Un Código de las Familias concebido por el amor y para el amor
La familia, esa es una verdad de Perogrullo, en su rol de célula básica de la sociedad tiene la misión de educar a sus hijos desde los primeros instantes de la vida y de acompañarlos en el paulatino crecimiento.
Hoy el concepto de Familia, tal y como la conocimos quienes ahora peinamos canas, ha evolucionado. Las tendencias mundiales abrieron su diapasón y aunque en esencia la siguen considerando como» una unidad básica social, al hablar de familias, esa letra s añadida impacta a millones de personas.
Es a partir de ese precepto que el proyecto del nuevo Código de las Familias, a Consulta Popular en estos instantes, cobra vital importancia para el desarrollo social en la Isla.
En Cuba, a partir de la entrada en vigor en el año 2019 de la nueva Constitución Socialista aprobada por la inmensa mayoría de su población se sentaron las bases para garantizar la salud de las nuevas políticas de familias, su protección social, la igualdad de género, y la inclusión como parte de las buenas prácticas de los gobiernos.
Y ese es precisamente uno de los principales objetivos de este Código que viene a refrendar los derechos que esa Carta Magna les otorgó en sus postulados.
Mientras redacto estas líneas pienso en aquel equipo de divorciados que un día conformamos un grupo de compañeros de trabajo. Todos éramos jóvenes y desconsolados padres y en la primera salida, después de un par de tragos, casi concluimos llorando la ausencia de esos tesoros divinos.
¿Cuántos hubieran deseado entonces que el Código de Familia, vigente desde el año 1975, les diera, como a la madre, la posibilidad de solicitar la custodia absoluta o al menos pactar para conseguirla de manera compartida?
De aquel fallido grupo salieron muy buenos padres que perdieron momentos claves de la vida de sus hijos, sus primeras palabras, los primeros pasos y aquella sonrisa divina capaz de cicatrizar las heridas más profundas.
En mi caso tuve la suerte de perder un matrimonio pero a la vez ganar una entrañable amiga, situación que me permitió traspasar el simple régimen de comunicación y acceder casi a esa guarda compartida por la cual apuesta ahora este novedoso código, sin momentos traumáticos y sin dolo para ninguno de los componentes de la familia rota, algo que también contribuyó a la buena educación de mi hijo.
Sin embargo algunos de mis amigos sufrieron ese momento de ruptura, porque con independencia de si fueron o no culpables de la separación, la otra parte utilizó a los niños como arma para dañarlos. Y en algunos casos lo consiguieron.
Hubo quien peleó y ganó el derecho a compartir con el hijo, pero no faltó » quien cansado de tanto litigio encontró en la bebida un momentáneo asidero para llorar cada noche el derecho que no fue capaz de pelear hasta sus últimas consecuencias.
«¡Cuán provechoso hubiera sido contar en esa década de los 70 del pasado siglo con una legislación como la que hoy se propone, capaz de pronunciarse por el mejor interés del niño, la niña y los adolescentes y en consecuencia condicionar sus fallos a ese propósito!
Hace unas noches, mientras en una reunión de barrio se desarrollaba la Consulta Popular, tropecé con uno de mis amigos de aquella lejana época. No tuve oportunidad de preguntarle nada. Mientras narraba su historia adiviné que aquel dolor salido a gotas por sus ojos le arrancaría un rotundo Si para una legislación que si al menos para él llegó tarde, le daba la posibilidad de corregir el futuro. Finalizada la reunión simplemente nos miramos y después de fundirnos en un abrazo, sin que mediara ninguna innecesaria palabra, cada quien tomó su camino.
De retorno a la casa repasé aquellas pocas jornadas de confesiones mutuas en el bar de la esquina del trabajo y comprendí que una norma como la que está hoy en consulta es lo mejor que podría sucederle a una sociedad como la nuestra, porque con su aprobación no habrá nadie que ose utilizar a los hijos en vendettas personales ni ponga en riesgo su derecho a la felicidad plena para satisfacer un ego maltratado.
No habrá tampoco abuelos llorando por los rincones, víctimas de los errores de otros, ni nietos separados a la fuerza de un amor que rebasa los límites del tiempo; mientras que aquellos padres afines que han dedicado buena parte de su vida a la crianza de los hijos de su pareja encontrarán también en este Código de las Familias el reconocimiento al vínculo afectivo desarrollado con los años.
El Proyecto del citado Código es muy amplio. Tanto que resulta imposible resumirlo en unas cuantas cuartillas, es por eso que invito a su estudio, exhorto que se lea al detalle cada uno de los aspectos para que, en la medida de su lectura, descubran el hermoso universo que desde esas páginas se dibuja para nuestra sociedad.
Después de leerlo, decida consciente de que su voto cuenta.