan un gran porcentaje de las actividades productivas –refiere la investigación-, son los hombres quienes más provecho obtienen, tanto de los programas de formación sobre prácticas sostenibles que se aplican en el municipio, como de insumos, ingresos y otros beneficios que genera la comercialización del café”.

A estas y otras sombras se añade el constatar la sobrecarga de las mujeres cafetaleras a causa de la doble jornada, la laboral y la doméstica, que recae sobre sus hombros, como igual sucede en zonas urbanas y con mujeres de muy diversas ocupaciones.

En este caso, el colectivo de estudiosos refiere que esa sobrecarga provoca que disminuyan las posibilidades de estas mujeres  de participar a tiempo completo en el trabajo en las cooperativas, de acceder a oportunidades de formación técnica y de transitar a puestos de mayor responsabilidad dentro de las bases productivas.

Recomiendan la necesidad de promover políticas y medidas específicas dirigidas en particular la mujer rural, en las que se reconozca la importancia de estas en la sostenibilidad del proceso productivo. 


Imagen ilustrativa. Foto: tomada de trabajadores.cu

Además, sugieren que se precisa de mecanismos de estimulación económica para las empresas que hayan incorporado el enfoque de género a la práctica de toda su gestión económica, y así hayan logrado reducir las brechas entre hombres y mujeres.

De igual modo, sugieren trabajar en la formulación de políticas que promuevan prácticas gerenciales intraorganizacionales o intraempresariales a favor de la igualdad.

…Pero se mueve

Sin dudas, es mucho menos complejo formular estrategias, planes y programas en función de la igualdad de género, que llevar los conceptos que animan esos diseños a las subjetividades. Es una realidad harto conocida, que, entre otras voces autorizadas, la doctora Mariela Castro Espín también ha ratificado:

“El reto más difícil del socialismo es transformar las subjetividades; es generar ese sujeto político nuevo que va a ser capaz de generar los cambios en la sociedad”.

Son conocidos los tantísimos esfuerzos y la voluntad política que anima a la dirección del país a favor de la equidad de género, el nuevo Código de las Familias es un muy reciente ejemplo, al que se agregan el Programa para el Adelanto de la Mujer y muchos otros.


Foto: Freddy Pérez Cabrera

Y de la totalidad son beneficiarias las mujeres rurales tanto como las que residen en entornos urbanos. No obstante, al ser contextos diferentes -incluso no todas las ruralidades son iguales y tampoco todas las ciudades-, habría, como indican los expertos, que continuar adecuando las estrategias generales a lo particular de esos contextos.

 Así, es probable que las Irene, sobre todo de mañana, den algunas respuestas diferentes a las que ofreció a la reportera aquella cafetalera con quien iniciaron estas líneas, aquella que justificaba sus vacíos, argumentando, sin asomo de inconformidad:  “La vida del monte es así.”

Y al interrogarla sobre su condición de mujer respondía: “Yo soy la única mujer de mi brigada, y me consideran bastante: a un lugar muy encaramado no me dejan ir”.

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