Higiene de los alimentos: ¿Lo que no mata, engorda?
Justo cuando por estos días sesionaba el II Seminario Internacional de Alimentación y Nutrición en Atención Primaria de Salud, fui testigo de una escena lamentable que se ubica en la otra cara de lo que debería ser una buena higiene de los alimentos.
Casualmente presencié cómo se descargaba y trasladaba el queso molido que casi de modo permanente venden en un espacio habilitado frente al cine Acapulco, en el Vedado.
En sacos plásticos que un día fueron blancos y que ahora exhibían por todas partes manchas de suciedad, de moho y quién sabe qué más, vi trasladar el queso. Esos envases, algunos con huecos en el fondo, y por los que asomaba el queso molido por todas partes debido a su mal cierre y a rajaduras, reposaban sobre unos cartones, absolutamente sucios, en el piso del camión, que no era refrigerado.
He dudado en redactar estas líneas por el temor a que su resultado fuera el cierre de esa opción. Pero una y otra vez me repito que eso sería botar el sofá en vez de al visitante indeseable, lanzar a la criatura junto con el agua sucia de la palangana.
Así que, confiando en el sentido común una vez más, me he decidido.
Sin dudas, el queso molido, además nada barato, no es un producto de primera necesidad. Pero hoy, cuando la alimentación se hace tan complicada, cualquier alternativa a que se pueda echar mano, resulta un alivio.
No, no es arroz, es el queso molido del que aquí se habla. Foto: V.R.
¿Por qué, entonces, descuidar su higiene, atentar contra su inocuidad, precisamente cuando estamos tan necesitados?
Es verdad que el comprador que no ha tenido la mala suerte de tropezarse con ese traslado, se enfrenta a una libra de queso envasada en plásticos desechables perfectamente retractilados «antes eran cajitas plásticas -, pero»¦ tras ese embalaje impecable hay un camino que no está marcado por la higiene y que la mayoría de los consumidores ignora.
Desconozco si las personas que expenden esa mercancía requieren de una licencia sanitaria para hacerlo, pero sí estoy segura que el Decreto Ley 9/2020 sobre Inocuidad Alimentaria, emitido por el Consejo de Estado, y el Decreto 18/2020 con el Reglamento para dicho Decreto Ley , sí se relacionan con dicho tema.
¿Dónde están los inspectores y otros responsables encargados de hacer cumplir lo estipulado en este tema? Al menos, no andaban cerca cuando descargaban los sacos con el queso molido.
Sin dudas, una golondrina no hace verano, y alguien pudiera argüir que se trata de un ejemplo aislado, una «fatal casualidad»». Pero muchos han sido testigos, por ejemplo, de cómo se transporta en determinadas barriadas el pan nuestro de cada día, y también dulces u otros productos. Van en cajas o canastas, sobre una camioneta, triciclo o carretón, apenas cubiertos por una tela o plástico, que poco les protege de recoger cuanto polvo y otras impurezas hay por el camino, por no hablar ya de cómo depositan esas cajas o canastas sobre el suelo.
Foto: AFP
Leo en redes sociales protestas de ciudadanos que han comprado puré de tomate enlatado y pasta de ajo, quienes al probar el producto descubren que poco se parece a lo que indica la etiqueta «no siempre con la fecha de vencimiento nítida, no siempre indicando todos los componentes de la elaboración-; también supe de otros que han enfermado del estómago al consumir ahumados»¦
«Lo que no mata, engorda»» es un viejo refrán que más de uno ha repetido al ingerir un alimento caído al piso o del que no puede garantizar su higiene. Pero, a pesar de reiterarse y resultar aparentemente socorrido, está bien lejos de la verdad.
De ser así, no existirían tantas entidades y personas en el Mundo y también en Cuba dedicadas a preservar la higiene de los alimentos.
A mediados del pasado año se hizo saber que a raíz de la pandemia de COVID-19 se intensificaban en Cuba medidas a favor de la inocuidad de los alimentos.
Representantes del departamento nacional de Higiene de los Alimentos y Nutrición, de la Dirección de Salud Ambiental, del Ministerio de Salud Pública; la Oficina Nacional de Normalización (ONN),y el Ministerio de la Agricultura, refirieron entonces, según dio a conocer el periódico Granma, que «se incrementó la limpieza e higienización en los establecimientos expendedores de alimentos, el uso del uniforme y el nasobuco, disminuyeron las ventas callejeras de comida y aumentaron las inspecciones a los locales y las cuantías de las multas ante las infracciones sanitarias»».
Las estadísticas de contagios y fallecimientos han disminuido, pero la pandemia no ha terminado. Y aun cuando así suceda, ojalá fuera pronto, no habría por qué relajar disposiciones directamente relacionadas con la salud y la vida.
Sin embargo, las situaciones descritas están ahí, y es muy probable que quienes lean estas líneas puedan aportar ejemplos similares.
Y resulta contradictorio, porque en esta difícil situación económica que atravesamos, es cuando más debería cuidarse todo lo que sirve de alimentación al pueblo.
Tal vez alguien pudiera referir que, ante situaciones como las descritas, debería ir el ciudadano a hacer la denuncia, «elevar»» una queja amparado en la protección al consumidor. Pero si cada cual cumpliera con lo que le toca, no hicieran falta quejas o denuncias.
Y esta reportera trata de ser consecuente con Kapuà cià ski cuando recordaba que «El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse»».