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Los retos de Cuba ante el G77

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La reciente elección de nuestro país para presidir a la mayor organización intergubernamental de naciones en vías de desarrollo supone un compromiso que trasciende, incluso, lo político

El canciller Bruno Rodríguez Parrilla reconoció en su alocución en Naciones Unidas la responsabilidad que encierra la eleción y dijo que La Mayor de las Antillas no defraudará la confianza depositada (Foto: AP).

Cuba fue elegida por primera vez para presidir el Grupo de los 77 (G77). En el marco del recién finalizado periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, los cancilleres de los países miembros aprobaron por aclamación la candidatura de La Mayor de las Antillas, que asumirá el puesto en 2023 una vez culmine la gestión de Pakistán.

El director general de Asuntos Multilaterales y Derecho Internacional, Rodolfo Benítez, a través de su cuenta en Twitter valoró la decisión de alta responsabilidad y de reconocimiento al gobierno cubano por la defensa de los derechos del Sur. Y es que el G77 no solo se distingue por contarse entre las agrupaciones más antiguas de la escena internacional y por representar a la mayor organización intergubernamental de países en vías de desarrollo de las Naciones Unidas. 

Fundado en 1964 por miembros del Movimiento de Países No Alineados al término de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, surgió con el objetivo de estimular los intereses económicos de los fundadores y fortalecer la capacidad de negociación conjunta dentro de la ONU. Con la entrada de Sudán del Sur en marzo del 2015, el G 77 lo conforman 134 Estados, solo mantiene su nombre por cuestiones históricas. En el caso de China, aunque se le considera un miembro oficial, participa y colabora de forma externa.

Tras más de 50 años de existencia, el G77 ha logrado mantenerse unido con el multilateralismo como principio rector de las estrategias de cooperación, a pesar de las marcadas diferencias de sus integrantes. Pues en el grupo conviven algunas de las economías más grandes del mundo, como China o Brasil, con varias de las más pequeñas, lo que dificulta hallar líneas de desarrollo común.

El G77—que concentra el 80% de la población mundial— ha tratado de convertirse en el contrapeso de las principales potencias económicas integrantes del Grupo de los 7 o del G7. En conjunto, Estados UnidosJapónAlemaniaReino UnidoItaliaFranciaCanadá y Rusia— este último excluido al entrar guerra con Ucrania—, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, representan el 40% del Producto Interno Bruto global, lo que le ha permitido superar con creces la capacidad de influencia de su contraparte hemisférica del Sur. Una realidad que trasciende lo económico y afecta el contexto político al incidir de manera directa en los asuntos más importantes.

La gestión cubana tiene por delante un panorama difícil, marcado por la crisis generada a causa de la pandemia de COVID-19, los conflictos bélicos y el déficit de materias primas y de bienes de consumo. Aun así, deberá trabajar para el cumplimiento de La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Reto que incluye, entre otras cosas, impulsar acciones para hacer de los servicios humanos básicos un derecho universal, poner la ciencia y la tecnología al alcance de la sociedad  y hacer frente a la crisis del capitalismo con una nueva arquitectura económica y financiera.

Todo ello a través de una mirada que apueste por la sustentabilidad y la protección del medio ambiente y que se base en la descolonización cultural, económica de los pueblos.  

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