Cultura

Un aplauso sostenido para la mulatísima de Cuba

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Ofrendas florales de Raúl y Díaz-Canel acompañaron el tributo a la querida actriz Aurora Basnuevo

Ayer La Habana lloró. En el vestíbulo del Teatro Nacional de Cuba se cerró el telón de la vida de una de las actrices más queridas por este pueblo. Ninguno de los presentes quería dejar de aplaudir. La Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, medallas, ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro Ruz; del Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y otras tantas instituciones de la cultura, acompañaban las imágenes que, una tras otra, recordaban la maestría de Aurora Basnuevo. 

La bandera de la estrella solitaria abrazaba la urna donde reposan los restos de la mulata del vernáculo cubano, que falleciera el pasado 26 de septiembre, a los 84 años. 

Su arte, cubanísimo, queda en el imaginario popular, en los tantos programas de radio y televisión en los que participó, en el cine, en las tablas, en la música, en su obra inmensa.

La directora de programas radiales, Caridad Martínez, y el reconocido actor Alden Knight, evocaron a esa artista de raíz criolla que, con su humor popular y fino, se ganó para siempre un sitio junto a los grandes de la escena de la Mayor de las Antillas.

Su público querido, amigos, familiares, reconocidas figuras de la escena nacional se dieron cita para despedirla. Estuvieron presentes, además, Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido y jefe de su Departamento Ideológico; Alpidio Alonso, ministro de Cultura, y Luis Morlote, presidente de la Uneac, entre otros directivos.    

«Como el gran amor de mi vida, estrella, excelente cubana, revolucionaria, así quiero que la recuerden», dijo Mario Limonta, su compañero durante más de seis décadas, en la vida y en la actuación, quien salió del Teatro Nacional como si le faltara un «pedazo».

En una oportunidad, la mulatísima contó que, mientras trabajaba fuera del país, le faltaba el aire de su tierra, y tuvo que regresar a ella para poder respirar. Así se sintió ayer La Habana al despedirla. Para no olvidarla, para sentirla, volveremos siempre a su legado, a su risa fácil, a su cubanía imperecedera.

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