¿Y los envases?
Si bien es cierto que cada fruto tiene un momento para su recolección, ello no significa que ese sea el único instante para consumirlo, afirmación confirmada por la añeja conclusión captada sintéticamente en la frase: Guarda pan para mayo y maloja para tu caballo.
La recomendación de guardar con vistas a los meses desfavorables para obtener alimentos no hace alusión a cómo conservar los productos, pero la experiencia indica que no basta amontonar la maloja en cualquier lugar.
A través de los años, y en no pocas ocasiones, han ocurrido picos de cosecha con excedentes deteriorados no aptos para el consumo humano, como aquella ocasión en que los mercados se abarrotaron de tomate, y Nitza Villapol, en su programa Cocina al minuto, ofreció recetas para hacer dulce.
También estuvo el caso ocurrido hace décadas, quizás olvidado por muchos y desconocido por otros tantos, en que la papa fue tan abundante que Nitza dio la idea de hacer papatillo, una golosina cuyo procedimiento era el mismo del boniatillo.
Sin dudas, ningún productor está dispuesto a invertir en la producción de una mercancía que no se venderá, y es lógico que cautelosamente haga un balance antes de emprender una siembra, sobre todo de aquellos cultivos más perecederos.
Tampoco el «Guarda pan para mayo y maloja para tu caballo» menciona cómo preservar el alimento, lo cual requiere de procedimientos y demanda recursos, que no son únicamente los de costosos equipos de refrigeración, ni las grandes industrias conserveras.
Los productores cubanos están apostando actualmente a que su único mercado no está en entregar los productos a alguna entidad que se encargará de procesar altos volúmenes para luego distribuirlos en un amplio mercado.
Cada vez se incrementan las familias dedicadas artesanalmente a trabajar con tomate, piña, limón, naranja y otras frutas y hortalizas, además de condimentos para ofertarlos en su comunidad, pero también aumentan las miniindustrias en unidades que antes solo se dedicaban a la actividad agrícola.
Además de evitar que se pierda un excedente por falta de demanda de productos frescos, aumentan las ganancias al no vender materia prima, sino una mercancía procesada, y los clientes lo agradecerán porque los precios estarán en correspondencia con la menor cantidad de intermediarios.
¿Por dónde pudiera ahora aparecer otro «cuello de botella» que impida fluidez a los productos hasta el consumidor y haga lento el desarrollo de las conservas, tanto las elaboradas a nivel de familia como de las entidades agrícolas?
La barrera a vencer pudiera ser la de los envases.
En estos momentos se va haciendo cada vez más común encontrar puré de tomate o cualquier otra salsa o jugo envasados en botellas que originalmente fueron de cerveza, ron, vino… lo cual evidencia que existe un mecanismo para recogerlas y reutilizarlas.
La manera actual cubana funciona, aunque no son como estos aparatos usados en Ecuador que pagan a quienes les depositen envases para reciclar.