El Código de las Familias rompe con el distanciamiento frente a determinados deberes
El Código de las Familias también beneficia a los hombres, refirió el doctor Julio César González Pagés, historiador e investigador y fundador de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades.
«Nos beneficia en temas como la paternidad, ya que en el actual texto jurídico no queda claro cómo los hombres tenían el derecho a hacerlo»».
Igualmente considera aportador el tema de la violencia. «Este Código no nos quita derechos, sino que nos convida a cambiar sobre todo estas actitudes delictivas, el machismo. Yo llamo a los hombres a que lo lean»».
Para el investigador, el nuevo texto legal democratiza la forma de educar a nuestros hijos. «El hecho de que aprobemos el Código no significa que tengamos un país mágico»».
Es sabido que las construcciones de género tienen un impacto diferenciado en las relaciones sociofamiliares para mujeres y hombres. Para las primeras, los roles tradicionales las confinan a las labores domésticas, el cuidado de niños, adultos mayores y la atención de sus maridos. Mientras, los varones cargan sobre sus hombros las decisiones de trascendencia y la consagrada tarea de mantener económicamente.
El nuevo Código de las Familias tiene ante sí el desafiante encargo de remover mentalidades conservadoras y prácticas machistas. A partir de diversos títulos, son validadas responsabilidades, deberes y actitudes en los varones que significan romper con posturas retrógradas de cómo participar en este espacio.
La masculinidad en su versión hegemónica carece de herramientas comunicativas para expresar emociones y opiniones, con consecuencias en los diferentes espacios donde interviene. La ausencia de diálogo y autoanálisis deja desprovistos a muchos hombres para lidiar con diversas situaciones, lo que les obliga a recurrir a formas no pacíficas ni prudentes para enfrentarlas.
El incremento de los índices de violencia en el hogar guarda relación con la configuración de las masculinidades alrededor de la autoridad. La violencia doméstica se apropia de múltiples factores relacionados con cómo los hombres conciben qué deben ser y actuar, desde preceptos patriarcales. Por el contrario, una masculinidad no agresiva incide favorablemente en las relaciones hacia el interior de la casa, en el disfrute entre sus convivientes.